(PARTE CUATRO DE CUATRO)
LA EXHUMACIÓN DE LOS RESTOS DE ZULOAGA
Los arqueólogos designados por el INAH, elaboraron un reporte de los pormenores y de las conclusiones respecto a los trabajos desarrollados en la exhumación de los restos de Leonardo Zuloaga. En el mismo documento externaron algunas dudas sobre las cenizas desenterradas, dudas que mencionamos a continuación en forma resumida y a las cuales trataremos de darles la mejor explicación posible.
En primer lugar consideraron que la tumba de Zuloaga resultó ser demasiada austera, si se tomaba en cuenta que dicho señor era uno de los hombres más ricos del Sur de Coahuila en la fecha de su muerte. Por otra parte se extrañaron haber encontrado tres ataúdes con otros tantos cuerpos y en uno de ellos además los restos de tres infantes, si se tomaba en cuenta que el matrimonio Zuloaga-Ybarra, no había tenido descendencia. Cuestionaron el porqué la madre de doña Luisa (doña Isabel) fue sepultada allí, si según ellos, colindante a la tumba examinada existía la cripta de los Ybarra que era más ostentosa. Consideraron por una parte, que los objetos asociados y que se localizaron dentro de la tumba fueron muy escasos, sencillos y pobres para el nivel socio-económico de los personajes en cuestión; les pareció que los botines que supuestamente pertenecieron a Zuloaga, tenían la suela muy desgastada y resultaba raro pensar que el dueño hubiese sido sepultado con ese tipo de calzado. Sin embargo en contraposición, opinaron que el florero de origen francés localizado sólo podía ser obtenido por personas pudientes del siglo XIX. Para concluir mencionaron que bajo el método de sobreposición fotográfica de los cráneos del señor Zuloaga y de su esposa, con los de los individuos en vida, consideraron que había una certeza del 100 por ciento de que el cráneo de Zuloaga perteneció a dicho señor y en cuanto al de doña Luisa, existía un 95 por ciento de probabilidades de que perteneció a la citada señora. Hasta aquí las opiniones de los arqueólogos.
Ahora bien para responder a las dudas y cuestionamientos presentados por los arqueólogos, puedo afirmar con toda convicción, por ser la persona que hizo la sugerencia a las autoridades municipales de esta ciudad de traer los restos de Zuloaga de Parras a Torreón y por consiguientes haber hecho el señalamiento de su tumba, que dicho señalamiento no se hizo al azar, sino que fue con base en la información recibida de la gente ?antigua? de Parras entre quienes era un secreto a voces la existencia de dicha tumba, complementada con la que nos presentó el señor Eduardo Guerra, en su obra sobre Torreón, sobre la ubicación y descripción de la tumba que a él sí le tocó ver y a quien se la señaló y mostró un primo de doña Luisa, (Alberto de Yarto y Goribar), y con la inspección de campo que muchas veces realicé del sitio para corroborar los datos obtenidos, respecto a su ubicación dentro del cementerio y en lo que correspondía al túmulo superior y a las lilas que crecieron a sus lados norte y sur y a las que hizo referencia Guerra, y que a la fecha de la exhumación todavía existían, no nos quedó la menor duda de que se trataba de la tumba de Zuloaga.
La tumba realmente no tiene nada de austera como afirman los arqueólogos, porque no es un simple socavón en el suelo, sino que es una oquedad totalmente revestida con paredes de piedra de rostro, de 20 cms., de espesor y perfectamente enjarrada en su interior. Y no se diga de su cubierta o tapa, compuesta de dos cuerpos de aproximadamente 20 cms, de grosor cada una, amén del túmulo o remate; todo ello totalmente a prueba de posibles saqueos y profanación. Queda claro que cuando murió doña Luisa en octubre de 1886, la tumba quedó sellada para la posteridad. Según mi punto de vista, el que se haya hecho de esa forma resulta explicable y una elección muy acertada por parte del matrimonio Zuloaga-Ybarra, ya que las criptas elevadas que en el panteón son muy comunes, y que guardan en general los restos de gente de alto nivel económico de Parras del siglo XIX, con el tiempo, el descuido y abandono, propician que los ataúdes allí guardados sean sacados de sus criptas y los restos humanos ?anden rodando? en el panteón. Simplemente una tumba con las características de las de Zuloaga no cualquiera la hubiese podido construir, porque ello hubiese ameritado el desembolso de una considerable suma de dinero.
El que se hayan localizado tres ataúdes dentro de la tumba no nos causó la menor extrañeza, porque realmente eso era lo que se buscaba. De acuerdo a las noticias proporcionadas por don Alberto de Yarto, a través de Guerra, nos enteramos de que en la sepultura se encontraban además de los restos de Zuloaga, los de doña Luisa y los de su suegra, doña Isabel Goribar. Se buscaban los restos adultos, de dos mujeres y los de un hombre, y eso mismo fue lo que se encontró, con el agregado de los infantes que aparecieron en la caja de doña Isabel; y estaban en dicho ataúd porque bien pudieron ser sobrinos de doña Luisa o bien hijos de la misma doña Isabel, por tal motivo se colocaron allí. La caja de doña Luisa claro que era la que estaba en mejores condiciones, por el material de que estaba hecho y por ser el entierro más reciente. El sarcófago que correspondió a Zuloaga casi había desaparecido por la acción del tiempo y por la humedad reinante, ocasionada por las raíces de las lilas que crecieron en su derredor.
La cripta que dicen los arqueólogos perteneció a los Ybarra, para que hubiese sido sepultada allí doña Isabel, realmente no era de dicha familia sino que perteneció a la familia más o menos numerosa de don Remigio Rojo y de su esposa doña Candelaria Ybarra, hermana de doña Luisa. Por lo que no tiene nada de raro que los restos de la madre de doña Luisa hayan sido sepultados allí, ya que fue la primera que murió de los tres y es posible que haya sido también la primera que se sepultó en la tumba de Zuloaga.
No se pudieron haber encontrado muchos objetos de valor o de otro tipo en la tumba, por el tiempo trascurrido desde el último entierro (1886) y por el deterioro que los mismos objetos pudieron haber tenido principalmente por la acción de la humedad reinante. Por lo mismo no se puede opinar sobre el estado de desgaste del calzado que presumiblemente perteneció a Zuloaga. Por otro lado, hay que tomar en cuenta que por haberse abierto el sepulcro con anterioridad en una o dos ocasiones (cuando murió Zuloaga y cuando murió doña Luisa), los objetos que tal vez pudiesen haber existido, bien pudieron haber sido retirados o sustraídos por las personas que intervinieron en las tareas de inhumación de dichas personas y con mayor razón se las llevaron si eran objetos de valor. En la caja de doña Luisa tal vez existan mayores objetos de ese tipo, pero por lo explicado anteriormente no se examinó mayormente su contenido.
Realmente estamos seguros que los restos exhumados del panteón de San Antonio de Parras y vueltos a inhumar en el sitio del Museo del Torreón de esta ciudad, el 23 de septiembre de 2003, pertenecieron a Leonardo Zuloaga, a doña Luisa Ybarra, a doña Isabel Goribar y a tres infantes no conocidos. Los de doña Isabel y los de los infantes se trajeron por casualidad y no por otra cosa.
Los restos de Leonardo Zuloaga fueron traídos a esta ciudad, no porque haya sido un héroe como nunca lo fue, ni porque haya sido hacendado, ni mucho menos por haber sido un liberal vidaurrista que tuvo graves problemas con los matamorenses; se hizo simplemente porque fue un personaje de su tiempo y nadie le puede quitar la gloria de haber sido el fundador de Torreón y como tal acá debían descansar sus restos. ?En la mejor y más principal de sus fincas, objeto de sus desvelos?.
Fuentes:
*.-Contreras Palacios Gildardo. Leonardo Zuloaga. Fundador del Torreón. 2003.
*.-Guerra Eduardo. Torreón su origen y fundadores. 1932.
*.-Jiménez López J.C. y Cervantes Martínez Jorge. Román Jáquez Juana Gabriela.- Leonardo Zuloaga. Una Interpretación Antropofísica. 2005.
*.-Testimonio oral proporcionado por el señor Alberto González Domene, titular de la Dirección Municipal de Cultura en el trienio 2003-2005.
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