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Policías y ladrones

Javier Fuentes de la Peña

De niños jugábamos a los policías y ladrones y veíamos cómo finalmente el malo del juego tenía que pagar por todos sus delitos. Siempre se aplicaba la ley con una rectitud tal, que era impensable que el ladrón pudiera dar una “mordida” al policía para ser liberado o que el uniformado fuera cómplice directo de los malhechores. Por desgracia, la realidad es muy distinta al juego de policías y ladrones, al grado que es muy difícil distinguir ya entre un agente policial y un delincuente.

Por definición un policía debe ser alguien que se encargue de hacer respetar la ley. La Policía tiene dos funciones principales: evitar las transgresiones de la ley y detener a los transgresores. En resumen, la Policía se encarga de proteger las vidas y la propiedad de los ciudadanos, de asegurar el orden público y evitar que se produzca su alteración, así como de regular el tránsito y cooperar en el bienestar y la seguridad del pueblo.

Pero los policías de Torreón son muy distintos a los que solemos ver en las teleseries. Ellos aprovechan cualquier trasgresión de la ley para incrementar sus ingresos mensuales por medio de un amable donativo que suele hacer el infractor.

Es increíble la capacidad que tienen algunos policías de la localidad para ejercer varios trabajos a la vez. Por un lado son agentes de tránsito, por el otro revendedores de boletos de los Santos y hasta se dan el tiempo para alquilar espacios de estacionamiento.

Esta necesidad de los policías de contar con nuevos ingresos nos hace pensar en muchas cosas. En primer lugar, que el sueldo que reciben es tan bajo que difícilmente luchan por velar por la seguridad de los ciudadanos y en segundo lugar, que al no tener el suficiente dinero, tienen que buscar fuentes alternas de ingresos y por eso nos enteramos de policías corruptos que aprovechan el poder que les confiere su placa para obtener otras ganancias.

Es lamentable tener unos policías que lejos de buscar la seguridad de todos, incurren en prácticas delictivas para poder mantener a sus respectivas familias. Sé que es mucho pedir a un policía que ponga orden en la sociedad, por eso lo único que me resta es suplicar que con sus diarios actos no ponga más desorden del que hay.

Algunos policías se encargan de poner en peligro la vida de los ciudadanos. Hay ocasiones que al conducir sus patrullas, quieren imitar a Fitipaldi y utilizan las calles de la ciudad como una pista en la que tratan de demostrar su pericia como conductores. El resultado de esto es un estado lamentable de las patrullas que quedan y en consecuencia, una menor vigilancia en la ciudad.

Esta situación ha traído como consecuencia que Torreón sea la ciudad coahuilense con mayores quejas contra la Policía Municipal ante la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Coahuila.

Por favor cuídese de la plaga de policías prepotentes, corruptos, asesinos, ladrones e inmunes al peso de la ley, que bajo la imagen de personas encargadas de velar por el bienestar de la comunidad, se encargan de sembrar el miedo entre los ciudadanos. Sé que hay policías dignos de reconocimiento y que no deben ser considerados como una plaga, pero desgraciadamente éstos son minoría frente a un grupo que, refugiados en un disfraz azul, representa a la pandilla más poderosa de Torreón.

El problema de la inseguridad es grave, y mientras los policías contribuyan a que esta problemática continúe, pensar que un día conoceremos lo que significa la paz es una utopía.

javier_fuentes@hotmail.com

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