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Plaza Pública| Diputado Emilio Ulloa Pérez

Miguel Ángel Granados Chapa

El diputado Emilio Ulloa Pérez, presidente de la Comisión de Cultura de su Cámara encarna una de las graves deformaciones del Partido de la Revolución Democrática, que es el reparto de responsabilidades políticas sólo en función de la pertenencia a grupos internos de interés, llamadas tribus por sus adversarios, sin dedicación o mérito que lo explique.

Con Denise Dresser, Julio Hernández López y Cuauhtémoc Arista, asistí el jueves ocho a una mesa redonda a que convocó Nueva Izquierda, uno de los principales grupos perredistas de interés. Los organizadores buscaban opiniones críticas sobre su partido. Ciertamente las encontraron. No quedó un hueso sano a esa organización política, si bien los participantes ponderaron su papel en el ensanchamiento de la vida democrática de México -como prolongación de las aportaciones de la izquierda, realizada cuando la política de Oposición era sacrificio y no negocio-.

Partí, por lo que a mí toca, de la declaración del ?lugar social? desde el cual hablo. Aplicando a mi caso la fórmula que ha hecho célebre el diputado Javier González Garza, dije que he sido votante por el PRD desde su fundación, pero que no soy simpatizante de ese partido. Enumeré algunas de las razones de mi actitud crítica ante el PRD. Una se aplica en general a los partidos, a los que el financiamiento público ha envenenado, pues su abundancia genera dispendio, abuso, desorden e incongruencia. Una de las razones por las que el PRD sostiene a candidatos de la peor ralea ?como el caso paradigmático de José Guadarrama Márquez en Hidalgo? es porque atrae votos, que se traducen en mayores prerrogativas locales, sin importar que de ese modo el pragmatismo destroce los principios y haga aplicable al PRD (que nació para ser enteramente diferente del PRI) la poética lamentación de José Emilio Pacheco: ?Ya somos todo aquello contra lo que luchamos a los veinte años?.

La corrupción en el PRD reviste muchas maneras, desde la recepción de dinero entregado subrepticiamente a dirigentes por gobernadores priistas hasta la lucha desnuda por los cargos de dirección o de representación ya que obtenerlos significa prebendas para repartir. Es el caso de las presidencias de comisiones y el caso particular de la de cultura en la LX Legislatura en la Cámara de Diputados. La encabeza Emilio Ulloa Pérez, que ha pasado nueve años de su vida como legislador, dos veces en el Estado de México, dos veces en San Lázaro, donde comienza su segunda estancia. Sin más vínculo con la creación o difusión cultural que tres breves periodos semestrales como profesor (dos de ellos en su alma mater, la Escuela Superior de Economía del IPN), encabeza la comisión respectiva de dictamen legislativo. Varios de los ocho miembros perredistas de dicha comisión han desplegado intereses que los aproximan al perfil exigible en quien la presida, pero le corresponde hacerlo a Ulloa Pérez exclusivamente por su pertenencia a una corriente y por su activismo, emprendido en sus comienzos de militante en la lucha social en Nezahualcóyotl.

Carente de una visión de las políticas públicas que pueden ser iniciadas o estimuladas desde la Cámara, Ulloa Pérez se sintió de pronto convertido en el caudillo de las personalidades y grupos que, legítimamente, acudieron en diciembre pasado a la Cámara de Diputados en protesta por la reducción presupuesto de cultura. Y tras la aprobación de las sumas correspondientes ha pretendido asumir un papel de fiscalizador de los fondos asignados, al grado de enviar ?dice que lo ha hecho? comunicaciones a gobernadores y otros presuntos destinatarios de partidas del correspondiente presupuesto, para que las exijan.

Su crítica al modo de fijar y ejercer el gasto en el ramo que corresponde a su gestión se hace, además, con baladronadas, que no reserva a ese ámbito limitado. Sin venir al caso, en una conferencia a que convocó para hablar de los pesos y centavos del sector, anunció que estaría en Nicaragua, en la toma de posesión del ex revolucionario Daniel Ortega a la que también asistió el presidente Felipe Calderón: ?Va a estar allí el usurpador, y ahí vamos a estar atentos a su comportamiento. Y ahí lo vamos a visitar a su hotel?. Ni siquiera cumplió su fanfarronada, pues le importa más figurar que hacer, lo mucho que podría hacer en la responsabilidad que inmerecidamente le fue asignada.

Por cierto que su partido, que tan atinadamente se ha pitorreando de los deslices de Vicente Fox, haría bien en explicar al diputado Ulloa ?toda proporción guardada? que el término ?pírrico? con que calificó al presupuesto no quiere decir escaso o magro como él supone, sino que alude a un resultado obtenido a alto costo, en referencia a las victorias militares del rey Pirro que cada vez que ganaba perdía innumerables miembros de su Ejército.

En su propio partido es mal vista la actitud falsamente inquisitva de Ulloa Pérez. A propósito del sueldo del presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, cuestionado por el representante del Distrito 29, uno de los que tienen cabecera en Nezahualcóyotl, el vocero perredista Luis Sánchez aclaró: ?Desconozco totalmente cuáles sean los elementos del diputado para hacer esas declaraciones. Hicimos un análisis del presupuesto asignado... y no encontramos los datos que él maneja. Como fracción no podemos apoyar su postura?.

Sin duda es preciso fiscalizar el gasto público. Hay mecanismos para hacerlo. La Comisión de Cultura no es uno de ellos.

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