Rosa Delia Hernández Valle, de 52 años de edad, dejó a su madre y el recuerdo de su hijo en Honduras, país del que salió el pasado 24 de abril en busca del llamado “sueño americano”. Junto a otras mujeres migrantes de Centroamérica, Hernández Valle pasó el Día de las Madres en la zona de vías de Tultitlán, Estado de México, a la espera del paso del ferrocarril que la acerque a su destino. (El Universal)
Margarita Salcido recibió el mejor regalo al recuperar a su hijo, quien fue raptado cuando tenía sólo 11 meses.
Margarita Salcido Guerrero recibió el mejor regalo que puede tener una madre: recuperó a su hijo, a quien se lo habían robado, hacía 16 años.
Con lágrimas en los ojos y visiblemente emocionada, Margarita explicó que en noviembre de 1991, su ex pareja sentimental y padre del niño, Carlos Ochoa, llegó a la casa de su hermana y le pidió que le dejara sacar un momento al pequeño, José Carlos Ochoa Salcido, de tan sólo 11 meses de edad.
“Nosotros nos habíamos separado porque la relación no resultó, en ese entonces, yo ya tenía dos hijos, pero no quería separar a mi hijo de su propio padre, por eso permitía que lo viera en la casa, pero nunca pensé que se lo iba a robar”.
Mi hermana, comentó la entrevistada, dejó que mi ex esposo se llevara al niño porque nunca pensó que se lo iba a llevar a los Estados Unidos, con una de sus hermanas.
“Desde ese día empezó mi calvario. Presenté una denuncia penal en la Procuraduría estatal, además de que me dediqué a investigar en dónde podría estar mi hijo. Visité varias ciudades de California en donde me decía que podía estar mi pequeño, pero nada”.
Yo nunca perdí la esperanza de encontrar a mi hijo, aun cuando me decían que no lo localizarían, ya que me lo habían quitado cuando apenas tenía 11 meses de nacido, comentó la entrevistada. La fe es lo único que no murió en Margarita Salcido, pese a veces se sentía desesperada e impotente.
“Mi hijo mayor, quien cargaba a Carlitos, se puso muy mal, porque creía que era su culpa y que nunca íbamos a encontrar a su hermanito, incluso perdió temporalmente la memoria. Yo estaba desesperada, quería volver a ver a mi hijito”, comentó la ahora feliz madre.
Durante 16 años peregrinó por oficinas públicas, direcciones falsas que le eran entregadas, pistas equivocadas y hasta burlas. Hasta que este martes ocho de mayo recibió la ansiada llamada de la Procuraduría General de Justicia del Estado, en la que le decían que habían localizado a su hijo.
Desde hacía un mes, autoridades policiacas habían ubicado a José Carlos, ahora de 17 años de edad, en una escuela de Arizona, por lo que iniciaron las indagatorias correspondientes para comprobar que se trataba del joven buscado.
A través de los convenios de enlace internacional se logró el reencuentro entre madre e hijo, el cual se registró la tarde del martes ocho de mayo.
“Cuando me informaron eso no lo podía creer, incluso creía que era una llamada falsa, de esas que te piden dinero, pero no era así. Entonces me dieron la dirección y unos agentes me acompañaron a que reconociera a mi hijo. Yo sólo tenía fotos de cuando él estaba recién nacido”, dijo.
Cuando lo vi, comentó todavía emocionada y con el olor del ahora joven a flor de piel, se me hizo que era idéntico a mí, de hecho es quien más se parece a mi familia. Me dio un gusto enorme verlo.
“Después de que se le quitó el shock, porque él no sabía nada de mí, me dijo que quería conocer a su hermano mayor, a su familia de Mexicali. En el primer encuentro le dije que lo quería mucho desde siempre, que nunca me había olvidado de él”.
Margarita Salcido comentó que no quiere que su hijo viva en Mexicali con ella, si el joven no lo quiere así, tampoco pretende levantar una denuncia penal contra el padre del joven, ya que “no quiero traumar a mi hijo, sólo quiero que me conozca, que conviva con mis otros hijos. Pero si no me dejan verlo más, entonces sí tendré que actuar conforme a la Ley”.
Comentó que para ella lo más importante es que la justicia divina castigue o perdone a quienes le robaron a su pequeño hijo.
“El mejor regalo que Dios me dio en estos días, es volver a ver a mi hijo, aunque sea un muchachote grande ya”, dijo.
Calderón viaja de última hora a Michoacán para celebrar a su mamá
El presidente Felipe Calderón Hinojosa viajó de última hora a Michoacán para celebrar a su mamá, María del Carmen Hinojosa, con motivo del Día de las Madres. Por ello, el mandatario canceló su participación en la inauguración de la remodelación del Hospital de la Mujer en la Ciudad de México desde el miércoles por la noche.
En su lugar asistió al evento el secretario de Salud, José Ángel Córdoba Villalobos.
Calderón Hinojosa viajó ayer al mediodía a Morelia para reunirse con sus hermanos y comer con su mamá en Morelia, tierra natal del mandatario.
El titular del Poder Ejecutivo viajó solo mientras su esposa realizó actividades privadas en la capital.
En declaraciones hechas para radio, Margarita Zavala envió una felicitación a las madres por su día y aprovechó para promover la equidad de género.
Viven su maternidad dentro de celdas
Natalia y Marcela tienen una historia poco usual: son mamás que viven con sus hijos en prisión.
Madres que tras las rejas comparten con sus vástagos celda, cama, compañeras, reglas y rutinas.
En las condiciones de una cárcel, la cercanía de un hijo es un aliento que Natalia y Marcela agradecen. Las tristezas y las alegrías van y vienen. Estar alejadas del resto de su familia y sin libertad les hace bajar la cabeza.
Aún con todas las privaciones, los gritos de Astrid hacen reir a Marcela.
“Anda de volada, es la primera vez que ve hombres”, dice sobre su hija.
Esta mujer de 28 años ingresó al Reclusorio Femenil el ocho de mayo del año pasado, acusada de delitos contra la salud. Tenía cuatro meses de embarazo al momento de entrar al centro penitenciario.
Su detención la abatió. Lloró hasta que Astrid nació hace siete meses. Entonces, todo fue distinto.
“Jugar con ella me levanta el autoestima”, comenta.
Marcela tiene una sentencia de cinco años y está resignada, pero no puede dejar de preocuparse por la situación de sus otros cuatro hijos, dos de ellos en un albergue.
Su caso es singular, tres generaciones de la familia están en el interior del Reclusorio Femenil: su madre, ella y su hija menor.
La llegada de Edwin hace seis meses cambió la vida de Natalia, nombre ficticio de N.E.G., quien fue remitida el siete de febrero de 2004 al Reclusorio por delitos contra la salud.
No buscaba embarazarse en prisión.
“No es un lugar apropiado para bebés”, dice.
Natalia se limpia una lágrima que comienza a escurrir por su mejilla derecha.
“Un bebé en prisión no tiene que pagar por lo que hizo su madre. Siento remordimiento con él”.
Aceptó su embarazo, aún cuando le generó sentimientos encontrados.
En total, 40 mujeres del Reclusorio viven con sus hijos, aprovechan el privilegio que la Ley les otorga para estar junto a ellos hasta que los pequeños cumplan tres años.
Las 550 internas que hay en el Reclusorio Femenil están acostumbradas a los menores: a verlos llorar, correr, pedir. La mayoría entiende la presencia de niños: el 92 por ciento de las reclusas es de mamás.