La presencia de Andrés Manuel López Obrador causó ayer tumultos en el Congreso del PRD. (El Universal)
Llama López Obrador a la unidad y dijo que no hay más ‘caudillo’ que el partido del Sol Azteca.
Andrés Manuel López Obrador llamó a su partido a la unidad, pero una unidad que provenga de los proyectos y realizaciones, no de las personas y de los grupos.
"El PRD sólo puede tener como caudillo al PRD y un solo compromiso: la gente". También advirtió que el cambio sólo puede venir desde abajo. "Sería autodestructivo seguir apostando a la política tradicional"
Advirtió que sus adversarios quisieran que el Partido de la Revolución Democrática (PRD) actuara como una izquierda legitimadora "y a cambio de toda esa ignominia nos darían el honorable título de izquierda moderna y hasta nos aplaudirían en sus medios de comunicación".
López Obrador habló así ante el pleno del Décimo Congreso Nacional Extraordinario de ese partido, a quienes advirtió que "una izquierda legitimadora no es más que una derecha tímida y simuladora".
Advirtió que el camino es claro: "reafirmemos nuestros principios. No olvidemos, sobre todo y ante todo, que por lealtad y compromiso con las causas populares muchos compañeros han perdido hasta la vida".
El ex candidato presidencial se pronunció igualmente por consolidar la alianza con otras fuerzas progresistas como el Frente Amplio Progresista.
"Esta nueva agrupación política será el espacio para articular a todos los ciudadanos y organizaciones políticas y sociales"
Por su parte, el líder nacional del PRD, Leonel Cota Montaño, cuestionó las pugnas internas en ese instituto y dijo que "la realidad exige que tengamos más partido y menos corrientes.
"A quienes creen encontrar virtudes en la docilidad de la izquierda frente al poder, les decimos que esta actitud sólo ha beneficiado históricamente los vividores de la política, a los traficantes de influencias y a los delincuentes de cuello blanco", no a la sociedad.
Por tanto sentenció que insistir en esa vía (de la docilidad) no servirá sino para acentuar el desencanto ciudadano frente a la política, dijo en su discurso inaugural del Décima Congreso del PRD.
Advirtió que el PRD debe definir, en primer término, si quiere ser un partido sólo para la competencia electoral o buscar, como proyecto, una transformación profunda del país.
"Ubicarnos en la simple competencia electoral ha generado desconfianza en muchos ciudadanos hacia nosotros. Eso está claro, esa es nuestra diferencia con nuestros adversarios".
Apenas se fue, empezaron los murmullos
Y apenas se marchó él y tras sus pasos se fueron también los gritos de “¡Unidad...Unidad!”, en el lujoso hotel reaparecieron los gestos agrios, y la repartición de panfletos, de caricaturas, de murmuraciones, de ataques de unos contra otros.
La hoguera de las enemistados estaba encendida nuevamente. “¡El PRD sólo puede tener como caudillo...al PRD!” les había dicho Andrés Manuel López Obrador y los congregados en el gran salón le escucharon con respeto, le aclamaron con devoción.
Atentos, los congresistas de todos los grupos-corrientes-faccibus recibieron también las quince propuestas, quince líneas, quince mandamientos para la fundación de una Nueva República, la que surgirá cuando, en la reedición de la disputa que antes fue de liberales y conservadores, los progresistas triunfen sobre la mafia política o sea la derecha y sus aliados y corifeos, los medios de comunicación, todos-menos-un-diario-y-tres-programas de radio.
Unos y otros y otros...
Los que están enfrentados, los que de una y varias maneras manifiestan su disputa por el poder de su ya poderoso partido, siguieron una a una las palabras de su líder real: “ No hay partido democrático en el mundo sin grupos y sin diferencias...”.
Los perredistas en su congreso nacional extraordinario, el de las definiciones, el de las intenciones, el de las declaraciones.
Juntos, mas no revueltos, los ex comunistas y los que fueron priistas y los que alguna vez se declararon cardenistas y los de los nuevos y los viejos ismos...
Ellas, ellos, y sus diversas circunstancias. Los que llegaron en Metro, en taxi, en camión y los de poco modestas camionetas.
Y los que comieron en el tan de moda y poco barato El Cardenal o los que se fueron a los cafés de chinos de Balderas, o a las quesadillas de doña Lupe en Iturbide o a la comida gratis en el Centro de Convenciones de la Ciudad de México.
“Yo vine en taxi y traigo mi celular particular, no usé el coche ni el teléfono que me asignaron en la chamba y pedí permiso y me van a descontar el día...para que luego no anden diciendo cosas” aseguraba, presumía Armando Quintero, de los integrantes del Gabinete de un Marcelo Ebrard que fue aplaudido en su intervención, cuando dijo: “Venimos con la frente en alto, no nos hemos dejado ni nos vamos a dejar”.
El perredismo de mezclilla y saco de pana y el de sombrero de palma y piel curtida y el de traje de marca y corbata de diseñador, amarilla por supuesto.
Y los hombres de Monreal sin Ricardo. Y el equipo de Leonel Godoy, candidato en campaña. Y Jesús Ortega muy serio, con Eduardo Espinosa.
Y sonriente, amable, Alejandro Encinas. Y en el presidium, tan vecinos, tan distantes y distintos, Gerardo Fernández Noroña y Carlos Navarrete.
Los perredistas. Los célebres, los idolatrados, los anónimos. Los que vieron por unos segundos en silencio, con disimulo a Cuauhtémoc Cárdenas, su figura en las pantallas gigantes, su imagen en aquellas marchas, aquel tan lejano 1988.
Fue la única aparición del padre fundador, el que fue llamado guía moral. El que no fue mencionado en los discursos del líder real ni del formal. Andrés Manuel López Obrador y Leonel Cota llevaban otras preocupaciones, otras alusiones. Y: “¡Presidente, presidente!”, le gritaron. Y “¡unidad...unidad...uniad!” corearon.
Y rostros amables mostraron. Pero cuando él se marchó, reaparecieron panfletos, murmuraciones, encendida estaba otra vez esa hoguera, la de las rivalidades...