Regina Orozco, más vedette que soprano
MÉXICO, DF.- La vida artística de Regina Orozco se podría resumir en un dilema: soprano o vedette.
-En tu curriculum dice ‘soprano y vedette’, pero en una lucha cuerpo a cuerpo, ¿quién ganaría?
Creo que soy más vedette, ja, ja. Soy más alocada a la hora de crear estos espectáculos, donde digo lo que se me da la gana y canto lo que se me antoja.
-Estudiaste música en la Julliard de Nueva York, es decir, que inevitablemente paseabas frente al Metropolitan Opera House, ¿qué soñabas durante esos paseos?
Obviamente con cantar ahí... nunca sucedió. Es decir, sí canté en el concurso del Met, pero nunca en una producción formal; pero luego fui creciendo y mis sueños cambiaron: decidí en lugar del Met, cantar en el Teatro Blanquita, ja, ja, ja.
-No es Manhattan, pero está frente a Garibaldi...
No lo digo porque un foro sea mejor que otro, sino que el Blanquita va más de acuerdo con mi creatividad, con esa parte de hacer espectáculos con crítica social.
-Y el boleto es más barato.
Así es, pero, por otro lado, para el artista sale muy caro pisar ese escenario porque el público es difícil, no se ríe ni aplaude por cualquier cosa.
-En aquel concurso de ópera en el Met de Nueva York llegaste a la final, ¿qué pensaste justo antes de salir a cantar?
Pensé: “Ay, nanita, qué susto”. Luego intenté meterme en el personaje de las arias que interpreté porque mi fuerte también es la actuación, pero era difícil porque todo lo que podía pensar es: “Ay nanita, qué susto”.
-¿Qué pensaste justo después de tu actuación?
“Ora sí, ya la hice”. Nos fue muy bien, éramos 20 concursantes y sólo iban a escoger diez... pero ya no quedé. Fui finalista de todo Estados Unidos, pero ya no me eligieron en esa última selección final... así que pues nunca la hice... pero tuve una invitación para hacer ópera en Alemania
-¿Rechazaste esa oferta porque estaba lejos de la tierra donde naciste?
¡Estaba muy lejos! Pero en realidad en ese momento yo quería disfrutar a mi hija que está muy chiquita. Si yo me iba a Bonn (imagínate ¡Bonn, Alemania!) yo tendría que viajar de hotel en hotel y de teatro en teatro, mientras mi hija se quedaba con una nana, que seguramente sería nigeriana o turca.
Regina Orozo no sólo se enfrenta a la dualidad de soprano o vedette. También, por ejemplo, al dilema de ser profundamente Guadalupana, pero descreída de la Iglesia como institución, exalta su condición de mexicana, pero en su espectáculo Rosa mexicano evidencia y se burla de esos vicios tan nacionales: el machismo, la bravuconería, la flojera...
-¿Qué canción te devuelve a la infancia?
“Gina”, de Johnny Mathis.
-¿Tu infancia no estuvo ligada a la música sacra?
Sí, claro, yo empecé cantando en coros de iglesia aunque luego me di cuenta que por ahí no era mi camino. Y la canción de Mathis es porque mis papás la ponían mucho.
-¿A qué lugar nunca volverás?
A una misa del cardenal Norberto Rivera Carrera.
-Eso quiere decir que ya estuviste en alguna.
Así es. ¡Hasta canté en esa misa! Sucede que fue la boda de unos parientes y yo fui la encargada de cantar durante la celebración. En mi descargo, diré que todavía no sabía hasta qué punto este sacerdote no cumplía con sus labores de cristiano y en cambio se dedicaba a encubrir pederastas. De haberlo sabido, no canto.
-En Rosa Mexicano se hace alusión a los fraudes del 86 y 2006, del alzamiento zapatista que no consiguió sus objetivos, de la Appo recién apaleada, ¿tú crees que al pueblo siempre le toca perder?
¡Claro! Parece que hay un sino de que a los mexicanos siempre les toca perder.
-¿Has experimentado este sino?
A mí me costó trabajo precisamente por eso: en los concursos siempre te da por morderte el rebozo y esa actitud del chonismo de pensar que hay sociedades más avanzadas. Creo que eso fue algo de lo que me pasó en el concurso del Met, porque a veces uno sale con un jorongo de dos metros.