La comunicación por medio del sonido no es exclusivo del hombre, muchos otros seres vivientes lo hacen pero en nuestra especie alcanza su culminación, se llega a pensar que a partir de la palabra la mente humana se formó y desarrolló, la capacidad de expresar con sonidos las ideas y emociones, describir cosas y situaciones pasadas, presentes o futuras, creencias o certezas, posibilidades o imposibilidades nos permiten logros que son exclusivas de nuestra especie.
Por el lenguaje aparece la escritura permitiendo la comunicación a través del espacio y tiempo, la imprenta al inicio y la sorprendente tecnología actual hace que la comunicación por medio de la palabra escrita y sonora sea en buena medida el cincel de nuestra mente, la importancia sobre el individuo y las masas es enorme siendo el estado el naturalmente responsable de que se haga buen uso de esta enorme fuerza, ¿la libertad debe de padecer el libertinaje? ¿O los términos se confunden maliciosamente en busca de intereses económicos y de poder?
No se puede dar libertad a un esquizofrénico o demenciado, ¿hasta qué grado se puede dar libertad al enajenado por la manipulación y sugestión?, la libertad debe permitir el despliegue de las capacidades innatas que por supuesto incluye la inteligencia, el límite es no dañar a otros o invadir la libertad de los demás, ¿cómo se puede establecer esto con raciocinio y justicia?
La libertad humana no es producto directo de un sistema político aunque lo favorece o entorpece, se logra en la medida que se tenga idea de la realidad, la verdad es otro término que complican y ajustan a ideas y fantasías, pero indica sólo que tanto se retira del error y la mentira.
Nuestros ancestros pre-históricos podían con la palabra comunicar a sus semejantes intereses o deseos, hacer planes para recolectar, cazar o defenderse, trasmitían a las nuevas generaciones su conocimiento y experiencia, esto aumentó la eficacia de sus acciones elevando la posibilidad de sobrevivir como individuo y como especie, sin embargo la comunicación básica debía ser de la realidad, los errores se pagaban caros en forma inmediata, en la actualidad también se pagan, puede ser en forma inmediata pero es común que tarden, es éste ya no se relaciona causa efecto.
La palabra también se usó para expresar fantasías y creencias, lo que su conocimiento no podía explicar lo hacía su imaginación, la inteligencia le permitió adaptarse y manejar su entorno, el anhelo natural de dar explicación a todo le llenó de fantasías.
La palabra continúa siendo la forma más común de comunicarnos, sin embargo existen riesgos al mal manejo del pensamiento y de las palabras que lo expresan, al escuchar conversaciones es frecuente escuchar ideas, pensamientos y conclusiones equivocadas que provienen de información errónea y de la ligereza de pensamiento, pareciera intrascendente e inocente hablar y pensar de esta forma pero las consecuencias son desastrosas, le hace falta disciplina al pensamiento y las palabras deben cumplir lo mejor posible su objetivo, es frecuente que el exceso de palabras disminuyan la importancia de la idea que se desea transmitir, es absurdo que las palabras aparezcan como reflejo y el pensamiento se someta a ellas empujando la actitud o acción equivocadas.
Las palabras se usan para ordenar, manipular y sugestionar a otros, el obedecer es sano cuando se trata de una autoridad racional, obedecer las órdenes del autoritario es perder dignidad y auto valía, el ser manipulado cuando no existe conciencia puede ser incluso agradable, la sugestión es una fuerza enorme en la actualidad, sobre ella descansa en mucho la estructura social y económica, el uso de la palabra y actualmente de la imagen tienen gran éxito para lograr el control de las masas, con frecuencia es difícil diferenciar la realidad, mentira o manipulación de lo que muchos medios de comunicación dicen.
La palabra que ha sido el motor de la inteligencia y una herramienta que nos ha permitido sobrevivir puede ser un factor que nos destruya, como “el canto de las sirenas” nos obnubila y enajena, en esta situación podemos chocar con las rocas del mar o del precipicio.
Como medio de comunicación diaria y en la relación directa con los demás la palabra puede enriquecer, desesperar, desorientar, engañar, molestar o agradar, depende de quienes se comunican y de los que reciben la comunicación
Hablar mucho y decir poco es comparable a tener mucha paja y poca semilla, para algunos es desesperante, pero mucha semilla y poca paja para otros es ser cortante y agresivo, a nuestra cultura le gusta la paja, a otras como en Japón o Alemania se va más al grano, ¿cuál será mejor?, indudablemente el grano es nutritivo, la paja puede ser irritante, en todo caso se necesita estómago de rumiante para digerirla.
La palabra tiene como objetivo natural comunicar la realidad interna o externa de forma clara, pero puede ocultarla y distorsionarla, es un recurso que ayuda a construir como sólo el humano puede hacerlo, pero llega a destruir impresionantemente, la palabra es lo que nos caracteriza como especie y es la manifestación inmediata de lo que pensamos, el pensamiento puede volátil como papalote sin hilo, empuja a perder contacto con la realidad, el evitarlo es lo que lo hace creativo.
Nuestra cultura debiera de tener como prioridad separar la realidad de la mentira, respetar la fantasía del niño para favorecer la imaginación creativa del adulto, pero evitar el prejuicio y las creencias sin fundamento que provienen del primitivismo y son potencialmente destructivas, al escuchar hablar a los demás percibimos que tanto se encuentra en la realidad, la educación universitaria o tecnológica de la mayoría de las escuelas no garantizan que el cerebro esté funcionando en alto nivel, puede estar adiestrado y con la información específica para una actividad, pero frente a la realidad es sólo un grano insignificante.
La palabra además de ideas muestra afectos, una dura y fuerte como martillo puede intentar construir amorosamente, una suave como la seda puede planear la muerte, conocer quién la produce y la inteligencia del que la recibe puede servir para distinguir la diferencia.