Con la toma de posesión de José Guadalupe Osuna, el jueves pasado, Baja California confirmó su singularidad política: fue el primer estado regido por un político surgido de la Oposición, un no priista; y es la primera entidad en que el Partido Acción Nacional gana por cuarta vez consecutiva una gubernatura. En Guanajuato lo ha hecho tres veces, lo mismo que en Jalisco, y dos en Aguascalientes, Morelos y Querétaro. Tras un triunfo inicial no pudo retener el Gobierno en Chihuahua, Nuevo León y Yucatán.
Aunque Osuna ganó sin duda la elección del 5 de agosto (con más de 5 por ciento de diferencia con su más fuerte opositor, Jorge Hank Rohn: 436, 360 contra 380, 722) apenas en la víspera de su asunción quedó definido su carácter de gobernador electo. Hank y su partido impugnaron la elección y sólo el 29 de octubre el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (que a fines de julio había habilitado al priista para contender) confirmó el resultado de las urnas, por lo que sólo dos días más tarde el Congreso local puso punto final al proceso, en que el PAN retornó a su posición de control casi pleno de la vida política, pues ganó la mayoría legislativa y los ayuntamientos de cuatro de los cinco municipios, excepto el de Playas de Rosarito, el más nuevo y pequeño de la entidad.
El nuevo gobernador nació en Sinaloa (Agua Caliente de Gárate), pero a nadie extraña ni incomoda su “extranjería”. En una tierra de migrantes, sólo el primer gobernador, Braulio Maldonado ha sido oriundo de la entidad (San José del Cabo), a la que han llegado gobernantes nacidos en el otro extremo del país, desde Yucatán y Chiapas. Al concluir su periodo en 1959 (el estado había adquirido esa condición, junto a Quintana Roo apenas en 1953, con lo que desapareció la noción constitucional de territorio), se produjo la primera elección competida en esa entidad, pues el panista Salvador Rosas Magallón ofreció seria resistencia al yucateco Eligio Esquivel. Muerto éste en el ejercicio del poder, el 17 de diciembre de 1964, lo sucedió como interino Gustavo Aubanel, tras el cual fue elegido el tapatío Raúl Sánchez Díaz, durante cuyo sexenio la Oposición panista se manifestó triunfadora en Tijuana y Mexicali sin que se le reconocieran sus victorias.
Por ser amigos de los presidentes Echeverría y López Portillo, respectivamente, resultaron gobernantes el chiapaneco Milton Castellanos (cuyo hijo de igual nombre sería años más tarde también candidato a gobernador, pero de un partido sin relieve) y Roberto de la Madrid, nacido en Caléxico. En el mismo tono, gracias a su amistad con De la Madrid fue elegido en 1983 el veracruzano Xicoténcatl Leyva, que encabezó un Gobierno abusivo y degradado, lo cual no era extraño en el marco nacional, ni hubiera causado su caída, la que sin embargo, fue ordenada por Carlos Salinas, pues no ganó en 1988 la elección presidencial en esa entidad y como hizo en otras entidades con la misma característica lo depuso apenas pudo. El 5 de enero de 1989, treinta y cinco días después de subir Salinas a la Presidencia, Leyva fue despedido y reemplazado durante nueve meses por Óscar Bailón Chacón.
Esa doble circunstancia (Oposición al alza y Gobierno debilitado) hizo posible a Salinas admitir el triunfo del panista Ernesto Ruffo (nacido del otro lado de la frontera), reconocimiento que fue anotado por el PAN en la cuenta de logros con que en su concepto se legitimó el presidente cuya victoria no había sido aceptada por la Oposición. A la senadora Margarita Ortega Villa correspondió el baldón de ser la primera aspirante priista que no salió avante en su contienda, y a Luis Donaldo Colosio el del primer líder nacional de su partido en someterse al resultado de las urnas. Ocurriría también en Baja California su segundo y más definitivo sacrificio, cuando fue asesinado en Tijuana en 1994.
Ruffo, un empresario y dirigente patronal que había sido alcalde de Ensenada, se impuso con una diferencia de apenas cuarenta mil votos (un porcentaje de menos de seis por ciento), que se acrecentó levemente seis años después, cuando el sonorense Héctor Terán Terán, insólito senador (el primer panista en Xicoténcatl) aventajó a Francisco Pérez Tejada con 55 mil votos, un porcentaje superior a ocho puntos). Terán Terán murió durante su desempeño, el 4 de octubre de 1998 y lo sustituyó Alejandro González Alcocer, que ahora es senador de la República.
En la siguiente elección, hace seis años, en 2001, triunfó Eugenio Elorduy Walter (nacido en San Diego), con un porcentaje mucho más holgado sobre su opositor priísta (Daniel Quintero Peña) que el conseguido por sus antecesores, pues fue de doce puntos exactamente. Aliado entonces con el Verde, el PAN ganó cuatro de las cinco alcaldías y 13 curules de la legislatura local contra sólo tres del PRI. (En esa elección participó, retirado del PRI del que había sido agresivo militante y postulado por el PT, Amador Rodríguez Lozano, que acaba de ser designado en el otro extremo del país fiscal general en Chiapas).
Este año, en un desesperado intento de romper la cadena de gobernadores panistas el PRI se atrevió a lanzar la candidatura de Jorge Hank Rohn, que con erogaciones cuantiosísimas fruto de sus negocios (juegos de azar los principales) había ganado la alcaldía de Tijuana, interrumpiendo el dominio blanquiazul. A pesar de que la justicia electoral federal violentó una disposición local soberana y lo consagró como candidato, Hank no pasó.