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Plaza Pública| Payán y el PRD

Miguel Ángel Granados Chapa

Al día siguiente de la renuncia de Ana Rosa Payán a su militancia panista, ocurrida el 16 de enero, supuse en este mismo lugar que, tal como había hecho Dulce María Sauri, la ex alcaldesa panista rechazaría la candidatura al Gobierno que le ofreciera el PRD, entonces en plan de explorar a quién postularía. Me equivoqué parcial y provisionalmente, pero no a la postre. Aquella suposición mía se basaba en las diferencias entre la ex panista y el partido que la procurara, que finalmente prevalecieron. Sólo que en vez de que ella rehusara la candidatura, fue el PRD el que desistió de presentarla como su candidata, en coalición con el PT y Convergencia. Sólo esos partidos la registrarán como su abanderada.

El 31 de enero el líder nacional perredista Leonel Cota anunció el acuerdo para crear una eventual Coalición por Yucatán, en que los partidos que forman el Frente Amplio Progresista y quizá otros, apoyarían a Payán y contenderían juntos en pos de los 106 ayuntamientos y las 25 curules de la legislatura estatal. Eso sí, quedó claro desde entonces que la última palabra al respecto la pronunciaría el consejo nacional. Aquel anuncio, sin embargo, despertó en el PRD y sectores afines un notorio descontento, pues quedó claro el oportunismo perredista, que no vacilaba en sostener a una candidata radicalmente opuesta a su programa con tal de conseguir más votos de los que conseguiría (como ha ocurrido en el pasado) si se presenta solo a los comicios. Los votos, hay que recordarlo, significan dinero en último término, pues el monto de las prerrogativas surge de la cantidad de sufragios que logran los partidos. Fue tan amplia la condena a la incongruencia perredista que el propio Cota, al exponer el tema al Consejo Nacional el domingo pasado, propuso rechazar la candidatura que había anunciado. Por unanimidad, extremo difícilmente alcanzable en ese concilio, el consejo aceptó la propuesta del ex gobernador de Baja California Sur.

Cuando todavía no terminaba de aceptar que era erróneo postular a Payán, Cota recordó que la aspirante en cuestión ya había sido postulada por su partido y entonces no surgió escándalo alguno. El hecho es cierto, pero no servía como atenuante y menos como excusa para el episodio en curso. El PAN y el PRD fueron efectivamente aliados en la elección de 2001, aunque en rigor los perredistas hicieron suyas las candidaturas del blanquiazul, la de Patricio Patrón al Gobierno Estatal y la de Payán a la alcaldía de Mérida. No hubo siquiera un programa común sino la adhesión perredista a la presencia panista con el propósito, logrado al fin y al cabo, de romper el monopolio no sólo del PRI sino del grupo encabezado dentro de ese partido por Víctor Cervera Pacheco. Coaliciones de ese género habían sido practicadas, con ese mismo propósito por ambos partidos antaño unidos por su común condición de opositores, en diversas entidades, como Durango y Tamaulipas si vamos lejos en el tiempo, o Chihuahua más recientemente. Salvo el caso de Chiapas en 2000, en que el PAN y el PRD triunfaron juntos, pero con otros partidos, sólo en Yucatán la alianza o adhesión terminó en victoria.

Pero desde entonces surgieron, se acentuaron o se hicieron evidentes diferencias notables entre ambos partidos y entre el PRD y Patrón y Payán. Si bien militó siempre en el sector conservador de Acción Nacional, la elección de presidente de su partido en marzo de 2005 delineó inequívocamente el talante de la entonces senadora. En una competencia muy reñida, en que participaron inicialmente Juan José Rodríguez Pratts, Alejandro Zapata Perogordo, Carlos Medina Plascencia y Manuel Espino, el discurso de apoyo a este último, pronunciado por Payán contó entre los factores que decidieron la elección a su favor. En contraste, inconforme con el resultado y con el procedimiento, el ex candidato presidencial y ex dirigente Luis H. Álvarez denunció vicios en la elección.

En febrero del año pasado Ana Rosa Payán fue designada por el presidente Fox directora del DIF, para suceder a Ana Teresa Aranda, que a su vez suplió a Josefina Vázquez Mota, enviada presidencial a reforzar la campaña de Calderón que entonces declinaba. Así como en su gestión al frente del ayuntamiento meridano, las dos veces que lo encabezó, mostró su conservadurismo en la reglamentación de espectáculos, en la dependencia responsable de la política familiar caricaturizó las proposiciones para despenalizar el aborto. En una entrevista periodística, apenas llegada al cargo descalificó el aborto terapéutico o el practicado por razones económicas: ?¿Por qué vamos a matar a un hijo que está en el seno, que no se puede defender y no matas al que está caminando? Oye, si no quieres tener más hijos, ten al que está en tu seno, que tiene derecho a nacer y al que está caminando, allá a tu lado, pégale un tiro. Ya, se acabó, ya tienes menos hijos. No hay nadie que en sus cinco sentidos haga eso, por supuesto?. (La Jornada, 13 de febrero de 2006).

La incongruencia perredista se quedó en el ámbito de los símbolos. Apoyando a Payán subrayaba la renuncia-denuncia que ella formuló contra su partido, en términos semejantes a los del perredismo respecto de la elección presidencial. La candidata y el partido marcharían unidos contra el panismo tramposo. Como consecuencia, su vinculación castigaría a Acción Nacional haciéndolo perder la gubernatura y eventualmente también la alcaldía meridana, en sus manos desde 1990. Pero nadie pensó que el triunfo fuera posible.

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