En el albergue para migrantes ubicado en Ixtepec, Oaxaca, los indocumentados centroamericanos reciben alimentos mientras deciden si regresarán a sus hogares. (El Universal)
Fuerzas federales resguardan la frontera ante la ola de migrantes registrada en los últimos días.
El cónsul general de la República de El Salvador en Tapachula, Nelson Cuéllar, verificó personalmente la situación de emergencia que se vive en algunos municipios chiapanecos y tabasqueños por la presencia de cientos de migrantes centroamericanos varados, debido a que el tren que utilizaban para transportarse a la frontera de Estados Unidos dejó de operar en el sur del país.
Durante un recorrido por las vías del ferrocarril y el albergue para migrantes Hogar de la Misericordia, el diplomático salvadoreño constató las condiciones en que se encuentran cientos de extranjeros procedentes de Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua.
“Vimos en las vías del tren una pareja de chapines -guatemaltecos- como de 21 años, con una niña de dos años aproximadamente, que están esperando a que salga el tren ya que alguien les dijo que se irá en cualquier momento”, explicó.
Dijo que una mínima cantidad de migrantes se ha regresado de manera voluntaria a su país de origen; otros optaron por buscar un trabajo para juntar dinero y continuar el viaje y el resto se mantiene con la esperanza de que el ferrocarril reinicie operaciones.
Una parte se ha ido a pie hacia la ciudad de Ixtepec, Oaxaca, donde es presa de las bandas de delincuentes.
“Hemos externado nuestra preocupación a las autoridades y a la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) por lo que están pasando nuestros compatriotas para ver qué se puede hacer”, indicó Cuéllar.
A pesar de esta situación, el flujo migratorio no se ha detenido ya que diario siguen arribando hombres, mujeres y niños que no se han enterado que el ferrocarril dejó de operar.
El cambio de ruta Desde octubre de 2005, cuando el tren de carga Chiapas-Mayab suspendió operaciones desde Suchiate, localidad fronteriza con Guatemala, cientos de centroamericanos tienen que caminar más de 260 kilómetros para llegar a este municipio que limita con el estado de Oaxaca.
A su paso por esa zona del territorio mexicano, el huracán Stan destruyó puentes y varios kilómetros de vías del ferrocarril, lo que provocó también que los indocumentados cambiaran sus recorridos. Con ello se abrieron nuevas rutas y otras que ya estaban como la de Tenosique, en Tabasco y La Mesilla, por Comitán, se hicieron importantes para el flujo migratorio.
Operativos Con el apoyo de fuerzas de seguridad federales y estatales, así como el Ejército mexicano, las autoridades del Instituto Nacional de Migración (INM) iniciaron operativos para asegurar y deportar a los miles de indocumentados que se quedaron varados en la zona.
Armados con palos, piedras y botellas, en cambio, miles de migrantes repelieron al Ejército y a la Policía, que intentaron capturarlos para expulsarlos a su país.
Organismos de derechos humanos informaron que ayer cientos de militares y policías arribaron al poblado El Faisán la Vía, en la frontera con Guatemala, donde los migrantes esperan que el ferrocarril vuelva a circular para proseguir su viaje hacia la frontera norte.
En el frustrado operativo sólo tres migrantes, de los más de mil que permanecen cansados y hambrientos desde la semana pasada en El Faisán la Vía, municipio de Tenosique, Tabasco, fueron capturados.
El Gobierno Federal envió a esta zona a 300 elementos de la Policía Federal (PF), con el propósito de resguardar el área ante el riesgo social que significa la presencia de miles de migrantes en Tabasco.
A los primeros centenares de indocumentados asegurados, la mañana de ayer se les remitió a la estación migratoria del INM, donde se les proporcionó alimentos, atención médica y baños para su aseo personal.
El gobernador de Tabasco, Andrés Granier Melo, tras expresar su preocupación por el número de indocumentados que calculó en cerca de 6 mil en los municipios de la frontera, dijo que entabló comunicación con la Secretaría de Gobernación para que entre ambas partes se tome cartas en el asunto.
Llaman a respetar derechos de indocumentados centroamericanos
Especialistas en Derecho Penal convocaron a los gobiernos federal y estatal a mejorar y a comprometerse con las políticas de protección y respeto a los derechos humanos de indocumentados centroamericanos, para disminuir las vejaciones que enfrentan por parte de autoridades locales, corporaciones policiacas y traficantes de humanos.
Samuel González Ruiz, consultor en seguridad pública y ex asesor interregional de la Organización de Naciones Unidas (ONU), señaló en entrevista que el Gobierno Federal y las autoridades locales tienen una responsabilidad que cumplir con los tratados internacionales de derechos humanos, relacionados con los problemas de migración, desde la perspectiva del respeto a las garantías fundamentales.
El especialista en temas de seguridad, con grado de doctor en filosofía del derecho, abundó que los tratados de derechos humanos exigen que el indocumentado detenido debe recibir un trato digno y respetuoso, sin excluirlo de la repatriación ni de los trabajos de investigación que se realicen sobre redes o bandas de traficantes de humanos.
González Ruiz precisó que en el combate al tráfico de personas y de servidores públicos involucrados, el Gobierno debe sancionar con rigor esta actividad ilícita, mediante la aplicación de recursos facultados en las leyes federales contra la delincuencia organizada.
“Se deben usar todas las herramientas que están en las leyes federales contra la delincuencia organizada, para obtener sentencias condenatorias contra quienes se dedican a ese tipo de tráfico; en segundo lugar, se deber prevenir y sancionar de manera muy dura a los funcionarios posiblemente implicados en este trasiego de inmigrantes, sean del nivel que sean”.
El experto, quien durante el Cuarto Congreso Internacional de Derecho Penal disertó sobre “La delincuencia organizada en el mundo y la lucha contra ella”, insistió en la necesidad de atender con humanidad a los migrantes.
CIUDAD IXTEPEC, OAXACA
‘Mucha gente nos ayudó, pero también mucha nos robó’
El salvadoreño Francisco Molina Cruz asegura que ya empezó a pagar “el precio tan alto por alcanzar el sueño americano”.
Él y su pareja Vanesa, caminaron durante más de siete días para llegar a esta ciudad. Sentado sobre un bloque de cemento, en el refugio de migrantes que poco a poco construye el párroco Alejandro Solalinde, se queja de los piquetes de los moscos y de las espinas, mientras Vanesa le aplica un ungüento en la espalda.
Llegaron procedentes de Arriaga, Chiapas, “en donde más de mil migrantes esperan la salida del tren” que no opera desde el 27 de julio pasado y empujó a los más osados a la arriesgada aventura bajo el sol o la lluvia.
No son los únicos, en el patio y dentro de la parroquia del refugio, descansan exhaustos, otros 30 migrantes.
Bajo la indulgente mirada de un Cristo crucificado, el nicaragüense José Javier Castillo denuncia que tras una larga caminata, desde Arriaga, Chiapas, él y su grupo fueron víctimas de dos asaltos.
“Nos quitaron todos los reales (dinero). A mí me quitaron 700 pesos”, señala.
“También nos asaltaron en Unión Hidalgo”, tercia el panameño José Sebastián Ordóñez. En Unión Hidalgo, Oaxaca, “los policías nos desnudaron y nos amenazaron con llevarnos a la migra si no les dábamos dinero”, dice el nicaragüense Juan Carlos Umanzor.
Agotados por el largo viaje a pie, los migrantes lamentan su suerte. “Mucha gente nos ayudó en el trayecto con comida y agua, pero también mucha nos robó”, cuenta Francisco Molina, quien recuerda que en Chahuites, Oaxaca, “los soldados quisieron llevarse a mi pareja a una cantina”.
A su lado, Vanesa, que no supera los 25 años de edad, duerme por ratos sobre un pedazo de cartón, en el piso de la enramada.
“Viene enferma porque nos agarró la lluvia y le dio la tos. También tiene calentura”, explica él.
Francisco Molina tiene el cuerpo cubierto de piquetes de zancudos y también por las espinas. Sin embargo, parece que no les importa mucho cada dolencia. “Lo único que queremos es que venga el tren para seguir el viaje”, comenta el nicaragüense Benjamín Vallejo, quien fue asaltado entre Chahuites y un poblado conocido como Las Anonas.
“Vamos a esperar al tren”, remata Cristian Fernández, quien descansa tirado en la tierra. Llegó con náuseas. “Por tomar agua de los arroyos o porque no comimos bien”, explica mientras el coordinador del refugio de migrantes, Israel García Mejía, se dispone a preparar la comida.
Revisa en la pequeña cocina y muestra que tienen en existencia café, frijoles, arroz, papas con huevos y galletas.
“Por ahorita alcanza, pero si viene el tren, vendrán más migrantes y tendremos que pedir ayuda”, dice.
El fundador del refugio, el párroco Alejandro Solalinde viajó a Tehuantepec, “en busca de medicinas al Centro Popular de Apoyo para la Formación de la Salud.
También el equipo de la Pastoral de Movilidad Humana, que coordina Solalinde Guerra, espera la llegada del tren.
“Una vez que nos avisen, tendremos 12 horas para prepararnos, porque ése es el tiempo que tarda el tren desde Arriaga hasta acá”, dice.