Muchos periodistas incurrimos en errores de apreciación y consecuentemente en injusticia cuando juzgamos a nuestros gobernantes, ya que nos fijamos más en lo que pasa que en lo que se hace; damos mucha importancia a lo superfluo y desatendemos lo trascendente; nos fijamos en los modos y en los gestos y no en las obras y en los hechos: somos triviales por naturaleza y campeones en escepticismo.
¿Asistirás al informe del gobernador? pregunté a una persona que juzgaba interesada en los quehaceres públicos. No, respondió y agregó: “esa película ya la vi antes”. Alguna reacción notó en mi rostro que agregó: “es un ‘remake’ no me interesa”. Bueno, levanté los hombros, yo si voy a ir: algo nuevo e importante dirá Moreira. Él respondió: “Qué va a decir, si es un político”. Claro, le contesté, es un político, pero de nueva generación.
La verdad es que el gobernador Moreira entró a la sala del Teatro de la Ciudad con la informalidad que corresponde a su edad. Al notar su presencia la gente empezó a aplaudir y conforme avanzaba por el corredor se oían más palmas; fue hasta el frente, saludó a las personalidades de la primera fila y subió por la escalinata del lado izquierdo del foro, y sin más anuncio ni protocolo se detuvo en el podio para iniciar su Informe “de resultados”, advirtió.
Pensé en los antiguos informes de Gobierno que eran toda una solemnidad.
Cuánto trabajo y dinero costaba reproducir el presídium del Congreso del Estado, trasladar las mesas y las curules para los representantes populares quienes, todos de negro hasta los pies vestidos, adoptaban distintas posiciones simulando un profundo interés por el texto que leía (hubo alguno deletreado) el gobernador en turno, párrafo tras párrafo.
Cuánta atención se ponía en la lectura que alguna vez, muchos ciudadanos lo recuerdan, otro gobernador leyó y leyó y leyó hasta que se le acabaron las hojas, sin percibir que había leído y releído su trascendental documento en original y copia, sin que él y sus oyentes lo advirtieran.
Menos mal que su despistado secretario solamente había agregado una copia.
Ayer fue otra cosa: el gobernador Moreira Valdés no necesitó leer documento alguno: sin más apoyo para su caletre que un papel doblado que sacó del bolsillo de su saco deslizó ante el público presente la cuenta de resultados del segundo año de su gestión política y administrativa. Con buen humor, sin adoptar poses trascendentales, hizo gala en tres horas de su experiencia de profesor ante el grupo de oyentes, con lo que su mensaje discurrió, capítulo tras capítulo, apoyado en una pantalla que contenía evidencias escritas y orales de lo que expresaba.
Así se escucharon con sumo cuidado y divertida atención cada una de sus frases y oraciones. Nos condujo desde el capítulo económico, que arroja sumas impresionantes de la inversión privada desde 2.9 millones de dólares diarios entre los años 1993 a 2005 contra 6.4 millones de dólares cada día en el periodo Moreira (2006 y 2007). De 98 empresas que tienen concretada su inversión, Coahuila recibe actualmente un impacto positivo de 6.4 millones de dólares en diversas inversiones productivas que han logrado generar 54 mil 036 empleos formales.
Las cifras apabullan rubro a rubro. Mientras escuchaba los planes de infraestructura productiva en Saltillo, Torreón, Monclova, Frontera, Piedras Negras, Ciudad Acuña, etc. pensé en aquel Coahuila del medio siglo XX que parecía anclado en el XIX por toda la vida, con una hacienda pública mas que pobre... pobretona. ¡Cómo ha cambiado todo! Y cuán ignorantes fuimos al censurar el proyecto globalizador de Carlos Salinas de Gortari, sólo porque interrumpía el sueño nacionalista de soberanía e independencia en que, a puro tirón, había crecido el país después de una dictadura de 30 años entre los siglos XIX y XX; luego de dos revoluciones democráticas y dos efímeros gobiernos, maderista y carrancista, que transcurrieron acechados por la ambición de los vecinos del Norte; después de dos guerras mundiales con los efectos agotadores de sus respectivas postguerras y con un periodo intermedio de crecimiento económico y social, más no político, salteado de sacrificios sociales y económicos, devaluaciones monetarias y sangrientas represiones ante la inconformidad popular.
Ahora vemos que los positivos resultados del crecimiento económico y social de la Entidad están, por obra y gracia de la globalización económica, muy distantes y muy por encima de aquel pequeño espejismo liberal que nuestra tozudez histórica defendía tanto. Y es Humberto Moreira, un muchacho de 40 años el qué, con obras más que con razones, nos lo dice. Quién hubiera pensado en 1952, cuando se manejaban presupuestos fiscales estatales de 60 millones de pesos, que al finalizar el año 2007 el Gobierno de Coahuila iba a ejercer casi 6 mil millones 643 pesos anuales en inversiones económicas concretas, empresas sociales, desarrollo económico y empleo, economía rural, infraestructura productiva, puentes vehiculares, carreteras, pavimentación de caminos rurales, educación pública, salud pública, asistencia social, vivienda, seguridad pública, atención a víctimas en siniestros, trabajo legislativo, etc.
Quien dude, como el que les platiqué al principio, que todo esto es una realidad, puede tomar la carretera y viajar al Poniente a la región lagunera, y de allí al Norte hasta Monclova y luego al Poniente; e ir más al Norte hasta llegar a Sabinas y luego otra vez al Poniente rumbo a Nueva Rosita, San Juan y Múzquiz y para finalizar tornar al Norte, en la región de los 5 manantiales; ver Nava con inversiones mineras, diversificadas ahora por la planta cervecera de Corona; llegar a Piedras Negras y de ahí ir a Acuña para recorrer los municipios y constatar las obras públicas que allá se realizan. Quizás se canse, pero regresará satisfecho y esperanzado. Estoy seguro que a punto de llegar el tercer informe de Moreira me va a preguntar: “Oye ¿dónde consigo una invitación?... Hay razones para el optimismo.
