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Plaza Pública| Megalomanía en Hidalgo

Miguel Ángel Granados Chapa

A falta de resultados que ofrecer en su segundo informe, realizado con sigilosa discreción anteayer domingo, el gobernador de Hidalgo, Miguel Osorio Chong, dedicó los días previos a soñar y a exponer el fruto de su imaginación: habló de dos gigantescos proyectos en el valle de Tizayuca, uno de construcción de trescientas mil viviendas. El otro es, sancochado, el de un aeropuerto en esa región, que ya quedó atrás cuando en agosto de 2005 el Gobierno Federal decidió agrandar el de la Ciudad de México y favorecer el de Toluca como terminal alterna.

El proyecto habitacional (más que proyecto gana de hacer, en realidad) supone la utilización de miles de hectáreas en cinco municipios: Tizayuca, Tolcayuca, Villa de Tezontepec, Zapotlán y Zempoala. En la comarca “se desarrollará una ciudad tres veces más grande que la capital del estado, donde habrá hospitales, centros educativos de todos los niveles, centros de diversión y un gran espacio para el asestamiento de industrias”, dijo el gobernador, que calculó en un millón doscientos mil habitantes los que se asentarán en esa región, que por ahora está legalmente reservada a usos agropecuarios.

El proyecto aeroportuario implica una terminal y un puerto seco, un “centro logístico de carga regional” para usar la terminología oficial. En ambos casos, de lo que se trata es del salvar las adquisiciones de tierra que hicieron negociantes que resultaron frustrados cuando se escogió a Texcoco como sede del nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México. Aunque Osorio Chong ofrece ahora claridad y participación en los suculentos negocios con que envisiona a inversionistas y a los propietarios de predios que conservaron sus parcelas en espera de ser ellos los beneficiarios de las magnas obras, lo cierto es que el gobernador induce a confusión a sus oyentes cuando avisa que el Gobierno Federal está próximo a autorizar el aeropuerto. Es difícil que eso ocurra porque prevalecen los obstáculos que condujeron a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes a desechar la propuesta hidalguense en 2004.

Amén la distancia que separa al lugar previsto de la Ciudad de México y las complicaciones de vialidad y transporte (para resolver las cuáles habría que realizar obras que incrementarían el costo del proyecto), el obstáculo irremovible es el aeropuerto militar de Santa Lucía. La vecindad de ese punto en el Estado de México y la ciudad de Tizayuca hizo que la Fuerza Aérea Mexicana demandara considerar las dificultades y riesgos que tendrían sus propias operaciones y las que se realizaran en la nueva terminal. El peligro de confusiones en el control aéreo y aun de colisiones resulta excesivo como para admitir la coexistencia de dos aeropuertos casi limítrofes.

La realización de obras de esa magnitud supondría también una ocasión para abusos como los que han caracterizado al Gobierno de Osorio, que en su primer año tuvo que acudir al crédito bancario para realizar obras con las que cubrir a contratistas las facturas políticas que surgieron de su campaña política. Tan conocida es la existencia de esas prácticas que la ex presidenta de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, Xóchitl Gálvez ha demandado, en su nueva presencia en su entidad natal, una auditoría a la obra pública, solicitud que incomodó a Osorio Chong que en respuesta pidió a su vez “que lo dejen trabajar”.

La ingeniera experta en edificios inteligentes ha vuelto a la actividad privada y no se limita a los negocios en que ha sido exitosa. Realiza recorridos en zonas donde su trabajo en el Gobierno Federal la puso en comunicación con necesidades y en conocimiento de realidades como la corrupción, que encarece la obra pública.

Aunque faltan tres años para que comience el proceso de sustitución de Osorio Chong, Xóchitl Gálvez se ha manifestado interesada esta vez en la sucesión del gobernador. Pudo haberlo hecho en 2004, pero entonces privilegió su participación en la política indígena. Ahora que esa misión concluyó su activismo podría ser puesto al servicio de la sociedad hidalguense, tan necesitada de desembarazarse del peso muerto que ha significado el priismo corrupto.

La mediocre gestión de Osorio Chong ha permitido a la Oposición ensanchar sus espacios. La contienda municipal de 2005 concluyó en derrotas para el PRI en ciudades significativas –Ixmiquilpan y Tulancingo, por citar sólo dos—, pero su retroceso entonces fue nada comparado con el efecto adverso que le produjo la candidatura de Andrés Manuel López Obrador. En un estado donde el tricolor no perdía elecciones federales jamás, el PRI fue derrotado en tres distritos (Pachuca, donde ganó el PAN y Actopan y Tepeapulco, donde triunfó la coalición Por el Bien de Todos). La caída fue más abrupta en la elección senatorial, pues el ex gobernador Jesús Murillo Karam, ahora secretario general de su partido, logró apenas ser senador de primera minoría.

Aunque disponer de más de mil millones de pesos derivados de la renta petrolera distribuida a los estados permitió a Osorio realizar obras de relumbrón en vialidades de Pachuca, su gestión está minada por sus propias insuficiencias y compromisos. Con suntuosos viajes al exterior busca hoy compensar los estrechos horizontes de su formación política obtenida en cargos menores en el ayuntamiento pachuqueño y el partido y el Gobierno estatales. Falto de alguna experiencia o talento especiales, esa carencia, paradójicamente, es la causa de su ascenso.

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