El miércoles de esta semana como de costumbre empiezo a observar en la agencia de noticias Reuters el panorama del acontecer mundial y me encuentro con una noticia que me dejó perplejo. La nota decía algo así como “El ex funcionario responsable de la calidad de alimentos y medicinas en China fue sentenciado a la pena capital este martes por aceptar sobornos para aprobar, entre otras medicinas, un antibiótico que habría causado al menos 10 muertes”. Sí, aunque parezca irreal el jefe Estatal de la Administración de Alimentos y Medicinas de china, Zheng Xiaoyu, fue condenado a la pena de muerte el pasado mes de mayo por haber aceptado sobornos de algunos laboratorios médicos para avalar fármacos que causaban graves riesgos a la salud por su falta de calidad, la ejecución de este alto funcionario público chino fue confirmada por la televisión estatal y la agencia oficial de noticias Xinhua.
En el periodo en que Zheng ejerció su cargo (1998 y 2005) aprobó el uso de seis medicamentos que, según se comprobó, no servían para nada o por el contrario causaban considerables daños a la salud. Los fabricantes de los malos medicamentos utilizaron documentos falsos en complicidad con el funcionario chino para lograr su aprobación, según informo la prensa estatal china. Cuando a la vocera oficial de este departamento, Yan Jiangying, se le pidió que se pronunciara; dijo: “Los escasos funcionarios corruptos” de la agencia en que sirvió Zheng “son la vergüenza de todo el sistema”. De todo el sistema chino, imaginemos por un solo momento si una situación similar a ésta pasara en cualquiera de los países de Latinoamérica, si en nuestros sangrados países donde la corrupción día tras día se convierte en un ejercicio cada vez más legitimado por la falta de justicia, se adoptara una medida similar, ¿dónde estaríamos?
Cuando leí la noticia fue inevitable que hiciera un pequeño ejercicio mental, impulsado por la ejemplar condena del jefe chino Zheng y su colaborador Cao Wenzhuang, ex director del departamento de inscripción de medicamentos, quien a propósito también fue acreedor a la misma sentencia, busqué algunas estadísticas sobre la corrupción en América Latina, algo de la Human Right, algo de las listas de ONG y fundaciones independientes, llevándome la enorme sorpresa de que si las acciones de corrupción, (muchas de la cuales han sido más graves), cometidas en nuestros países fueran castigadas con este tipo de pena, ya se habría exterminado un número de habitantes similar al de la población de un país como Uruguay, (1’325,968, habitantes), pero: ¡Atención! estas cifras son solamente de los últimos 30 años, donde funcionarios de todos los países latinoamericanos han sido investigados, procesados o simplemente se han visto envueltos en casos de corrupción mucho más graves que el de los chinos.
La agencia oficial de noticias china Xinhua dijo que Zheng, de 63 años, fue ejecutado “con la aprobación del Tribunal Supremo del Pueblo” Tribunal mismo que decidió en un acto humanitario suspender la condena de Cao Wenzhuang, por dos años, ya que sostienen que si este funcionario por ser el segundo en grado de responsabilidad, muestra síntomas de rehabilitación y readaptación a la sociedad, considerarán su sentencia, la cual será canjeada por la cadena perpetua. Tendríamos que considerar verdaderamente este tipo de muestras de justicia y aplicación de la Ley, ya que un dato curioso es que los funcionarios públicos de China que son condenados a prisión, no gozan de ningún tipo de beneficio, es decir no les otorgan excarcelación, casa por cárcel, nada, van a cumplir su sentencia en una prisión normal, de ésas cuyos huéspedes son delincuentes comunes.
Como dijo el poeta: “justicia es libertad, libertad es saber actuar”.
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