Parte segunda
“Fíjate compadre que este año otra vez tengo ganas de ir a Europa. ¿A poco fuiste el año
pasado? No, pero el año pasado también tenía ganas”.
Por más corto que resulte el trayecto (de Torreón a Lerdo a tomar nieve a Chepo) en general los viajes siempre ilustran. En mi caso, lector querido, las incursiones aéreas, terrestres o marítimas me han dejado una noción general de lo que debo o no hacer cuando me encuentro fuera de casa. Fiel a la consigna de repetir cualquier error, este columnista ignora la máxima hipocrática que alerta sobre los peligros implícitos de salir durante la Semana Santa. Te escribo estas líneas desde Nueva York, a punto de emprender el regreso a la capital del país.
Está por demás afirmar que después de varios días de mundanal descanso y el regocijo que supone adentrarse a los placeres eternos de una gran metrópoli, en el D.F. únicamente me espera el caos y la desgracia. Como tantas obras monumentales a lo largo y ancho de nuestra Suave Patria, el Aeropuerto Internacional Benito Juárez hace décadas que rebasó su capacidad de competencia. En palabras de famosa marchanta: “Es que no nos damos abasto hijito chulo”.
Para desgracia de pocos y consuelo de muchos, el viajar es algo que ha venido democratizándose con el paso de los años. La noción de una aldea global donde las fronteras sucumben ante los avances tecnológicos nos posibilita transportarnos con relativa facilidad de un extremo al otro. Claro está, los medios de comunicación y el uso indiscriminado del marketing como herramienta de venta también han contribuido a un que una mayor parte de nuestro presupuesto vaya destinada a los viajes.
Y bueno, todos somos insistentes. No contentos con traer –todavía- en hombros la tan famosa y malograda “cuesta de enero”, nomás intuimos la proximidad de cualquier puente, vacación o fecha alegre y ya estamos sacando las maletas del clóset. Si antes me atenía a lo que ganaba o podía gastar, ahora ello no importa demasiado. “Viaje y pague mañana”; “sesenta meses sin intereses al destino de su elección”, son slogans frente a los que todos sucumbimos.
Viajar infiere placer y diversión, también estatus y posicionamiento dentro de la escala social. Cambian nuestros valores, del mismo modo que nuestras prioridades. ¿Qué irán a decir en la cuadra cuando se enteren que no vamos a ninguna parte? Ni modo que zutanito ande muy quitado de la pena paseándose por Las Vegas y nosotros, como típicos tercermundistas, hagamos pic-nic en el lecho del Nazas. ¡Ni lo mande Dios!
Todavía en mis años mozos se hacía mucho énfasis en el poder de la imaginación. Los libros de aventura eran capaces de transportarnos a otras latitudes, en fin, vivíamos existencias un poco más simples y relajadas. Ahora, si al mar Caribe no logro llegar, ello infiere que no soy como los otros, que no estoy en la misma sintonía. Digo, el mero hecho de competir con mi entorno muestra todas y cada una de mis inseguridades.
Vajar es precioso, pero tampoco debe convertirse en situación de vida o muerte. Si en algún momento me veo impedido a realizar la cruzada de las mil y una noches que siempre había anhelado, no por eso mi mundo se debe cerrar. ¿Dónde queda, por ejemplo, la delicia de adentrarme a los atractivos locales que casi nadie visita y por lógica se encuentran olvidados? Te puedo apostar que muchos conocen a conciencia las capitales de Europa, pero prácticamente nadie puede describir cómo son Las Dunas de Bilbao o El Puente de Ojuela. La falta de interés –gubernamental y del turismo- al final provoca que un sinfín de lugares interesantes a lo largo y ancho del territorio languidezcan ante la falta de atención generalizada.
Somos difíciles. En el extranjero defendemos a México con ahínco y aquí nuestra cultura cívica y urbanidad dejan bastante qué desear: al César lo que es del César. ¿Por qué tendremos que dejar hecho un muladar cada lugar visitado? ¿Y por qué diantres el Gobierno falta en proveer la infraestructura necesaria para que cada Semana Santa no sea un verdadero Vía Crucis para aquellos que, por elección o falta de medios necesarios para salir al extranjero, permanecen en México? Las mil incongruencias de ser mexicano.
Y yo, hable y hable sobre las bondades de mi tierra y por el otro lado ando en busca de pretextos para seguir el jolgorio. ¿Quién en sus cinco sentidos, busca terminar con las vacaciones?