Los hombres se alejan de las problemáticas, preguntonas y sabe lo todo.
La mayoría de los hombres coincide en que hay mujeres que simplemente los espantan. Ellos les dan la vuelta, incluso, a relaciones que parecían buenísimas y huyen despavoridos porque se asustan. Pues bien, aquí va el tipo de mujeres que procuran no llevar a la cama.
• Evitan a las segurísimas de sí mismas, a las que nada les falta y que todo lo saben, porque los hacen sentir “desechables”. A estas mujeres las perciben distantes.
• Se alejan de las problemáticas, de las que no saben si pueden aceptar otra cita porque están llenas de pendientes; de las que si las invitan al cine, opinan que sería mejor ir a comer. En fin, de las que siempre tienen un problemón que enfrentar, y angustias existenciales de diverso calibre, como la mínima de si serán capaces de dejar el perro solo por pasar una noche fuera de su casa.
• También ponen distancia de por medio de las que deciden sin consultarlos: las que reservan mesa en un restaurante, compran boletos para una película o las que les terminan las frases que ellos empiezan, ¡vaya!, y les imponen hasta el motel al que deben ir, cuando no han llegado a ese punto.
• Ni qué hablar de las mujeres que son puro drama, que hacen de una discusión en el trabajo de una factura sin pagar o de un dolor de cabeza, tragedias insuperables que su pareja debe compartir con detalles, incluso cuando ambos están sin ropa.
• También apartan de las sábanas a las que sólo hablan de dinero, de las maravillas que conocen y de todo lo que gastan, al igual que a las fanáticas del orden y la limpieza, que antes de besarlos quitan las pelusas de la cama y doblan la ropa interior.
• Las que se creen divinas y aseguran que todos los hombres se quieren acostar con ellas, lo mismo que las que les ponen condiciones y describen de entrada al tipo de galán que esperan.
• Los señores consideran capítulo aparte a las obsesivas, celosas y preguntonas. Estas son una pomada antilujuria que todo lo apaga.
Pero bueno, ojalá los solteros reconocieran que, en última instancia, somos nosotras las que decidimos acostarnos o no con ellos.