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Recuerda a su padre

Guadalupe Rivera Marín, hija de Diego Rivera. 



Diego Rivera, mientras trabajaba en 1964.

Guadalupe Rivera Marín, hija de Diego Rivera. Diego Rivera, mientras trabajaba en 1964.

EL SIGLO DE TORREÓN

Guadalupe Rivera Marín asegura que la vida de Diego Rivera fue productiva, intensa y muy dramática

MÉXICO, DF.- Guadalupe Rivera Marín dice que la vida de su padre Diego Rivera- fue productiva, intensa y muy dramática, en una plática que ofreció en el marco del 50 aniversario luctuoso del famoso pintor y muralista mexicano.

“Cada vez que abro y analizo los pasajes tan duros y difíciles que tuvo que afrontar a lo largo de su existencia, lo admiro más y me pregunto cómo pudo vencer tantos cambios”.

Asegura que Diego Rivera debe mucho a Veracruz, pues en la visita que realizó en 1906 su talento asombró tanto al entonces gobernador del Estado, Teodoro A. Dehesa, quien al verlo dibujando le expresó al padre del joven pintor: “Don Diego, no se preocupe, el Gobierno de Veracruz ayudará a su hijo a que vaya a estudiar a Europa”.

Recuerda que a su llegada a Europa en 1907, Diego Rivera conoció a intelectuales y pintores de la época. Sintió fascinación por Cezanne, quien lo introdujo al cubismo, y a Mondrian, cuyo estilo abstracto reprodujo en algunas pinturas, además, recibió elogios de Joaquín Sorolla, quien al ver sus obras le auguró: “Vas a ser un gran artista”.

También evoca el primer matrimonio del pintor con Angelina Beloff, con quien el artista tuvo un hijo que murió a causa de una epidemia de gripe en el verano de 1918.

La historiadora e investigadora del muralismo mexicano relata cuando el general Álvaro Obregón se convirtió en presidente de la República a fines de 1920, entonces José Vasconcelos fue nombrado Secretario de Educación e inició un vasto programa de educación popular, incluyendo la pintura de murales en edificios públicos que actualmente permanecen como referentes de la historia revolucionaria.

“El programa de pintura mural de Vasconcelos comenzó invitando a los pintores Roberto Montenegro, Xavier Guerrero, Gabriel Fernández Ledesma y al Dr. Atl, para que decoraran la antigua iglesia Jesuita de San Pedro y San Pablo. Vasconcelos pensó acerca de la preparación de otros pintores que podrían trabajar en dicho programa, entre ellos, Rivera y Siqueiros.

Rivera estaba entonces en Europa y Siqueiros vivía con el apoyo de Vasconcelos”.

Ambos pintores, Rivera y Siqueiros, viajaron a España e Italia donde, al tiempo que aprendieron las técnicas de los periodos prerenacentista y renacentista, publicaron una proclama política en pro de los pintores de América. Después regresaron a México para iniciar su programa de pintura mural.

En 1922, Rivera inició el mural La Creación en el Anfiteatro Bolívar en la Escuela Nacional Preparatoria, en el que fue ayudado por Carlos Mérida, Jean Charlot, Amado de la Cueva y Xavier Guerrero.

Al mismo tiempo, Orozco, Siqueiros y Rufino Tamayo pintaron los corredores y las paredes de la escalera de la misma escuela.

A fines de 1922, Rivera se unió al Partido Comunista. Casi inmediatamente se convirtió en líder de los artistas revolucionarios mexicanos, especialmente de los muralistas.

David Alfaro Siqueiros convenció a Rivera de crear una organización política entre los artistas muralistas e invitó a Carlos Mérida, Amado de la Cueva, Ramón Alva Guadarrama, Xavier Guerrero, Fernando Leal, José Revueltas y Germán Cueto, con el propósito de crear la Unión de Trabajadores Técnicos, Pintores y Escultores, con el apoyo de José Clemente Orozco.

Su manifiesto proclamaba como principio político lo siguiente: “Repudiamos la llamada pintura de caballete y todo el arte de los círculos ultraintelectuales, porque es aristocrático y glorificamos la expresión de arte monumental porque es del dominio público”. Los panfletos pintados y distribuidos por la unión se transformaron en el periódico El Machete.

Como secretario de Educación Pública, Vasconcelos contrató a la mayor parte de estos pintores para realizar los murales en las paredes del nuevo edificio. Diego Rivera pintó la nueva ideología del movimiento revolucionario, especialmente la relacionada con Emiliano Zapata y la lucha por la tierra y los trabajadores.

Después de un recorrido por diferentes pasajes y anécdotas de la vida de su padre, la doctora Rivera Marín se refiere al último capítulo ocurrido el 24 de noviembre de 1957, cuando Diego Rivera sufrió un infarto en su estudio de San Ángel que le causó la muerte. Sus restos se depositaron en la Rotonda de las Personas Ilustres, en reconocimiento a su producción plástica y su legado artístico a la Nación mexicana y el mundo entero, pero contraviniendo su última voluntad.

Guadalupe Rivera Marín manifiesta su satisfacción de que en ocasión del quincuagésimo aniversario de su muerte, su padre “esté recibiendo los reconocimientos que merece por haber sido un hombre extraordinariamente humano, que siempre estuvo entrelazado con las necesidades del pueblo mexicano; por haber tenido como una de sus principales inquietudes dar a conocer al mundo entero lo que fuimos y por haber trabajado toda su vida por reconstruir la historia de México”.

La heredera y presidenta de la Fundación Diego Rivera nació en Guanajuato, es doctora en derecho, estudió economía y desde muy joven se dedicó a la política. Fue tres veces diputada federal, la primera a los 14 años de edad, y senadora por su estado natal.

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