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Relatos de andar y ver

Ernesto Ramos Cobo

Remansos

Tan sólo un parpadeo o un tronar de dedos serviría para caer en cuenta de que los años se han escurrido sin verlos, probablemente entre un cúmulo de sinsentidos. La misma lacerante quietud de pelar una manzana con una navaja suiza; el mismo recorrido hacia los quehaceres que todo lo invaden. Podríamos quedarnos quietos, cerrar los ojos, y recordar el diario regreso nocturno a un mismo hueco húmedo, recurrente y amoldado a nuestros huesos, aún sin darnos cuenta. Veríamos, ante ese fluir descontrolado, que resulta necesario siempre hacer un alto, respirar hondo y recalar en un intento de enfoque. Es entonces cuando nos replegamos en silencio, buscamos un espejo de agua debajo de algunos árboles y esperamos melancólicos y frágiles que algo por lo menos nos alimente durante ese remanso que sabemos breve. Habrá que regresar enseguida, se precisará de nueva cuenta frotar los ojos, despabilar el alma y regresar a la vorágine que sale a la calle a gritar por hambre: de la praxis, a cualquier otra cosa, media un kilo de estomago vacío. Entonces cualquier cuestionamiento corre el riesgo de convertirse en perorata de primer grado, en elegía de cualquier cosa, confirmando que el grito de nuestro interior sólo tiene la importancia que nosotros queramos darle. Ni siquiera tendría caso hablar de cementerios aunque sean plácidos y huelan a flores; ni siquiera valdría hablar de recompensas futuras o de vidas satisfactorias, porque la inconformidad no conoce fronteras; ni siquiera hablar de jazzeros nocturnos porque sus propios gestos están plagados de gritos. Sabemos que de cualquier forma despertaremos en las mismas desordenadas habitaciones mientras afuera, en la calle iluminada, se escucha a gritos nuestro nombre. Debemos entonces levantarnos y andar, durante todo el día a lo largo de ese túnel, en la espera del próximo remanso que permita cerrar los ojos para ser nosotros. Ni siquiera la luz, las farolas, o voltear a los lados parpadeando. Ningún alarde logra que la piel inmune e insensible se repliegue. La lucha es aquí adentro, y los remansos son los óptimos abrevaderos de la fuerza.

ramoscobo@hotmail.com

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