Dicen que a los amigos hay que tenerlos cerca y a los enemigos todavía más cerca para poder vigilarlos. A estas alturas ya no está tan claro si Elba Esther Gordillo es aliada de Felipe Calderón o habrá de convertirse en Judas del sexenio, de lo que no hay duda es que está metida hasta la cocina de la estructura gubernamental.
La Maestra había pedido una porción importante del pastel en el nuevo Gobierno Federal. Solicitaba, entre otras posiciones, la Secretaría de Educación Pública (para sí misma), una Secretaría en el Gabinete económico (para Tomás Ruiz) y la Secretaría de Seguridad Pública (para Miguel Ángel Yunes), varias dependencias del Gabinete ampliado y varias subsecretarías.
Calderón consiguió evitar que el SNTE se quedara con la conducción de la SEP, colocando a Josefina Vázquez Mota, ajena a la Maestra, aunque no pudo impedir que el yerno asumiera la Subsecretaría de Educación Básica. Por otro lado, el SNTE obtuvo el ISSSTE (Miguel Ángel Yunes), la Lotería Nacional (Francisco Yánez) y la secretaría técnica del Sistema Nacional de Seguridad Pública (Roberto Campa).
Uno de los muchos problemas que enfrenta Calderón es la cantidad de actores políticos que se acreditan el mérito de su triunfo. Las televisoras, los organismos empresariales, el presidente del PAN y la maestra Elba Esther Gordillo, entre otros, dan por sentado que Felipe no estaría en Los Pinos si no fuera por su apoyo. Fue tan escaso el margen de triunfo que arrojó el dos de julio, que probablemente todos ellos tengan razón. Pero quizá ninguno en la proporción que Gordillo y su grupo.
La lista de argumentos es larga: El papel de ?cómplice? que hizo Roberto Campa, candidato del Panala la Presidencia, en los dos debates televisados para atacar a los enemigos de Felipe y hacer el trabajo ?sucio? de denuncia; la campaña ?uno de tres? reclamando un voto para el Panal y haciendo la labor con las bases para que otro fuera para Felipe; el trabajo electoral del partido y del SNTE en contra de López Obrador; el intenso cabildeo de Gordillo con los gobernadores del PRI para apoyar al candidato panista o estorbar al perredista.
Lo cierto es que el grupo político del SNTE ha cobrado su deuda, y lo que se le ha concedido no es poca cosa. Nada menos que el control total de la educación básica en nuestro país. Además de las consecuencias políticas que representa esta concesión, las implicaciones para el desarrollo (o la falta de él) serán brutales.
A diferencia de otros sectores sociales, el problema con la educación no es la falta de gasto público (por lo menos no el problema principal), ni un rezago vergonzoso en la cobertura. En México la mayor deficiencia tiene que ver con la pésima calidad del servicio.
El gasto público dedicado a la educación equivale a casi la cuarta parte del presupuesto federal y representa un 5.4 por ciento del PIB. Un porcentaje respetable, similar al de los países desarrollados. De igual forma, los indicadores globales no son para presumir, pero son decorosos entre los países en desarrollo.
El promedio de años de escolaridad llega a 8.3 por persona, es decir casi incluye la secundaria. La tasa de analfabetismo se ha reducido a 7.7 por ciento de la población.
Sin embargo, en los estudios sobre calidad de la educación México es uno de los más atrasados con respecto a los países de la OCDE o los equivalentes a su nivel de desarrollo. Más preocupante aún, la calidad de la educación en México no ha avanzado pese a los enormes recursos dedicados al sector. La mayor parte de la explicación de este estancamiento tiene que ver con la política. O mejor dicho, con el SNTE.
El magisterio absorbe 90 por ciento del gasto total en educación. En Estados Unidos los salarios son inferiores al 50 por ciento del gasto educativo, por ejemplo. Una parte del problema es que el éxito profesional dentro del magisterio depende más de la lealtad al sindicato que al desempeño en las aulas. El SNTE se ha negado a aceptar cualquier sistema de responsabilidad académica en el otorgamiento de bonos. El crecimiento año con año del gasto en educación, no ha sido el resultado de una estrategia para el desarrollo social o cultural, sino una derrota frente a la presión política del grupo encabezado por Elba Esther Gordillo, al cual va destinada la mayor parte de los incrementos.
Otto Granados Roldán ha dado algunas razones para entender por qué no aumenta la calidad de la educación, a medida que aumenta el gasto: el promedio de días pagados a los maestros de educación básica en el país es de 466 al año. Es decir, ganan casi 16 meses de salario por año, sin incluir otras compensaciones en monto fijo; su carga de trabajo, según el Instituto Nacional de Evaluación Educativa, incluye sólo, prácticamente, sus horas frente a grupo y tienen al menos 90 días de vacaciones anuales.
La decisión Felipe Calderón de ?entregar? la titularidad de la subsecretaría de educación básica a Fernando González, yerno de Elba Esther Gordillo, no hará sino consolidar el secuestro de la educación preescolar, primaria y secundaria por parte de este grupo político, pues se fortalece en las dos puntas del proceso.
Son simultáneamente los patrones y los trabajadores del sector. En el pasado el SNTE era el principal destinatario de los recursos que se canalizaban a la educación, ahora ellos mismos serán los administradores.
Calderón no quiso confrontar a Elba Esther Gordillo en el arranque de un sexenio tambaleante, lo cual es comprensible. Pero no está clara la manera en que podría prescindir en el futuro de un grupo cada vez más poderoso y al que ahora ha ayudado a fortalecer. El presidente Calderón ha entregado la educación básica del país a una facción política a cambio de su lealtad. Una irresponsabilidad como jefe de Estado. Algo que a pesar de su frivolidad ni siquiera Fox estuvo dispuesto a hacer. (www.jorgezepeda.net)