El día de hoy se conmemora el 30 aniversario luctuoso de Cecilia Sophia Anna María Kalogeropoulou -María Callas-, quien fallecio a los 53 años de edad por una embolia pulmonar en su apartamento de la Rue Georges Mandel en París. La Callas actuó en Bellas Artes en 1950, 1951 y 1952, cantando óperas hermosas como: Norma, Tosca, El Trovador, La Travista, Rigoletto y Aída, pero al convertirse en una verdadera diva no volvió a visitar nuestro país.
De padres emigrantes griegos, nació en Nueva York el dos de diciembre de 1923. Sus padres la concibieron para suplir el recientemente fallecido hermano y el hecho de que no fuera varón trajo decepción en el seno familiar. En 1937 la familia se regresó a Grecia por problemas económicos. María fue una persona taciturna y acomplejada por la falta de cariño y las comparaciones con su hermana mayor, que al parecer era muy bella, y debido al rechazo de su madre se convirtió en una adolescente bulímica que llegó a pesar más de 100 kilos.
Ingresó a estudiar en el Conservatorio de Atenas siendo admirada por sus maestros debido a su maravillosa voz. En 1949 se casó con Giovanni Meneghini, un hombre 30 años mayor que la conectó con el mundo operístico y la bajó 40 kilos de peso, con él tuvo una relación más de padre e hija que de pareja. En 1959 conoció a Aristóteles Onassis, naviero griego multimillonario, y abandonó a Giovanni para vivir una nueva relación sentimental. Tenían en común ser “los griegos más famosos del mundo”.
La Callas, totalmente enamorada de Onassis, empieza a ausentarse de la ópera para dedicarse a su romance, pero pronto pasó a ser una más de las posesiones del naviero, iniciándose el duro camino de la hipocondría y los tranquilizantes. María quedó embarazada y Aristóteles la obligó a abortar. En esa época él conoció y se casó con Jackie Kennedy y abandona totalmente a la cantante. Ella nunca pudo recuperarse de ese abandono y entró en una fuerte depresión, llegando incluso a perder su magnífica voz, y se retiró de los escenarios. Se recluyó en París negándose a recibir a nadie, siendo lo más probable que la causa real de su muerte haya sido la tristeza y la soledad de sus últimos años, lo que tal vez no hubiese ocurrido si, cuando menos, se le hubiera permitido tener la compañía de un hijo.