Un estudio muestra que las prácticas sexuales en los reclutas mejoran su conducta y facilita su convivecia con los demás.
Un estudio del Instituto Interuniversitario de Criminología de Andalucía, España aboga por incrementar las relaciones íntimas entre los reclusos porque mejoran su comportamiento y favorecen su interacción social.
Este trabajo de investigación, elaborado a partir de una muestra estratificada de ochenta internos de segundo grado (60 hombres y 20 mujeres) del centro penitenciario de Topas (Salamanca, oeste de España) considera comprobado empíricamente que la vida sexual contribuye a forjar una mejor conducta en la cárcel.
Se analizan las relaciones íntimas de la población reclusa y se concluye que las mujeres tenían una vida sexual más activa que los hombres, entre otras razones porque el 82 por ciento tenía su pareja dentro del centro penitenciario.
Para esta proporción de reclusas, las palabras soledad, insatisfacción sexual o necesidades afectivas tenían una menor presencia en su escala de sentimientos, lo que, según el estudio, hace pensar que tener pareja en la cárcel tiene efectos beneficiosos inmediatos sobre el bienestar social de los internos.
Por esta razón, la investigación recomienda aumentar la frecuencia de los contactos entre parejas reclusas, tanto en las salas de comunicaciones íntimas como en otros espacios de la prisión donde puedan charlar o compartir preocupaciones.
También sugiere que se favorezcan las relaciones, así como las comunicaciones íntimas, entre personas de distinto sexo en la prisión, sin que medie una vinculación de pareja estable.
Estos contactos deberían ir acompañados, según el trabajo, de un servicio de asesoramiento sexual y de pareja, donde se puedan trabajar aspectos como la ética de las relaciones interpersonales, el control del contagio del sida y la prevención de los embarazos no deseados.
Asimismo, para los internos que tienen su pareja fuera de prisión, recomienda que los contactos sean más frecuentes.