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Relatos de Andar y Ver

Ernesto Ramos Cobo

El Muro Inconcluso

Originalmente la intención era tapizar todo ese muro de Polaroids. No he podido. Algo mitad gravedad me lo impide; algo mitad destino; una fuerza invisible que va borrando los recuerdos. Hace días puse una foto en la esquina superior izquierda del muro, por ejemplo, ésa de una silueta borrosa y al fondo una alberca azul turquesa, sólo para ver después cómo lentamente se despegaba la segunda foto de la hilera inferior, donde dos viejos morenos recién casados sonríen en San Miguel de Allende. Son las memorias, las gentes y la vida en continuo reemplazo de piel de serpiente.

En ocasiones me siento en mi estudio frente a esa pared, escuchando por ejemplo el Concierto de Köln de Keith Jarrett, cuando el ruido que me distrae es el desprenderse de la pequeña instantánea de Alejandro y de Ix Chel abrazando a su hija Valentina. Fue una foto que les tomé hace algunos veranos en un parque. Ellos todavía estaban juntos. Ahora ya cada quien se ha ido por su lado. La pareja ya desapareció para siempre.

Otros que también desaparecieron de pronto fueron Manuel y su esposa. En esa foto que tengo él hace un gesto como de sacarse los ojos con las uñas. Fue en una noche de semana santa donde hasta la madrugada estuvimos haciendo cadáveres exquisitos. Desde entonces lo he visto poco. Recuerdo que en ocasiones hablamos y que hace algunos meses, cuando nos juntamos a tomar un café, me sorprendió no sorprenderme de que no teníamos ya nada de qué hablar. Tan insostenibles se hicieron los silencios que recurrimos a pedir la cuenta como si a gritos pidiéramos un salvavidas. Nos habíamos convertido en los dos extremos de una liga que continuaba estirándose. Justamente hace algunos días encontré en el suelo su gesto de arrancarse los ojos con las uñas. Recordé de nuevo que desde entonces no lo veía. Intenté incluso marcarle, pero al parecer su número está fuera de servicio. Opté mejor por guardar la polaroid en un cajón y dejar en el muro el hueco sin salvarse, como recuerdo de una amistad que fue, que pudo ser y que ha ido desapareciendo poco a poco.

Ante muestras tan evidentes, tan tajantes, he optado por dejar que la gravedad se encargue de hacer su trabajo. Un muro lleno y perfecto y armónico es una utopía. Sigo obviamente pegando las fotos recientes, mas aquellas que se desprenden, no regresan más al muro. El orden de las fotos ha dejado de ser lineal como originalmente se planeó, convertido ahora en el crucigrama donde los cuadros negros son los espacios ahora vacíos y antes ocupados, las cicatrices del alma, las estrías como recuerdo de un viejo embarazo. Incluso en algunas secciones hay fotos que se desprenden por partes o quedan colgadas bocabajo como recuerdos distorsionados.

Así entonces voy dejando que toda la historia fluya sin tratar de incidir. Justo cuando empezaba este párrafo, por ejemplo, se cayó en el extremo izquierdo esa Polaroid que le tomé hace meses a un parrillero del restaurante la Defensa. Quedó ladeada, inerte, a un lado del muro y es similar a esa que curiosamente le tomé a un amigo hace semanas mientras maniobraba un asado. Así, las fotos se van remplazando, complementándose, enriqueciéndose mutuamente y tenerlas allí enfrente y verlas despegarse sin remedio, es muestra tangible de lo que está sucediendo.

ramoscobo@hotmail.com

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