EL SÍNDROME DEL NIÑO SACUDIDO
En un artículo periodístico sobre el maltrato en los menores, se hablaba acerca del “síndrome del niño sacudido”, el cual se refiere a cuando el niño, aún en proceso de maduración biológica es tomado de los hombros y sacudido con fuerza, lo que provoca que su cerebro rebote y se produzcan hemorragias internas que, de no ser atendidas a tiempo, ocasionan discapacidad y pueden inclusive originar la muerte.
Este síndrome, con sus diferentes denominaciones, es parte del síndrome del niño golpeado, al que debe darse un tratamiento especial por tratarse de niños pequeños menores de dos años de edad, en particular lactantes hasta de seis meses, cuya sintomatología pasa inadvertida en los primeros momentos para el observador y cuyas manifestaciones pueden confundirse con muchas otras patologías. En este síndrome es imprescindible conocer cuando se trata de un accidente o de una lesión inflingida, porque legalmente el trato para los causantes es diferente; de ahí la necesidad de hacer un diagnóstico certero. Usualmente se presenta cuando el niño llora desconsoladamente y la persona que lo atiende se frustra y pierde el control. La sacudida violenta puede ocasionar lesiones severas en el bebé, daño cerebral permanente o la muerte. Aunque esto ocurre generalmente en menores de dos años, se puede ver hasta en niños de cinco.
El síndrome del bebé sacudido puede presentarse inclusive con una sacudida de tan sólo cinco segundos y ocurre sobre todo cuando existe tanto la aceleración (la sacudida), como desaceleración (cuando topa la cabeza con algún objeto). Inclusive aunque sea un objeto suave como una almohada puede ser suficiente para que un pequeño o un recién nacido se lesionen. El resultado es un tipo de lesión similar al que se observa en un choque automovilístico.
Generalmente no se observan signos físicos externos de traumatismo, pero pueden detectarse cambios en la conducta del niño como irritabilidad, letargo, piel azulada o pálida, vómitos o convulsiones. El hecho de sacudir a un bebé o a un niño pequeño, puede causarle otras lesiones como daño al cuello, la columna y los ojos con posible pérdida de la visión debido a hemorragia en la retina.
Por estos riesgos que pueden sufrir los pequeños es importante que las madres, si no hay una necesidad económica apremiante, permanezcan en sus hogares cuidando a sus hijos para no depender de personas ajenas que no les proporcionen los cuidados y el cariño necesarios para su sano desarrollo físico y mental. Recuerden que, salvo lamentables excepciones, sólo el amor de la madre tolera ampliamente el llanto de los hijos...