Las peticiones sobre derechos civiles de ministros y curas ha provocado controversia nacional; de hecho, ha llevado a la discusión entre políticos y religiosos; unos oponiéndose, otros, insistiendo en su derecho a votar y ser votados. Aún la “sangre no llega al río” pero ya se ha presentado el choque de fuerzas en el Distrito Federal. Le invito a leer sobre algunas opiniones al respecto, ajenas a nuestra cultura occidental.
Le preguntaron a Osho, su opinión acerca de la política y la religión del mundo; contestó: “la política es mundana; los políticos son servidores del pueblo; la religión se dedica a guiar espiritualmente a la gente”.
Claramente marca la diferencia entre una y otra ocupación y es obvio que la religión eleva la conciencia humana hacia lo trascendente, sobrenatural, basando su fuerza en la fe; la política, se dedica a atender el orden social y evitar el abuso de poder en la Tierra.
La política es objetiva y la religión es subjetiva, difícilmente tangible en términos humanos; si no le parece así, responda: ¿qué es el Edén? ¿qué significa omnipresente y omnisciente?
La religión no debe ansiar poder en la tierra, sólo cumplir con la orientación de los fieles en el camino a la salvación; la política, respetar los valores y sentimientos más profundos de los seres humanos, sus creencias -incluidas las religiosas- y atender los derechos y las aspiraciones lícitas terrenales.
Sin embargo, la religión también debe velar por los seres humanos en la Tierra, a favor de sus intereses superiores trascendentes; cuidar el alma, al espíritu, para que se cumpla la misión: facilitar salvación en términos prácticos y terrenales. El político, asegurar la libertad individual, el derecho a creer y, por otra parte, garantizar que esas creencias particulares respeten el orden social y al resto de los individuos de diferente manera de pensar.
Para infortunio de las organizaciones religiosas, algunos ministros y sacerdotes han violado los límites de su misión y se han puesto a hacer política favoreciendo intereses que no son de fe; los políticos, han perdido la visión del servicio al ciudadano quien lo eligió para atender sus anhelos terrenales y se dedique a defender los bienes de todos renunciando a promover ideas particulares y tratar de imponer reglas que aseguren el dominio propio o de su grupo.
Los políticos intentan, por todos los medios, hacerse necesarios para los demás; desgraciadamente, han descubierto en el temor una excelente herramienta, que la usan acompañada de denuncias no fundamentadas; así, advierten que la guerra puede ser necesaria porque los enemigos amenazan con invadir y matar; cuanto más asustan al ciudadano común y corriente, mayor poder tienen para abusar; los sacerdotes y ministros generan un miedo superior: advierten que de no atender sus indicaciones perderemos el alma. Así, unos y otros logran someter a las masas para seguir administrando el poder terrenal, peleándoselo entre ellos.
Los religiosos deberían mantenerse por encima de la política, orientando a la gente sobre la vida de convivencia y desarrollo humano, en camino a la trascendencia. Los políticos, cumplir con las promesas de campaña y no buscar mantener o incrementar su poder personal, pretendiendo escalar puestos en la Administración pública. En México ha proliferado una “casta política” que ha logrado acotar el verdadero concepto de democracia y sacerdotes que desean mayor poder terrenal.
Debemos exigir mejores políticos y verdaderos apóstoles de la fe; para algunos, la política y la religión deben estar separadas por defender intereses diferentes -mundanos y sobrenaturales-; para otros, ser coincidentes en los propósitos de servicio: buscar el bien común y generar condiciones superiores de vida; sumarse para el bienestar material; ayudarnos a alcanzar la paz espiritual.
Los religiosos deberían analizar sus pretensiones de participación activa e individual en política mundana; los políticos, dedicarse a solucionar problemas sociales; desgraciadamente no siempre sucede así.
La religión atiende las más altas aspiraciones de la conciencia humana; la política vela por la equidad, justicia y verdad terrenal. En caso contrario, fortalecerán las conciencias vanas y se cumplirá aquel cuento del pastor de iglesia que enseñó a dos pericos a orar; uno iniciaba y el otro le contestaba; un día, trajo a la jaula una perica, para que se sumara al esfuerzo. Cuando la vieron llegar, ambos pericos cruzaron miradas y uno dijo al otro: hermano, dejemos de orar que nuestra petición han sido escuchada.
Desde luego que es injusto generalizar y existen excelentes religiosos y políticos; desgraciadamente, hoy día, en México, profundizamos en una lucha mediática, hasta usar fuerza física con violencia; ambos, confundiendo sus trascendentes funciones.
Si los políticos tienen imagen de desprestigio, los ministros religiosos ven cada día más desiertos los templos; sin duda algo están haciendo mal. ¿No le parece que sus superiores ya deben actuar y contenerlos?
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