Es notable como nuestros gobiernos, los titulares del poder Ejecutivo, denodadamente reclaman para que al país se le coloque en los primeros lugares mundiales en los diversos indicadores de buen desempeño. Desafortunadamente la realidad está muy lejos de los arrebatos voluntaristas y los empeños publicitarios de aquellos.
Aunque para ser justos hay que destacar que nuestro país si está entre los primeros lugares a nivel mundial en dos rubros: el de expulsión de mano de obra y, relacionado con ello, el primer lugar como receptor de recursos del exterior que envían precisamente los emigrantes expulsados, como México no hay dos, diría pues Francisco Gil Díaz. Algo que no habla muy bien de un país que pertenece a la OCDE, (organización de países desarrollados económica y socialmente) ya que India, Filipinas, China y Paquistán, sus más cercanos perseguidores, no pertenecen a este club. Los gobiernos mexicanos y su obsesión por las apariencias y la simulación.
Es menester decirlo, a pesar del señor Fox y los partidarios de la continuidad no es un orgullo ser un país expulsor de gente, (ni aceptarse pasivamente como resultado de la aplicación de una política, y quizá hasta como un objetivo), tanto de fuerza de trabajo de baja calificación, como de cerebros que tienen que emigrar porque aquí no encuentran posibilidades de desarrollo. La educación y buena preparación ayudan, pero no pueden hacer mucho ante las serias limitaciones del modelo económico que se insiste en mantener.
Pero regresemos a nuestro punto. Durante 2006 el monto total de remesas se ubico en 23 mil 54 millones de dólares, que significan un incremento del 15 por ciento respecto a los 20 mil 35 millones del 2005, interrumpiéndose una racha de crecimientos anuales del orden del 20 por ciento.
Ello no quiere decir que en adelante vaya a registrarse un declive en estos flujos, pero tampoco se puede coincidir con el optimismo que ubica a éstos en 50 mil millones de dólares para 2010. Según las proyecciones del Conapo, en los próximos años seguirán emigrando anualmente cientos de miles de mexicanos, así que los pronósticos deben considerar las circunstancias en todos los sentidos.
Lo cierto es que cada vez se comprueba más el papel de las remesas familiares como un buen amortiguador de los desequilibrios económicos y sociales del país. Alrededor de cuatro millones de familias mexicanas reciben remesas y una buena parte de ellas se ubica por debajo de la línea de pobreza, lo que les ha permitido mitigar sus penurias económicas; y se estima que un tercio de los receptores pertenecen a la clase media, lo que les ha ayudado a permanecer en dicho estrato social.
Se calcula que el 86 por ciento de las transferencias son destinadas al gasto familiar ya que los hogares las utilizan sobre todo para adquirir bienes de consumo básico y para gasto en educación y salud, lo cual es lógico.
Sin embargo, funcionarios de la banca comercial señalan que el gran reto de las remesas es reducir ?la informalidad? de las economías latinoamericanas y elevar el grado de ?bancarización? de la población. Habría que ver si esa bancarización se entiende a inducirlos al consumo, gran negocio de la banca, o a través de instrumentos de ahorro con exiguos rendimientos. Este panorama podría no ser tan atractivo.
Una alternativa interesante es el programa 4X1, en donde clubes de migrantes en Estados Unidos reúnen dinero para realizar obras de infraestructura y proyectos productivos en sus pueblos y regiones. Este programa implica que por cada dólar que aportan las organizaciones de migrantes, otro dólar es donado por la empresa (remesera) y uno más por cada nivel de gobierno.
Desde luego, en términos del porcentaje de las remesas que se envían, los recursos involucrados en estos proyectos son muy pocos, reiteramos, no puede ser de otra manera ya que la mayoría se consumen. Aunque de persistir y seguirse incrementando estas entradas de recursos, los excedentes para inversión, considerados en forma global, sin duda van a ser más importantes, lo cual los perfila como buenas fuentes de financiamiento para inversiones productivas.
Sin embargo, para que la movilización de estos recursos se concrete en el sentido mencionado se requiere, que ello se enmarque en una estrategia global de desarrollo regional que, entre otras cosas contemple la creación de infraestructura, la constitución de cadenas productivas, la configuración de efectivos y eficientes canales de comercialización, la capacitación y la educación.
En una palabra las remesas están ayudando al bienestar de las familias (al tiempo que le dan solidez a la balanza de pagos, aportando así a la estabilidad macroeconómica), pero para que éstas se puedan contribuir al desarrollo pasa por una política pública de largo plazo en materia de ciencia, educación y tecnología, pero la parecer eso es muy complicado de entender para los encargados de las decisiones. Hay tareas.
josemedinajuarez@yahoo.com.mx
