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Rumbo perdido| Diálogo

Yamil Darwich

Ni duda cabe: México parece haber perdido el rumbo ante el embate de las malas interpretaciones en la aplicación de los avances de la ciencia y la técnica.

La discusión del momento se refiere al aborto, cuando aún no acabamos de reponernos ante la sorpresa de la aprobación de la ley que permite el “matrimonio” entre sujetos del mismo sexo, a pesar de que la presenten con términos legaloides, tratando de pasarla como “de convivencia y conveniencia”.

Tampoco terminamos de discutir las discrepancias de criterio, sobre la propuesta de legalizar el asesinato de embriones, cuando iniciamos otra discusión: la postura maliciosa que pretende aprobar la eutanasia.

La semana anterior dialogamos sobre la relación, poco analizada, entre la crisis –¿rejerarquización?– de valores y la inefectividad de las instituciones; ahora debemos sumar la pérdida de respeto al ser humano: social, cuando se agrede a la familia, base fundamental de las comunidades y a la vida misma, al promover aborto o eutanasia.

El más fundamental de los derechos humanos: la vida, es ahora cuestionado y hasta rebatido.

También, en otras entregas, hemos tratado sobre la “Sociedad del Conocimiento”, exponiendo nuestra postura: el desarrollo de la técnica y el avance de la ciencia representan enormes beneficios, siempre y cuando se apliquen con sentido humanista y aseguremos que el pensar se anteponga al actuar, hecho que desgraciadamente no se está dando en México.

Asegurar los derechos individuales de los homosexuales –de ambos sexos- es un compromiso de humanistas, el cual debemos atender; aprovechar el “hueco de oportunidad” en esa búsqueda de justicia social, para agredir los conceptos de matrimonio y familia, es inequitativo e inmoral. Existe un viejo principio en sicología que dice: “no puedes quitarle nada a nadie sin darle algo a cambio”, el caso que nos ocupa es igual: la agredimos sin ofrecer propuestas convenientes para suplirla; decir que se busca la seguridad jurídica es burla, cuando sabemos existen distintos tipos de acuerdos civiles –sociedades, títulos de propiedad y hasta testamentos- para asegurar tales derechos individuales.

El caso del aborto presenta aristas mayores; defenderlo con argumentos de “derecho a la calidad de vida –sicológica y social- de la madre abortiva”, o “libertad a decidir en cuerpo propio”, son medias verdades que tratan de esconder la otra cara de la moneda: el derecho de cualquier embrión a vivir o el respeto a su oportunidad de crecer y desarrollarse.

También se discute: ¿cuándo se tiene vida humana? Algunas posturas hablan de días, meses y hasta semanas después de la fecundación; la realidad: al momento de la unión del óvulo con el espermatozoide, se crea una nueva célula con contenido genético completo.

En genética aplicada se aprende que existe el “fenotipo” –la apariencia física del ser vivo- y el “genotipo” –el contenido hereditario– y que este segundo da las particularidades humanas, únicas e irrepetibles. Esta es una definición clásica que cualquier estudiante del área de la salud aprende en las aulas universitarias, aunque ahora traten de imponernos cambios de interpretación filosófica o científica, con actitudes permisivas y abuso de poder.

La eutanasia –muerte por elección y asistida- ya es discutida entre diputados y senadores, habiendo anteproyectos de ley que están en redacción, para presentarse formalmente. Si México rechazó la pena de muerte –como la mayor parte de los países occidentales- también deberá renunciar –en congruencia– a decidir quién vive o no. En algunos países considerados como “desarrollados” y de reconocida democracia, es permitida la “buena muerte” o “asistida”, pero también habremos de revisar la problemática social que enfrentan, a fin de llegar a comprender su realidad; no todo lo vivido por ellos es bueno.

En nuestro país, las discusiones se han radicalizado hasta llegar al punto de amenazas sobre la vida, excomuniones y agresiones físicas, que esperemos no se agraven. Parece que no recordamos la “Guerra Cristera”, que se desencadenó cuando radicales liberales y conservadores se enfrentaron por agotar el diálogo. Hoy en día parece que vivimos una situación parecida; ojalá y no.

Es interesante que en ninguno de los casos tratados se haya tomado en consideración la verdadera opinión y voluntad popular –referendos, consultas o plebiscitos- y que los diputados y senadores sucumban ante las presiones políticas, siendo influenciados para la decisión final y consecuentemente, su otorgamiento de voto. Otro dato curioso es la muy pobre consulta y difusión sobre la opinión experta en el tema -médicos, genetistas, biólogos, sociólogos, antropólogos y hasta ministros religiosos-.

El debate se presenta como decisión trascendente y habrá que exigir prudencia, análisis serio e inteligencia de quienes defienden una u otra postura. En ese contexto, la UNAM ofrece servicios académicos extraordinarios a muchos de los diputados que no han concluido su bachillerato y sin embargo, tienen en sus manos la decisión. Yo me declaro a favor de la vida y ¿usted?

ydarwich@ual.mx

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