Los ecuatorianos despedirán 2007 y darán la bienvenida al Año Nuevo con la quema de monigotes que representan a políticos o personajes famosos que la costumbre popular arroja a la hoguera como simbólica protesta ante promesas o esperanzas fallidas.
Este año el presidente de Ecuador, Rafael Correa, estará entre los "condenados" por los ciudadanos, que antes de la quema amontonan estos "Años Viejos", o monigotes de cartón, papel y serrín en las veredas de sus casas para patearlos o golpearlos.
También les ponen cartas con detalles de su vida que quieren olvidar. Cuando el reloj da la medianoche, les prenden fuego.
Los personajes preferidos para llevar a la hoguera este fin de año son, además, el magnate y asambleísta constituyente, Álvaro Noboa, los ex jefes de Estado Lucio Gutiérrez, y León Febres Cordero, dijo a Efe el dueño del "Palacio de la careta", Vicente Paredes, uno de los distribuidores de máscaras en el país.
Según Paredes, quien elabora las caretas desde los primeros días de enero, la ciudadanía prefiere quemar a los políticos para desahogar la "ira" que tienen contra ellos por su mal desempeño en del Gobierno.
La elaboración de monigotes se han convertido en un negocio para varias familias ecuatorianas, que los venden a precios de entre tres y seis dólares.
Los comerciantes son optimistas en que el negocio mejore en las últimas horas del 31 de diciembre, cuando se produce una venta masiva de los "Años Viejos".
La elaboración de monigotes es tan popular en el país andino que en diferentes ciudades realizan concursos y uno de los más concurridos es del Ayuntamiento de Quito, en una vía principal de la capital.
Monigotes de dos metros con cierto grado de movilidad, acompañados de sus "viudas", que son hombres disfrazados de mujeres, bailan alrededor del "Año Viejo", pidiendo una colaboración para la manutención de los hijos que supuestamente quedan huérfanos.
Los adultos, por su parte preparan los cábalas para que el próximo año esté lleno de prosperidad, amor y dinero.
Algunos ecuatorianos suelen comer doce uvas, mientras tocan las doce últimas campanadas, otros en cambio suelen pasear con una maleta en mano la manzana de su residencia, pues la tradición augura un sin número de viajes durante el año.
Hay ciudadanos, en cambio, que ponen dinero en su zapato derecho para que el año venidero esté cargado de una buena finanza, y otros, mientras tanto, lanzan doce monedas al monigote con la única finalidad de que el dinero abunde en ese hogar.