Benjamín Franklin dijo en una ocasión: ?Desconfía del médico joven y del barbero viejo?. Con todo el respeto que este gran personaje de la historia me merece, creo que uno de los peores errores que se puede cometer es el de tener desconfianza en la juventud. Hay quienes se han empeñado en truncar las aspiraciones de los jóvenes, pues creen que son incapaces de encaminar sus acciones hacia el logro de un beneficio para la comunidad. Muy equivocados están quienes así piensan, pues si todos llevaran a cabo sus actividades cotidianas con la vivacidad y entusiasmo que caracteriza a los jóvenes, nuestra historia sería completamente distinta. Estoy seguro que si evocáramos los momentos vividos durante nuestra juventud, de seguro lo haríamos con algo de nostalgia. El primer amor, la manera idealista en que veíamos al mundo, el primer día en la universidad, el maestro del que aprendimos tanto, la primera quincena recibida, en fin, tantos recuerdos que nos hacen decir: ?¡Qué bonito era ser joven!?. Esas cosas buenas de la vida aún perduran, es por eso que no entiendo a quienes condenan a los jóvenes al afirmar que están más descarriados que nunca.
El tener desconfianza en los jóvenes puede tener graves consecuencias. En primer lugar, el joven se podría sentir relegado y estará condenado a convertirse en un ser humano apático, ajeno a la realidad que lo rodea. Esto puede provocar que el joven busque una salida en el consumo de las drogas y el alcohol. Los principales vicios se apoderan de las personas durante su juventud. El tabaquismo es un claro ejemplo de esto.
La Organización Mundial de la Salud estima que cada año un millón de adolescentes empieza a fumar, demostrándose así que ha pasado prácticamente desapercibida la estrecha relación entre el fumar y el morir. Estoy seguro que si existiera mayor confianza en la juventud, muchos de estos vicios dejarían de ser una preocupación. Hay adultos que se lavan las manos afirmando que el futuro de México depende de los jóvenes, sin embargo, ésta es una dura tarea y más cuando escasean las herramientas necesarias para poder ofrecer algo de provecho a la nación. Una de ellas, es la educación.
Muy pocos jóvenes de México tienen la oportunidad de estudiar alguna carrera profesional. Si el precio para inscribirse en las universidades sigue aumentando como hasta ahora, la educación será tan costosa como la ignorancia. Otra herramienta necesaria para construir un mejor futuro para México es el trabajo. Para quienes acaban de graduarse, conseguir empleo puede convertirse en una hazaña.
Es triste ver a los jóvenes recién egresados repartiendo sus currículums como si fueran volantes, a ver en dónde les pueden dar una oportunidad. Ante este panorama, resulta muy positivo el programa planteado por el presidente de la República que en parte beneficiará a quienes recién terminaron sus estudios profesionales o técnicos. Con una base presupuestal de trres mil millones de pesos, el Gobierno Federal subsidiará las cuotas del IMSS durante un año a las empresas que generen nuevos puestos de trabajo. Esto motivará a muchas compañías a contratar gente joven, la cual muchas veces se ve orillada de una oportunidad laboral al no contar con la experiencia requerida. Es increíble cómo en tan poco tiempo Calderón está tomando medidas tan importantes.
Tanto en el ámbito de la seguridad pública y ahora, en el del empleo, había mucho qué hacer y nuestro presidente ha mostrado voluntad para combatir la delincuencia y abatir los índices de desempleo. Recordemos que muchos han sido los jóvenes que han puesto el nombre de México muy en alto. Seguir desconfiando en ellos sería condenarlos a la desesperanza y lo más importante, sería condenar a nuestro país a un futuro poco promisorio.
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