El curriculum político de Bill Richardson, aspirante a la candidatura demócrata a la Presidencia de EU, es impecable. (Archivo)
Se tendría que buscar mucho para encontrar alguna desprolijidad en ‘Billy’, quien alguna vez tuvo fama de descuidado. Hoy es la imagen de la perfección.
Uno tendría que buscar mucho para encontrar alguna desprolijidad en Bill Richardson, quien alguna vez tuvo fama de descuidado.
O signo alguno del hombre desaliñado que en una ocasión se sacó el blazer azul y lo colgó distraídamente de una silla mientras entrevistaba a un postulante para un trabajo. Concluida la entrevista, Richardson se puso el saco sin darse cuenta que había pisoteado una manga y dejado marcas.
Hoy, Richardson es la imagen de la perfección. Siempre tostado, con el cabello atildado. Y con 13 kilos menos que en el pasado.
El curriculum político de Richardson es igualmente impecable: Catorce años en el Congreso. Embajador ante las Naciones Unidas. Secretario de Energía. Cinco años como gobernador de Nuevo México. Y fama de grandes dotes diplomáticas en el ámbito internacional.
Debajo de esa apariencia pulida hay algunos repliegues.
“Richardson es demasiado auténtico”, señaló un bloguero político.
Esa autenticidad siempre estuvo presente.
DÉCADA DEL 50: EL GRINGO
Billy no sabía a quién apoyar en 1954, cuando su padre lo llevó a ver una pelea entre el mexicano Raúl Macías y el estadounidense Nathan Brooks en la ciudad de México.
Nació siete años antes en Pasadena, California, y pasó toda su infancia en México. Su padre era un ejecutivo bancario estadounidense que había sido trasladado a México. Allí conoció a María Luisa López Collada, secretaria del banco y con quien se casó. Era mexicana.
El niño todavía no sabía quien era.
Hablaba en inglés, pero soñaba en español. Cuando comenzó a jugar beisbol a los 10 años, se dio cuenta de que para los mexicanos era un “gringo”. Su familia era considerada rica en México, con chofer y cocinero. Pero vivían en un sector pobre de la ciudad.
Vivía entre dos mundos y tenía que aprender a manejarse.
Su padre siempre tuvo grandes expectativas para él y de niño le inculcó la importancia de ser generoso y tener éxito en la vida. Le enseñó que había que luchar para salir adelante, como el boxeador mexicano que Richardson apoyó y que ganó una emocionante pelea de 12 asaltos.
DÉCADA DEL 60: LA ESTRELLA MEXICANA
En el otoño de 1960, Richardson, quien no había cumplido 13 años, de nuevo tuvo problemas para encajar en su entorno. Su padre lo envió a la Middlesex School de Concord, Massachussets, donde el gringo pasó a ser un muchacho de piel oscura en una escuela exclusiva.
¿Qué mejor forma de insertarse que sobresaliendo en el deporte nacional?
Una autobiografía dice que Richardson fue un pitcher “con una recta muy buena y una curva efectiva”, que soñaba con ser pelotero profesional.
Fue durante este periodo que adquirió un alto sentido competitivo y se hizo un bromista.
No perdona a nadie. En 2005, la vicegobernadora Diane Denish dijo al Albuquerque Journal: “Me pellizca en el cuello, me toca la cintura, la cadera, la pierna”. Si bien admitió que lo hacía en broma, Denish dijo que encontraba todo eso “irritante y molesto”.
DÉCADA DEL 70: AVENTURA POLÍTICA
Ed Romero era el presidente del Partido Republicano en el condado más grande de Nuevo México cuando Bill Richardson fue a verlo en 1977, para decirle que pensaba instalarse en ese estado y postularse para un cargo público.
“Le dije que estaba loco”, recordó Romero.
Richardson dio sus primeros pasos en la política como presidente del que fue el club de estudiantes de su padre en la Tufts University. Su sueño de ser pelotero profesional se había desvanecido y su pasado, dividido entre dos países, le había despertado el interés en los asuntos internacionales.
En 1971 escuchó un emocionante discurso de Hubert Humphrey sobre cómo combatir los problemas sociales a partir de la política y surgió un nuevo sueño.
Luego de trabajar algunos años en Washington, Richardson y su esposa, Barbara, su novia de la escuela secundaria, se mudaron al otro extremo del país.
Richardson fue contratado como director ejecutivo del Partido Democrático del condado de Bernalillo y comenzó a codearse con la cúpula política.
“Pensé que era un aventurero”, afirma Romero, pero ahora admite que se equivocó al decirle que estaba loco.
DÉCADA DEL 80: EL CONGRESISTA AUDAZ
“Bill Richardson no se deja intimidar”, asegura el ex gobernador de Nuevo México Jerry Apodaca.
Lo constató cuando Richardson, dos años después de radicarse en Nuevo México, perdió su primera elección para representante por apenas el uno por ciento de los votos ante el veterano político Manuel Luján. Dos años después, fue elegido por un nuevo distrito.
Su ex jefa de personal Melanie Kenderdine recuerda vívidamente cómo Richardson tomaba de la solapa a otros legisladores cuando trataba de convencerlos de algo y dice que a menudo ignoraba las jerarquías para conseguir resultados. El electorado lo premió con siete términos legislativos.
DÉCADA DEL 90: EL NEGOCIADOR NÓMADA
“Dame un cigarro” tal vez no sea lo que uno espera oír de un embajador ante la ONU que se dispone a hablar con el ministro de Relaciones Exteriores japonés. Pero para David Goldwyn esa es una salida típica de Bill Richardson. Tras enterarse de que el ministro japonés fumaba, Richardson se puso un cigarro en el bolsillo de su saco y, cuando estaba con el ministro, le preguntó si podía fumar.
“Siempre hace lo necesario para salir adelante”, comentó Goldwyn, ex subsecretario de seguridad nacional en la ONU.
Ya antes de ser designado embajador en la ONU en 1997, Richardson gozaba de buena reputación como diplomático. Medió con Corea del Norte tras el derribamiento de un helicóptero con dos pilotos estadounidenses y negoció con Saddam Hussein la liberación de dos empleados de la industria petrolera estadounidenses.
Su éxito, según Goldwyn, se basa en los distintos aspectos de su personalidad. Su condición de deportistas, por ejemplo, le permitió entablar una buena relación con Fidel Castro durante una charla sobre beisbol. Su picardía hombre de la calle lo ayudó en el episodio del cigarro.
“Su personalidad le abre muchas puertas”, señaló Goldwyn. “Y entonces se hace sentir su perseverancia”.
2000 Y MÁS ALLÁ: EL GOBERNADOR
En el año 2002 buscó la gubernatura de Nuevo México y la ganó con el 53 por ciento de los votos. Fue reelegido el año pasado con el 68 por ciento.
Su viejo amigo Bob Gallagher dice que si Richardson quiere algo, “prepárese para verlo con una escopeta al final del corredor”. Y si no lo consigue, prepárese para aguantarlo.
2007: EL CANDIDATO PRESIDENCIAL
“El pueblo estadounidense no quiere candidatos perfectos, con el cabello impecable”, declaró Richardson durante su primer debate presidencial demócrata. Y no hay la menor oportunidad de que él ofrezca esa imagen.
“No cambio”, recalcó en una reciente entrevista. “¿Si tengo defectos? Claro que los tengo. ¿Tengo a veces actitudes inusuales? También”.
Cuando se le pregunta si no teme ser “demasiado auténtico”, responde: “El tiempo dirá” si eso es algo negativo.