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Políticas contrastantes

Salvador Kalifa

La Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos (EU) decidió disminuir su tasa de fondos federales en un cuarto de punto porcentual el miércoles de la semana pasada, colocándola ahora en 4.50 por ciento. Ese día decidió, además, reducir la tasa de descuento, que pasó del 5.25 al 5 por ciento.

El comunicado de la Fed dejó entrever que con esta medida la política monetaria se mantendría a la expectativa, sin establecer sesgo alguno. Para las autoridades monetarias estadounidenses hay, en estos momentos, equilibrio entre los riesgos de una mayor inflación y los de una menor actividad económica.

Conviene recordar que este relajamiento de la política monetaria estadounidense tiene su origen en los trastornos que ocurrieron en los mercados de crédito durante el verano, debido a la crisis del sector inmobiliario en EU.

Ello propició un viraje de política monetaria repentino y sorpresivo, ya que el lenguaje de los miembros de la Fed durante la primavera y el mes de junio, mostraba todavía una mayor preocupación por las presiones inflacionarias que por el debilitamiento de la actividad productiva. De hecho, en diversos foros sus gobernadores insistieron en que la crisis inmobiliaria no se extendería al resto de la economía.

El temor de que esos trastornos en los mercados de crédito tuvieran repercusiones importantes sobre la actividad productiva tuvo, sin duda, un peso mayor que los incrementos en las cotizaciones de las materias primas y los energéticos, que mantienen vivas las presiones inflacionarias.

Los problemas de los mercados de crédito no se limitaron a EU, ya que también hubo trastornos en otros países, como Inglaterra y Alemania. Ello contribuyó a que también ahí se adecuara la política monetaria. Los banqueros centrales de Inglaterra, Japón y la zona del Euro decidieron detener las revisiones al alza de sus tasas de interés.

No obstante, las autoridades monetarias saben que la efectividad de una modificación de las tasas de interés sobre la actividad económica como sobre los precios, se aprecia, por lo general, entre doce y dieciocho meses después.

La disminución de las tasas en EU, por tanto, tiene como objetivo inmediato aliviar las presiones en los mercados de crédito y sólo más delante, durante las segunda mitad de 2008, servir para atenuar el debilitamiento previsto de la expansión económica estadounidense.

Ahora bien, la Fed pudo darse el lujo de disminuir las tasas de interés porque, por varios años, las elevó para reducir paulatinamente el exceso de liquidez y las presiones inflacionarias sobre su economía.

Esto contrasta con la estrategia adoptada por Banco de México (Banxico), quién decidió desde el 2005 relajar su política monetaria y disminuir su tasa de interés de referencia, precisamente en la época donde la mayoría de los banqueros centrales aplicaban una política restrictiva.

No extraña, por tanto, que mientras en EU disminuyeron las presiones inflacionarias, la lucha contra la inflación se complicó en nuestro país, donde se ha registrado una tendencia alcista tanto en la inflación general como en la subyacente desde el año pasado.

Esto explica porqué hoy vuelve a presentarse un contraste entre las acciones de la Fed y Banxico. Allá es posible disminuir las tasas de interés, mientras que nuestras autoridades monetarias han tenido que elevarlas en un par de ocasiones durante este año, siendo la más reciente el pasado 26 de octubre.

Ello sucede porque la Fed tiene ahora margen de maniobra después de haber aplicado una política restrictiva por varios años; mientras que Banxico mantuvo una política laxa, aún cuando el crecimiento de los precios se alejaba paulatinamente de su meta central de inflación.

Es cierto que la inflación en México se encuentra hoy todavía en el intervalo meta de nuestras autoridades monetarias, pero también es cierto que parte de ese resultado se debe a que el gobierno mexicano decidió congelar temporalmente las alzas de precios de los energéticos.

Una estabilidad de precios duradera no se logra con controles de precios o con la interferencia del gobierno en los mercados. Estas acciones sólo entorpecen la lucha contra la inflación y restan transparencia al ejercicio de la política monetaria.

Esto lo entendió finalmente Banxico, cuya preocupación por un posible repunte de la inflación no es gratuita, ya que a las presiones de precios en alimentos y energía se unen ahora las repercusiones de la reforma tributaria, que como reconoció en su comunicado, se extenderán “durante algunos meses de 2008”.

Esto quedó más claro en su Informe sobre la inflación del tercer trimestre, donde presentan un panorama complicado en la lucha contra el crecimiento de los precios, por lo menos durante gran parte del año próximo.

El intervalo estimado de inflación para el segundo y tercer trimestre se ubica entre 4 y 4.5 por ciento, pero Banxico confía que con el alza reciente de las tasas de interés se pueda lograr una convergencia hacia la meta oficial del 3 por ciento. Ello, de ocurrir, sólo sería hasta fines del 2009.

En síntesis, todo indica que las políticas monetarias de EU y México seguirán moviéndose en sentidos opuestos, por lo menos, durante los próximos meses. La Fed seguirá concentrada en evitar que la crisis del sector inmobiliario cause mayores daños sobre la actividad económica estadounidense.

Banxico, por su parte, tendrá que mantener una política dominada por la preocupación de que la inflación permanezca tercamente por encima de la meta oficial.

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