EL ENTIERRO
Cuando el familiar fallece casi siempre hay un descontrol grande en la familia, ya sea que la muerte sea repentina, por accidente, o que ya se tenga previsto que ocurrirá de un momento a otro debido a una enfermedad terminal. De cualquier manera existe la angustia, porque la esperanza nunca se pierde.
Ahora existen servicios funerarios de “pague ahora y muérase después” –inclusive a plazos fáciles y económicos-, lo que, aunque parezca chusco, es una gran ventaja porque la familia está preparada para esos momentos. Cuando algo así ocurre, el familiar llama a la funeraria de inmediato, llegan por el finado mientras lo alistan en la capilla fúnebre los deudos a su vez lo hacen para enfrentar esa pena tan grande y llamar a parientes y amistades.
Estas ventajas no las tienen quienes tienen sus familiares en el extranjero. Leí una nota muy interesante en El Siglo de Torreón sobre los indocumentados que fallecen en los Estados Unidos y las cantidades exorbitantes que tienen que pagar para poder ser sepultados en su país de origen, con las consecuentes ganancias para los que se dedican a este negocio. Naturalmente que ser enterrados en la Unión Americana les sale mucho más caro, de ahí que el problema realmente es muy agudo.
Lo que resulta menos caro es que el Consulado de su país los ayude con incinerar el cuerpo y lo envié a su país de origen por valija diplomática, pero solamente un cinco por ciento de los familiares lo acepta porque “es muy importante que la gente vaya a orarle al muerto”. Y con esa mentalidad, se enfrentan al vía crucis que significa regresar el cadáver a sus deudos.