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Reforma a pique| Actitudes

José Santiago Healy

George W. Bush anda que no lo calienta el sol.

En un desesperado intento por revivir su propuesta de reforma migratoria inició una nueva ofensiva política que incluyó una visita al Congreso durante esta semana.

Pero los resultados son magros, la verdad es que a Bush nadie le hace caso y menos en estos tiempos cuando la carrera presidencial ha invadido a la Unión Americana.

Hace unas semanas escribimos en torno a la reforma migratoria que “sólo un milagro podría conciliar las iniciativas de ley presentadas en el Congreso”. Para mala suerte no andábamos muy errados.

El revés que sufrió la reforma migratoria la semana pasada en el Senado en Washington parece definitivo, por lo menos durante lo que resta del Gobierno de Bush.

Además de que las propuestas de ley no logran el ansiado consenso, los legisladores se niegan a respaldar una reforma que les acarreará políticamente más daños que beneficios.

Los demócratas sienten que aprobar en estos momentos una ley migratoria sólo beneficiará al Gobierno de Bush y al partido Republicano, quienes se encargarán de proclamar a los cuatro vientos esta victoria de aquí al primer martes de noviembre de 2008.

Curiosamente los legisladores republicanos tampoco están muy de acuerdo con esta ley por dos razones básicas: algunos por su xenofobia consideran que legalizar a quienes entraron furtivamente a los Estados Unidos generará nuevas oleadas de inmigrantes. El segundo motivo son las miles o millones de cartas que los congresistas recibieron en los últimos meses en contra de una supuesta amnistía para los doce millones de indocumentados.

Los enemigos de la inmigración ilegal hicieron muy bien su tarea y sacando ventaja de la cultura cívica del pueblo estadounidense se dedicaron a promover el envío de cartas y más cartas a los legisladores de Washington.

Mientras los grupos hispanos salían a las calles y lanzaban sus protestas a través de los medios de comunicación, los anti-inmigrantes llegaron directo a la mente y al bolsillo de sus congresistas a través de misivas amenazantes y llenas de racismo.

“Si usted vota a favor de legalizar a los que pisotearon las leyes de nuestro país, mi familia y yo haremos una campaña en su contra para que no pueda reelegirse en las próximos comicios”, era más o menos el tenor de las cartas que día tras día y durante varios meses llegaron a las oficinas de senadores y representantes.

Activistas hispanos insistieron una y otra vez ante su comunidad que enviaran cartas para promover la reforma migratoria, pero con poco éxito. Lamentablemente los inmigrantes -en su mayoría latinos- no están acostumbrados a tales expresiones cívicas.

Pese a todo el presidente Bush insiste en la aprobación de la reforma y todos nos preguntamos: ¿qué mueve al mandatario yanqui a realizar este gran esfuerzo con todo y su visita personal al Congreso cuando la iniciativa de ley está más allá del limbo?

Bush está convencido de los beneficios económicos que brindará esta ley en muchas regiones que conoce muy bien como California y Texas en donde los migrantes son vitales para las labores agrícolas, ganaderas y de la construcción.

El controvertido presidente sabe además que esta ley generará simpatías para levantar su estropeada imagen toda vez que un 60 por ciento de los norteamericanos avala la legalización de indocumentados.

La moneda sigue en el aire, pero nunca como hoy los momios para aprobar una ley migratoria habían estado tan abajo.

Lamentablemente crecerán los atropellos en contra de nuestros paisanos en tanto no se concrete la reforma migratoria. A estas alturas sólo cabe esperar un milagro o la llegada de 2009 cuando vientos políticos más favorables corran por la Unión Americana.

Envía tu comentario a: josahealy@hotmail.com

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