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Porque, nada es para siempre

Germán Froto y Madariaga

Platicando esta semana con mi buen amigo Armando Sánchez Quintanilla, salió a cuento el incremento en los índices de divorcio y llegamos a la conclusión que uno de los factores que pueden incidir en esos índices, es el hecho de que a los contrayentes les pesa mucho el hecho de que se afirme que “el matrimonio es para siempre”.

Me aboqué entonces a exponer una antigua propuesta de mi querido amigo y maestro a distancia, Ernesto Gutiérrez y González (q.e.p.d.), la cual incluso llegó a formar parte de un proyecto de código civil en el estado de Nuevo León. Esa propuesta consistió en lo que él denominó: “El matrimonio a término”.

Ante los asombrados ojos de mi sobrino Jorge Eduardo, que apenas si está realizando sus primeros atisbos al mundo del derecho, hice reminiscencia sucinta de aquella figura que podría ayudar a que los matrimonios duraran más.

Visto está que no es que el matrimonio esté en crisis, porque muchos de los que se divorcian se vuelven a casar, pero otros permanecen dentro del vinculo, sin razones valederas para ello. Es decir, a veces ya no hay vínculos afectivos y la pareja sigue unida por prejuicios, el bien de los hijos (según ellos) o el temor al repudio social.

Los sicólogos afirman que la pasión que induce al matrimonio dura dos años y después es el amor, el respeto y la mutua tolerancia lo que lo hace persistir. Claro que cuando se van perdiendo también esos valores, la pareja acaba por ser una perfecta extraña, haciendo a regañadientes una aparente vida en común.

Bien, para evitar esos inconvenientes y ayudar a que cada cual encuentre la felicidad que todos buscamos, es que a don Ernesto se le ocurrió proponer esa figura del matrimonio a término, la cual consiste, grosso modo, en lo siguiente.

Actualmente, el matrimonio civil es un contrato, solemne, pero un contrato al fin, como el arrendamiento, por ejemplo.

Como es un contrato, se puede rescindir ya sea por el mutuo consentimiento o por existir causa para ello.

Para eso está el divorcio, sea por mutuo acuerdo o necesario, si existe causal para terminarlo.

En ese orden de ideas, debería ser factible que en ese contrato se admitiera también el que se celebrara a término, digamos por unos cinco años.

Desde luego que tal sería opcional. Así como la pareja puede escoger, a la hora de la celebración, el tipo de régimen matrimonial al que quieren someterse (sociedad conyugal o separación de bienes), así también podrían tener la posibilidad de escoger entre celebrarlo por tiempo indefinido o a término por cinco años.

A los cinco años, la pareja puede refrendar el contrato o darlo por terminado sin necesidad de acudir a un juez y embarcarse en los complicados trámites de un divorcio y sus trastornos emocionales.

Así, cada cinco años, si es el caso, la pareja podría refrendar su amor y deseo de permanecer haciendo vida en común.

Ya no se agobiarían ante la carga sicológica de que se casaron para siempre, lo cual además no es cierto del todo, porque ya vimos que tienen la posibilidad de recurrir al divorcio.

Dicho sea de paso, ni siquiera en el eclesiástico es cierto aquello de que “hasta que la muerte les separe”, porque también existe la posibilidad de anular el matrimonio, como cada vez se acostumbra con mayor fuerza, sobre todo entre las clases económicamente poderosas.

Al margen de prejuicios y tratando de buscar lo que más convenga a la pareja, sería interesante estudiar esta alternativa, que analizada desde el punto de vista jurídico, tiene muchas bondades.

Huelga decir que los derechos de los hijos, sobre todo cuando son menores, quedarían totalmente protegidos, como sucede actualmente con los habidos dentro de matrimonio y los concebidos fuera de éste.

De lo que se trata es de quitar la carga sicológica que significa, como afirmamos, esa sentencia de que el matrimonio es para siempre, que por lo demás, como dijimos, es falsa porque puede terminar al través del divorcio.

A un mismo tiempo, se brinda a los contrayentes una puerta de escape en caso de que quieran terminar con el vínculo, pero no haya una causa para ello.

Recordemos que, como dice Woody Allen: “La principal causa de los divorcios, es el matrimonio”. Y como sostenía José José, en una de sus canciones: “El amor acaba”.

Y “Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te Guarde en la palma de Su mano”.

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