La semana pasada el Instituto Nacional de Geografía Estadística e Informática (INEGI) hizo un importante anuncio: en un año de elecciones federales, las cifras que genere sobre la distribución de los ingresos y los gastos del año previo, las cuales permiten conocer la desigualdad y la pobreza en el país, dejarán de publicarse antes del día de la votación. Con ello, los cálculos más recientes de la pobreza que realice el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval) no serán parte de la información con la que el elector decida su voto, pero tampoco se convertirán en ocasión para especular sobre su posible uso político.
Esta práctica tiene debilidades y fortalezas, pero al menos posee una virtud indiscutible: la consistencia. Ante la creciente autonomía de las instituciones en torno a los cálculos referentes a la pobreza éstos podrían ser un valioso referente para evaluar el desempeño gubernamental y las críticas opositoras en la materia. Sin embargo, las mejoras que aún son posibles a las instituciones y las metodologías, y los diferentes matices que aceptan las cifras, hacen recomendable la cuidadosa reflexión sobre estas últimas, que no siempre es favorecida por el debate partidista. Así, hay argumentos para conocer la pobreza antes o después de ir a las urnas.
Lo que es difícil defender es que las cifras de pobreza algunas veces se den antes de las elecciones y en otras después. En el proceso electoral de 2003, el INEGI dio a conocer los datos que permitieron a la Secretaría de Desarrollo Social anunciar una reducción de la pobreza sólo unos días antes de ir a votar. En los comicios de 2006, cuando la pobreza mostraba un aumento, por razones técnicas el INEGI dio a conocer sus cifras casi tres meses después de las elecciones. Ahora, este tipo de situaciones dejará de presentarse y para cuando se vote en 2009 sólo podrá conocerse el desempeño en materia de pobreza hasta el año 2006.
Respecto de los resultados para este último año, al momento de escribir estas líneas aún no se hacen públicas las cifras oficiales del Coneval, pero ya hay elementos para suponer que entre 2000 y 2006 hubo una reducción significativa de la pobreza. Por una parte, los datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2006 muestran que la mitad de la población con menos recursos tuvo un incremento real de su ingreso per cápita de 32 por ciento durante el sexenio anterior. Dentro de este grupo se encuentra la población que ha sido identificada como pobre, por lo que es de suponer que la pobreza en general se redujo.
Por otra parte, un análisis realizado en mayo 2007 (México: incidencia de la pobreza 1976-2006, de José Vences, Marco Binicio Soto y Marco A. Vázquez, documento técnico 45, Dirección General de Estadística) pronostica que la pobreza para 2006 se encontrará cercana al 43 por ciento de la población, después de que en el año 2000 alcanzó un nivel de 53.6%. Este estudio es notable por haberse realizado sin la ENIGH de 2006 y por su gran capacidad predictiva, pues para el año 2000 su estimación ha tenido un error no mayor a un punto porcentual respecto de la cifra efectivamente registrada.
Finalmente, otras estimaciones preliminares, esta vez con la propia ENIGH de 2006, muestran que la pobreza para tal año podría estar más bien cercana a 42 por ciento. Por su parte la pobreza alimentaria, habría descendido entre 2000 y 2006 de 24.1 a 13.8 por ciento. En el descenso nacional de la pobreza habría jugado el papel más importante la reducción de la pobreza rural, aunque la disminución de la pobreza urbana habría sido también muy significativa. Así, de confirmar el Coneval estas cifras, la administración del presidente Fox habría reducido en cerca de diez puntos porcentuales la pobreza, tanto la general como la más extrema.
Sin duda estos números desatarán un saludable debate respecto de lo significativo de los resultados, los factores causales que están detrás de ellos y lo que las políticas públicas deberán hacer al respecto. Nuevamente surgirá la discusión de hasta qué punto las remesas o los programas como Oportunidades han sido responsables de las tendencias registradas, aunque las respuestas vayan siempre más allá de cuestiones simples. También, es factible que renazca la discusión sobre dar una mayor autonomía a instituciones como el INEGI o el Coneval para reforzar la confiabilidad de sus trabajos. Todo esto será comprensible.
Lo que sin embargo deberá evitarse en México es la descalificación sin más de las estadísticas reportadas. Una situación así acaba de darse en Chile. De acuerdo con Eduardo Engel, profesor de la Universidad de Yale, Alianza por Chile, la coalición de la derecha chilena, bajo la lógica de “todo vale para llegar al poder” ha hablado de que la encuesta que permitió medir la pobreza en ese país se trataba de “”un episodio más de la ya tradicional ideología del engaño con que habitualmente operan los gobiernos…” lo que, en su opinión, daña tanto al país como a la propia oposición.