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Prácticas dolosas/Las laguneras opinan

Mussy Urow

Hay conductas que la sociedad repudia: el abuso, el engaño, la deshonestidad; pero sobre todo si éstas son evidentes en funcionarios públicos y autoridades. Sin embargo, se toleran y aceptan en ámbitos particulares. Veamos algunos ejemplos: hay líneas aéreas que le ofrecen “boletos beneficio” con sus millas o puntos. Beneficio es sinónimo de favor, servicio, rendimiento, utilidad. El beneficio aquí no es para el comprador sino para la línea aérea, porque Usted acaba pagando un invento que se llama “sobrecuota de combustible”, expedición de boleto y el IVA sobre estos dos conceptos; aparte, un impuesto con el elegante nombre de “derecho de aeropuerto”. La suma de todo esto es casi la mitad del valor real del boleto. Lo que en verdad le están dando con sus puntos es un boleto al 50 % de su valor.

Hay comercios tipo “club” en los que Usted tiene que pagar por su membresía. Le dan una tarjeta especial y la ventaja es que puede adquirir productos a un precio menor que en otras tiendas. A veces, estos comercios ofrecen descuentos y precios especiales si paga con ciertas tarjetas de crédito; pero al hacerlo, le cargan un porcentaje por el uso de su tarjeta, cosa totalmente indebida. Si Usted reclama esto, le dicen que entonces pague en efectivo. Todo esto después de haberles pagado por anticipado y por todo un año, su boleto de entrada (tarjeta).

En otras tiendas de autoservicio, le ofrecen una tarjeta personal en la que se van acumulando “puntos” por sus compras; son pequeños descuentos. La tarjeta no tiene ningún costo económico pero le piden los datos de casi dos generaciones atrás, de modo que sí le cuesta tiempo. Con su lista del mandado, llena el carrito y llega a la caja. La cajera le pregunta: -¿Trae artículos con “puntos”? - Usted responde: -No lo sé señorita, ¿no los tiene registrados en su máquina? ¿O qué, si no me los sé no me los da?-. Con estos puntos Usted puede a veces hacer compras de ciertos productos especiales, siempre pagando en efectivo una parte; de modo que se le siguen acumulando los puntos, que nunca resultan suficientes para seguir adquiriendo los vasos, las ollas, la cuchillería o lo que sea que está de promoción. Otras veces puede ir por un melón, plátanos, papas o limones y “no le cuestan”…pero, ¿revisó el precio de los productos no intercambiables por puntos? Para acabarla, llega un periodo en el año en que si Usted no usó sus puntos, los pierde…

También le obsequian cupones de descuento para ciertos restaurantes, pero al presentarlos, hacen todo lo posible por no cumplir con lo que ofrecen: -“¿Qué cree? sí lo teníamos, pero se terminó ayer ¡qué pena!”-

Bueno, hasta para hacer un cambio por equivocación en la talla le hacen a uno firmar casi,casi las escrituras de la casa.

Por otro lado están las instituciones bancarias. En nuestro país, la mayoría son ya extranjeras. Tanto los intereses hipotecarios como las comisiones por servicios son muy diferentes a las que estos mismos bancos aplican (o no) en sus países de origen. En México, alguna autoridad competente –Congreso, secretario de Economía, el presidente– debería o tendría que haber negociado con ellos y decir: -“¿Quieres operar en México? Perfecto, pero vas a ofrecer aquí las mismas condiciones que en tu país de origen”-.

¿Ha tratado alguna vez de devolver un artículo que le salió defectuoso? ¿Ha resuelto, a través de Condusef un cargo que no reconoce en su tarjeta de crédito? ¿Le ha apoyado la Profeco en alguna reclamación? Casi le puedo asegurar que no. La verdad es que sirven de muy poco y nadie está dispuesto a perder el tiempo. Por esa cultura de incredulidad en instituciones tramposas, el mexicano es escéptico y reacio a seguir reglas. Si en nuestras transacciones individuales y personales toleramos y aceptamos estas prácticas dolosas a nivel particular ¿por qué nos sorprende tanto la conducta de senadores, diputados y hasta de ex presidentes?

Durante los últimos días los noticieros sólo hablan de las luchas greco-romanas entre los partidos políticos, que en el escenario del Congreso definen los términos y condiciones de la Reforma Electoral (reparto de recursos). Ya lograron desafanarse de los Consejeros Electorales que no estuvieron a la enanez de sus expectativas en las elecciones del año pasado. Mientras se dan con todo y nos marean con la estupidez de abrir el registro para consejeros del IFE a cualquier hijo de vecino, los mexicanos comunes y corrientes, siempre espectadores de brazos cruzados, los vemos jalonearse, arañarse, aventarse los unos a las yugulares de los otros, mientras resuelven sus diferencias “democráticamente”. Después de desechar “por no reunir las características necesarias, faltas de ortografía, mala letra, ignorancia y poca claridad en sus ensayos” a los más de 70 ingenuos que se registraron para el IFE, ellos seleccionarán a los que se ajusten a sus necesidades. Las comisiones que investigan los excesos del sexenio anterior, dónde quedaron los millones de la Enciclomedia, si hubo o no tráfico de influencias, nexos con el narco, fugas a través de “Vamos México”, todo eso puede seguir esperando. México no se va a mover, no nos vamos a ningún lado. Además, se han empezado a usar ahora dos términos que realmente son originales: se les recomienda a los instigadores de estas investigaciones que no hagan “arqueología política” o “política forense.” Es decir, que se abstengan de sacar trapitos sucios o disectar el pasado. “No me investigues compadre porque tú también tienes cola que te pisen”. En México, cuando alguien reclama algo, el oponente siempre dice: “Pero si tú hiciste lo mismo.”

¿No es tiempo ya de que esa justificación sea inaceptable, que no exonere, que ya no tenga validez? ¿No es tiempo ya de exigir condiciones justas y equitativas? ¿Exigir que se cumpla lo que se promete?

Porque si nos aguantamos los abusos de los bancos, de los empresarios, de las líneas aéreas, de los grandes comercios, y aceptamos sin chistar todo lo que nos imponen sin la menor protesta, también debemos soportar patrióticamente a nuestra clase política y gobernantes.

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