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Rumbo al Centenario / Un poeta en Torreón

Silvia Castro

En la pasada Feria del Libro, celebrada en Monterrey, tuve la suerte de encontrarme con un Epistolario de Manuel José Othón. En él se incluyen algunas cartas que el poeta potosino escribió a su esposa, desde Torreón y a través de las cuales podemos conocer sus impresiones sobre la floreciente villa. El poeta llegó a ésta a principios de 1898, ya que su primera misiva está fechada en enero 22. En aquel momento Torreón debe haber tenido alrededor de ocho mil habitantes, si tomamos en cuenta que en el censo de 1895, Torreón contaba con tres mil 969 habitantes y que para el de 1900 era de 13 mil 845 podemos calcular que para principios de 1898 su población debe haber estado alrededor de esa cifra. Vino en busca de negocios que le permitieran vivir cómodamente, pero por lo que se desprende de una de sus misivas no pensaba estar aquí mucho tiempo, pues explica: ?sabrás que debo durar aquí todavía diez o doce días más; pero eso no importa, pues más ganaré?.

La villa no fue de su agrado. ?Éste es un pueblo horroroso, lleno de tierra: un montón de casas sin orden ni concierto en medio de una llanura inmensa color de adobe. Pero hay dinero y negocios que es una barbaridad?. Un mes después, su impresión no ha cambiado y le hace a su esposa una descripción un poco más extensa sobre la villa: ?Este pueblo es horroroso, no puedes figurártelo; Los Pozos son una ciudad como San Luis comparado con esto. No hay ni un árbol, ni un maguey, ni un nopal. Es una llanura que forma un inmenso horizonte, como el mar, y toda llena de tierra suelta, en tal cantidad que se hunde uno hasta las rodillas. La población está formándose; pero es riquísima. Aquí no hay más que ricos. Se hacen unos negocios tremendos. Acaba de formarse un sindicato para la explotación de la pura semilla de algodón, y el capital del sindicato es de tres millones de pesos. Y así es todo. Con que por esto ya te figurarás lo demás?.

En la primera de esas cartas le hace a su esposa un relato de sus actividades diarias, que nos permite asomarnos a la vida de la villa: ?Mi vida es levantarme a las ocho. Desayunarme con don Pablo Schugt, mi cliente. Leer periódicos. Ir a la cantina con el mismo. Jugar al dominó. Beber, pero moderadamente. Comer otra vez con D. Pablo en la fonda, espléndidamente. Charlar, ir a Ciudad Lerdo que dista de aquí cuatro leguas. Voy con un alemán minero de apellido Dietmark, muy buena persona y muy ilustrado. Tanto él como D. Pablo son melómanos. Éste tiene un piano de cola que le costó dos mil doscientos pesos, pero su señora está en Nueva York. Dicen que es una notabilidad como pianista. En la noche si hay teatro, vamos. Está aquí una compañía de zarzuela y no tan mala. Hoy dan El dúo de la africana, los africanistas y qué sé yo qué otra cosa?. Un poco más adelante aclara: ?No me junto más que con hombres serios y acaudalados, que aunque están casi todo el día en la cantina, no se exceden, pues aquí hay la costumbre de arreglar los negocios en las tabernas?.

La enorme oportunidad de negocios que la floreciente villa ofrecía, motivó a Othón a establecer su residencia en la región y así en su misiva del nueve de marzo le dice a su esposa: ?Al decirte que me quiero venir aquí es porque jamás se me volverá a presentar una oportunidad de hacer algo como ahora. Me han subido las igualas a 300 pesos. Pero en el caso que me venga, lo haré solo, pues esto no está bueno para familia por ahora, y sólo dentro de tres o cuatro años que hayan venido familias de otras partes se podrá vivir. Tú te quedas en el Saltillo y yo voy a verte cada mes, como hace Praxedes Peña, el padre de Herminia. En el tiempo de las lluvias se puede venir por paseo unos ocho días, cuando está crecido el Nazas que es el Nilo de México?. Finalmente su esposa se estableció en Ciudad Lerdo.

En esta última ciudad fungió como abogado y notario. Cuando algunos inversionistas radicados en Lerdo vieron la conveniencia de unir a las tres poblaciones por medio de un tranvía, fue Othón quien gestionó las concesiones. La federal fue otorgada por quince años y las de Coahuila y Durango por veinte.

En octubre de 1906 hizo su último viaje a México para leer en la Academia, una elegía en honor de Rafael Ángel de la Peña. Para entonces ya estaba muy enfermo, tanto que al regreso no pudo llegar hasta la ciudad de Lerdo y murió en San Luis Potosí el 28 de noviembre. Hace unas semanas, se conmemoró el centenario de su fallecimiento.

Finalmente Manuel José Othón vino a Torreón buscando aprovechar las oportunidades que daba el gran crecimiento de la región. Si en un principio, el entorno geográfico no fue de su agrado, acabó convirtiendo a la región en su lugar de residencia y creando aquí uno de sus mejores poemas: Idilio Salvaje.

Invitación: El próximo martes 23, a las ocho de la noche en el foyer del Teatro Isauro Martínez se presentará la edición facsimilar del Directorio Comercial e Industrial de La Laguna 1905-1906, joya bibliográfica que nos acerca al Torreón de hace cien años.

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