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Riesgo francés| Jaque mate

Sergio Sarmiento

“El peor riesgo es el de no tomar riesgos”.

Nicolas Sarkozy

Dicen que los franceses argumentan con el corazón pero votan con el bolsillo. Esta vieja frase podría explicarnos por qué los electores escogieron este domingo al derechista Nicolas Sarkozy como nuevo presidente de Francia frente a una socialista, Segolene Royal, que en muchos aspectos parecía una candidata más atractiva que el duro ex ministro del interior.

Al final la decisión no sorprendió demasiado. Si bien Segolene se encontraba adelante en las encuestas de opinión a principios de año, fue perdiendo terreno poco a poco, en buena medida a consecuencia de sus propios errores. Mucho daño le hizo una declaración que hizo apoyando la independencia de Quebec, que luego se complicó después de que un comediante, Gérald Dahan, se hizo pasar por el primer ministro de Quebec, Jean Charest, en una llamada telefónica. Cuando el supuesto Charest le dijo que su declaración era como si él se hubiera pronunciado por la independencia de Córcega, Segolene le respondió riendo: “Los franceses no estarían en contra de eso. No lo repita. Creará otro incidente en Francia. Es un secreto”.

Los franceses se dieron cuenta de que Segolene había caído en una trampa; pero los que no la cuestionaron por su tono despreciativo hacia Córcega y hacia la integridad del territorio francés, la criticaron por su inocencia ante el engaño de un cómico.

Segolene, por otra parte, pagó muy cara la falta de claridad en sus posiciones políticas. A veces, cuando hablaba ante empresarios o personas de la clase media, moderaba sus posiciones y cuestionaba, por ejemplo, los altos impuestos del país. Cuando se encontraba ante los sindicatos y grupos de activistas sociales, sin embargo, retomaba el lenguaje de la vieja izquierda. Esto hizo que se le viera como indecisa en sus convicciones o, peor aún, como hipócrita.

Sarkozy, en cambio, fue siempre contundente en sus puntos de vista. Defendió la política de mano dura que adoptó como ministro del Interior frente a los manifestantes y grupos de protesta que violaron la Ley realizando saqueos y quemas de vehículos en los suburbios de las grandes ciudades. Se pronunció por una mayor restricción en la inmigración y prometió medidas para garantizar la preservación de la identidad francesa. Ofreció también reformas para dar un nuevo dinamismo a la economía francesa, que con el tiempo se ha venido rezagando frente a las de otros países desarrollados.

Sarkozy hizo un especial énfasis en la idea de flexibilizar la legislación que ha creado en Francia una semana de trabajo de sólo 35 horas, la más corta del mundo, la cual ha afectado la competitividad de las empresas galas. También subrayó la necesidad de reducir los confiscatorios impuestos a las personas físicas que se elevan al 70 por ciento del ingreso. Con él no había dudas. Su proyecto era claro. Podía uno estar de acuerdo o no, pero no había medias tintas o intentos de quedar bien con todos. Y, al parecer, esa claridad gustó a los electores franceses.

Ésta es la tercera elección presidencial consecutiva ganada en Francia por un candidato de derecha. Chirac obtuvo dos triunfos, en 1995 y en 2002. Al terminar los cinco años de Gobierno de Sarkozy, la derecha habrá completado 17 años consecutivos en la Presidencia. Y si Sarkozy es reelecto en 2012, lo cual es cuando menos probable, esta hegemonía podrá extenderse durante 22 años. Una eternidad en cualquier democracia del mundo.

Esto no significa, sin embargo, que Francia se haya volcado a la derecha. De hecho, Francia tiene una tradición política e intelectual que lo lleva constantemente a la izquierda. Charles de Gaulle, a quien la historia recuerda como derechista, comenzó el proceso de nacionalización de la banca y de la industria que después trató de completar infructuosamente el socialista Francois Mitterrand. El sistema político francés, que permite la frecuente cohabitación de gobiernos encabezados por primeros ministros de un partido y presidentes de otro, ha hecho que el país avance en direcciones políticas que no tienen nada que ver con el signo del partido del presidente.

No hay duda de que en los últimos años e incluso décadas Francia se ha movido hacia la izquierda o por lo menos al uso de los recursos del Gobierno para satisfacer las exigencias de sindicatos, grupos de granjeros y demás. Por eso se ha acortado la semana laboral a 35 horas; por eso los impuestos franceses se encuentran entre los más altos del mundo; por eso los subsidios han hecho ricos a los productores del campo.

Habrá que ver si Sarkozy se convierte, como Jacques Chirac, en un izquierdista disfrazado de derechista. O quizá, ante los compromisos tan claros que ha hecho en su campaña, no tenga más opción que tomar el riesgo de impulsar las reformas estructurales que permitirían hacer de Francia un país más eficiente y más competitivo.

RATIFICACIÓN

Histórica es la decisión de la Suprema Corte, ocho votos contra dos, que permite la participación del Congreso en las designaciones de funcionarios del poder Ejecutivo. La decisión de ayer tenía que ver con el nombramiento del director general de Notimex. Pero es lógico esperar fallos similares en otros casos, entre ellos el tan controvertido de los miembros de la Comisión Federal de Telecomunicaciones (Cofetel). El ministro ponente, Sergio Valls, señaló: “No estamos en un régimen presidencialistas hoy en día… sino en un régimen democrático que permite una colaboración interinstitucional”.

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