Jaime Uribe de la Mora, director general de Probiomed señala que ahora comercializa sus productos con marca propia, cuenta con una nueva estrategia de mercadotecnia y ventas; Centroamérica y el Caribe, Tailandia, Pakistán y Sudáfrica son sus principales clientes.
El prestigio que ostenta en la industria farmacéutica se resume en tres etapas fundamentales: se dedicó a la elaboración de sulfas y a la producción de heparina; durante los 70 fue un “abastecedor”; básicamente ofertaba principios activos.
Debido a la carencia de recursos y al poco interés que muestra el Gobierno mexicano por crear e innovar en tecnológica y biotecnológica, es difícil creer que una empresa nacional logre alcances internacionales en este rubro en México, esa compañía es Probiomed.
Fundada en 1970 por cinco emprendedores, la marca se dedica a la investigación y desarrollo de productos biotecnológicos, sin dejar fuera de su cartera de productos la fabricación de genéricos.
Cuando la competencia extranjera, principalmente china e hindú, se hizo más fuerte en México, los responsables de esta empresa decidieron renovar su oferta. Jaime Uribe de la Mora, director general de la firma comentó: “todos los medicamentos o cuando menos la gran mayoría, son como una campana de Gauss, por eso nos metimos en este tipo de productos”.
En su inicio funcionó como una planta de síntesis química, proveedora de insumos para las industrias farmacéutica, textilera, de pinturas y papel. Sin embargo, al ser los fármacos los más acordes a sus necesidades y capacidades, terminaron inclinándose por esta opción.
De tal manera que el prestigio que ostenta en la industria farmacéutica puede resumirse en tres etapas fundamentales.
En la primera se dedicó a la elaboración de sulfas y a la producción de heparina; durante los 70 puede ser considerado como un “abastecedor”; básicamente ofertaba principios activos.
Su principal mercado durante esa década fue el europeo a quien vendió heparina a partir de 1976, después de no vender una sola unidad en año y medio por lo que estuvo a punto de quebrar, “nadie nos compraba, finalmente, pudimos vender toda nuestra producción a Hungría”, rememora Uribe de la Mora.
En esos años el precio por millón de unidad de heparina era de 40 dólares (dls) y Hungría compró toda la producción de la empresa mexicana a siete dls, pero ésta cobró a 30 pesos por la devaluación del peso al final del sexenio de Luis Echeverría.
La segunda etapa inicia con la compra del laboratorio “Chenia” y la fabricación y producción de vitamina b-12 y genéricos. En ésta, Probiomed, se enfrenta a las restricciones y obstáculos que le presenta la Secretaría de Salud (Ssa) para poder venderlos al IMSS y al ISSSTE, a través de licitaciones, principalmente “naproxeno” y “micacina”.
La tercera etapa inicia en 1987 cuando incursionan en la biotecnología. En este año Miguel de la Madrid mediante un decreto impide que aspectos como: seguridad nacional, alimentación, el campo y la salud (medicamentos y principios activos) sean patentables sino hasta después de diez años con el fin de desarrollar una industria biotecnológica fuerte en México; más en 1991 se aprobó una nueva Ley de patentes.
“Y esa Ley, de un plumazo borró el decreto de 1987 y no solamente ya los productos eran patentables, sino que además sacaron algunos artículos transitorios retroactivos en donde se podían patentar productos de 20 años para atrás”, asevera Uribe de la Mora.
Ocho años después obtienen su primer producto biotecnológico: “una proteína recombinante”, cuya comercialización inician en 2000 a causa de la reglamentación de 1991, por lo que el directivo denuncia: “nos retrasó el Gobierno la salida de este producto cinco años”.
Como empresa consolidada, Probiomed ahora comercializa sus productos con marca propia, cuenta con una nueva estrategia de mercadotecnia y ventas; Centroamérica y el Caribe, Tailandia, Pakistán y Sudáfrica son sus principales clientes.
A causa de las barreras “no arancelarias” existentes en el viejo continente para los productos biotecnológicos foráneos, se han visto forzados a abandonar este mercado y su mejor cliente durante 20 años, Inglaterra. Probiomed es una empresa con crecimiento sostenido aunque sin resultados espectaculares, cuenta con una plantilla de mil empleados y ventas cercanas a los 50 millones de dólares.
Sin embargo, para ellos esto es un problema ya que por su número de empleados, se le considera “empresa grande”, mientras que los estándares internacionales de la industria farmacéutica, la definen como pequeña.
De acuerdo con éstos, el tamaño de las empresas farmacéuticas se define por sus ventas de tal manera que las que venden más de mil millones de dólares (mmd) son grandes, entre 300 y mil pequeñas y pequeñas las que venden menos de 300 millones.
Y pesar de la competencia existente en el mundo, Probiomed tiene altas expectativas para los años venideros; “los medicamentos de origen biotecnológico, a nivel mundial están creciendo a una tasa del doble de los tradicionales”, enfatiza Uribe de la Mora a este respecto.
Por ello, esperan lanzar nuevos productos en 2008, y otros en cinco y diez años de acuerdo con el avance en las investigaciones. Una de las metas es introducir al mercado uno o dos genéricos al año y un producto biotecnológico cada dos o tres años.
Corriendo contra...
Cuando Probiomed nace se enfrenta tanto la competencia doméstica como a la externa, Uribe de la Mora recuerda que en la Ciudad de México había instalados cerca de 2 mil laboratorios.
- El directivo reconoce que la competencia se hace más álgida cuando laboratorios nacionales importan
principios activos o medicamentos terminados y no producen, funcionando como distribuidores, motivo por el cual no los consideran competencia, “nuestros verdaderos competidores no están en México, están en Estados Unidos, Europa, China, India, Corea”, expresa.
- Así, esta empresa mexicana asume el reto de competir contra Shering, Roche, Novartis, Bayer, Jhonson & Jhonson, Genetech, Biogen y Janssen-Cilag.