Silenciosa, pero constantemente, a decir del vaticanista Sandro Magister, los jóvenes están volviendo a los confesionarios a recibir el sacramento de la reconciliación. La más reciente ratificación de este hecho, que por supuesto no es noticia para los grandes medios informativos internacionales, se dio en Loreto, durante otra apoteósica reunión del Papa Benedicto XVI con jóvenes italianos y provenientes de otros diversos puntos de Europa.
Allí se repitió la escena del Circo Máximo romano en el año Jubilar de 2000 o de la reunión de juventud en el aeropuerto madrileño de Cuatro Vientos o en las jornadas de juventud de Colonia, Toronto o Manila, por citar algunas: la afluencia masiva al sacramento de la confesión por parte de miles de jóvenes.
En los días previos a la llegada del Papa a Loreto, la abadía de Fiastra se convirtió en un inmenso “confesódromo” a decir del periódico español La Razón.
Poco antes de recibir a Benedicto XVI, 350 sacerdotes se distribuyeron por la explanada del santuario y 12 mil jóvenes recibieron el sacramento de la reconciliación en una jornada intensiva de las dos de la tarde hasta la siete de la mañana siguiente. Toda una noche en vela de sacerdotes escuchando sin descanso a jóvenes en espera del consejo y el perdón de Dios.
Es cierto que, en porcentaje, la cuota de los jóvenes católicos que se confiesan sigue siendo reducida: en Loreto no llegaba al 5 por ciento de los presentes.
Sin embargo, lejos de ser una práctica en desuso, los jóvenes están volviendo a este sacramento, lo eligen libremente y lo practican abiertamente, invirtiendo una tendencia que preconizaba su casi total desaparición tal y como por ejemplo lo manifestaron Conferencias Episcopales como la holandesa en la década de los setenta, en la que estadísticamente por ejemplo pudo constatarse en la misma Holanda un notable incremento de las consultas psiquiátricas entre los católicos, en la medida en que descendía el número de confesiones.
Benedicto XVI ha alentado a la vuelta del sacramento del perdón del mismo modo en que ya lo hiciera Juan Pablo II durante todo su prolífico Pontificado en el cual una escena inolvidable por más que se repitiera cada Semana Santa era la del Papa envuelto en una capa negra metido en un confesionario en la basílica de San Pedro.
Este regreso a la confesión está produciendo también cambios en los seminarios, donde ha vuelto la preparación y formación de buenos confesores para que estén al día de los problemas morales actuales y sepan resolverlos
Con el regreso al estudio de “casos de conciencia” que, desde hace décadas, había dejado de ser materia de estudio en los seminarios, se ha reforzado además la preparación de los futuros sacerdotes para la mejor preparación para la impartición de este sacramento, así por ejemplo en Italia, los seminarios ya cuentan con un nuevo manual utilizado junto a los textos de moral general.