Nacional Claudia Sheinbaum Seguridad Narcotráfico Generación Z Pensión Bienestar

Relatos de Andar y Ver

Ernesto Ramos Cobo

Habitaciones Blindadas

Hace días sufrí un embotellamiento en la carretera Monterrey Saltillo. Dos horas a vuelta de rueda en ese tramo es la típica escala al baño que acompaña la conversación con el trailero; son los quiotes en flor y el atardecer insondable; es lo bella que puede seguir siendo toda esta historia a pesar del revoltijo que nos flagela.

El caso es que íbamos tranquilos, oyendo al Piporro, cuando a un lado de la carretera llamó mi atención un hotelucho de paso de láminas azules casi cayéndose, de esos que tienen tambos colorados en la entrada, donde un letrero promocionaba a todos los vientos la última noticia ideada por su dueño: “Habitaciones blindadas a 150 pesos; six pack a 40 pesos con todo y destapador”.

Me quedé perplejo. ¿Qué dinámicas sociales incidirán en el hotelero para poner semejante letrero? Explorar sobre dicha conducta es el propósito fundamental de estas letras.

Por un momento me permito imaginar (pensar en voz alta): probablemente el dueño del hotel sentado en pantuflas al borde de su cama, apesadumbrado, dice a su señora algo así con voz garraspona: vieja… ¿Qué pasó viejo?, pues… fíjate que la ocupación del hotel ha bajado… Ahhh… ¿cuánto viejo?, pues unos cuantos clientes diarios… ¿y por qué será viejo? Pues los asaltos, la inseguridad… responde el viejón, antes de que el coóclave nocturno sugiriera proteger a la clientela ¿y cómo? ¡Pues con remaches viejito!, póngale laminado a las ventanas, métale doble cubierta al ladrillo, ¡póngale agujerito a la puerta para que se pueda ver…!; así la conversación permanece sonámbula hasta el amanecer.

El día siguiente se ponen manos a la obra. El dueño, un bigotón apacible, conduce las obras con ánimo de concertista: la soldadura y la lámina ultrafuerte, reforzar el mecanismo giratorio que garantiza el no-contacto visual con el cliente a la hora del intercambio de bebidas y condones, bloquear la cortina que oculta al auto de las miradas indiscretas, probablemente un vidrio blindado por allá, en fin, realizar todo lo necesario para que el elemento indispensable de privacidad y anonimato se vea reforzado por un factor adicional: la seguridad. La principal arma de venta confirma el logro: “Habitaciones blindadas a 150 pesos”. ¡’Ái’ la llevamos vieja… ‘ái’ vamos!... es lo que el viejón responde en cualquier otra conversación nocturna.

Resulta por ahora evidente que la criminalidad en el país (la sensación de peligro generada) ha permeado en todos los ámbitos. Ha logrado incluso contener el instintivo girar del volante ante el llamado de la luz neón: la razón por encima del instinto bajo el influjo del miedo. Así, en su nueva condición, el ciudadano aprende a “vivir” y va acostumbrándose diariamente a ella: hace unos días, por ejemplo, fui detenido por un retén militar camino a Malinalco, sin mayores incidentes; el looby de aquel hotel está convertido en una fortaleza; las balaceras y los “levantones” han pasado a la segunda página en los diarios. El dueño del hotel blindando a sus clientes se blinda él y no compromete su ingreso.

Así estamos todo, nosotros, los individuos, simplemente continuamos caminado, sumidos en una nube de desconcierto, aguantando las revisiones, mientras las redes de un destino incierto invaden nuestras ciudades, nuestra calle, nuestra casa, nuestras cuatro paredes.

¿Qué nos queda? ¿Dónde nosotros, los ciudadanos, debemos de situarnos ante un problema de tales magnitudes? ¿con qué mecanismos contamos? ¿o es que acaso sólo nos queda blindar nuestra vida y todo lo que hagamos?

ramoscobo@hotmail.com

Leer más de Nacional

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Nacional

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 280238

elsiglo.mx