La vida pública de Santiago Creel está marcada por virajes abruptos que ejemplifican la compleja interacción entre los poderes fácticos y los protagonistas de la política.
El ciudadano ejemplar. Creel incursionó en la política desde organizaciones cívicas y de ahí pasó a formar parte del Consejo del Instituto Federal Electoral que en 1994 empezó a desmantelar la orientación filopriista de su estructura. En sus batallas por elecciones confiables se apalancó en organizaciones como Alianza Cívica y se asoció a personajes como Miguel Ángel Granados Chapa y José Agustín Ortiz Pinchetti. Con este último tuvo una cercanía que simboliza el entendimiento entre izquierda y derecha que fortaleciera las movilizaciones de los años noventa.
José Agustín y Santiago se comprometieron en serio y ahí está su observación de las elecciones para gobernador en Tabasco de 1994, misma que desembocó en la presentación en plaza pública de las cajas con la evidencia del dispendio hecho por Roberto Madrazo para llegar a la gubernatura de aquel estado. Eran otras épocas porque esa información fue proporcionada por Andrés Manuel López Obrador.
Tiempos de tibieza. A medida que Santiago avanzó en la política, sus acciones adquirieron la opacidad de quien va sometiendo sus principios al yugo de los intereses creados. Para algunos hubo una capitulación incondicional, para otros un ejercicio de realismo ante la fortaleza del viejo régimen. En todo caso, como secretario de Gobernación de Vicente Fox tomó decisiones e incurrió en omisiones que lastimaron, causas por las que había luchado. Así, contribuyó al debilitamiento del compromiso de entregar justicia y verdad sobre los crímenes cometidos bajo el viejo régimen. También aceptó con disciplina y pasividad el entusiasmo con el cual Marta y Vicente, la inolvidable pareja presidencial, entregaron poder, soberanía y recursos a las televisoras. Él mismo terminó siendo partícipe de esa capitulación cuando, cinco días antes de irse de precandidato de su partido, entregó 130 permisos a Televisa para instalar las casas de juego que ahora proliferan en centros comerciales.
No era el primero que vivía un tránsito que rara vez tiene retorno; son demasiados los alicientes para quedarse en el Olimpo de los poderes fácticos y muy altos los costos de reconstruir lealtades mutiladas. Tanto sacrificio, tanta capitulación, fueron inútiles porque terminó perdiendo la candidatura a la presidencia por su partido. Se inició, así, un periodo de abandono y traición.
Derrota y refundación. Una anécdota ilustra el encono con que algunos festinaron el fracaso de Creel. En septiembre de 2005 un vicepresidente de Televisa, Alejandro Quintero, descalificó a Creel tachándolo de candidato con una “clara estrategia equivocada” porque se “dedicó a hacer una campaña de comunicación dirigida a los votantes de la elección final y no a sus votantes” al interior del PAN. Quintero remataba el razonamiento diciendo que era inútil cambiar de estrategia (Reforma 26 de septiembre de 2005). Ignoro los motivos por los cuales Televisa entonó el responso de la candidatura de Creel cuando todavía faltaba un mes para que el proceso concluyera; tal vez se dejó llevar por el impulso de esa empresa a zarandear a quienes caen bajo su influencia.
Maltratos como ése fueron bastante frecuentes durante el sexenio pasado y generaron un efecto boomerang en el cual se gestó una insurrección generalizada que ejemplifica Creel. Después de su derrota como precandidato, Creel se puso el uniforme de estoico militante panista y apoyó con decisión a Felipe Calderón. Tenía como premio de consolación una senaduría; nadie anticipaba que terminaría siendo el poderoso coordinador de la fracción panista desde donde desplegó el activismo con que inició su carrera.
Hace un par de meses conversé largamente con Santiago y en varias ocasiones soltó una frase que sintetizaba estilo y meta: “la historia me ha dado una segunda oportunidad que no pienso desaprovechar”. Se refería a un impulso racional-emocional orientado a poner freno a la prepotencia de los poderes fácticos y en especial al de los medios electrónicos. El primer aviso lo dio en mayo de 2007 cuando la Suprema Corte discutía la Ley Televisa y el desenlace era incierto. En el momento justo y según algunas fuentes con la aprobación de Felipe Calderón, Creel declaró en Washington que dicha ley fue el resultado de una “imposición más que una negociación”. La frase tuvo profundas repercusiones.
La reforma electoral se convirtió en un símbolo del enfrentamiento entre el Legislativo y los medios electrónicos privados. Sería injusto ignorar el papel de Manlio Fabio Beltrones y Carlos Navarrete o de las bancadas del PRI y el PAN en el Senado. Mantengo la fidelidad al tema de esta columna rescatando tres citas del claridoso discurso pronunciado por Creel el 12 de septiembre entre las cuales destaca una poco común autocrítica: “La reforma constitucional puesta a consideración… versa, esencialmente, sobre los límites que debe tener el dinero en la política”; “… hay que decirlo con toda claridad, es el dinero con todas sus letras, la fuente de la inconformidad de los concesionarios de la radio y la televisión”; en la relación entre “políticos y medios nadie o casi nadie, puede arrojar la primera piedra y hay que decirlo con claridad y yo por delante… los políticos y los medios somos corresponsables”. Lo sucedido en ambos casos permite anticipar que la Ley de Medios actualmente en gestación en el Senado sacará chispas; será el tercer acto de un enfrentamiento monumental.
En un solo año Creel inició un retorno poco común a las filas de los comprometidos con el cambio estructural. Si puede desplegar su determinación es por la atención que dedica al diálogo y porque en su paso por la Secretaría de Gobernación ni se manchó de sangre ni parece haber obtenido beneficios económicos personales. También ayuda que no sea considerado presidenciable para 2012.
Para algunos todavía es prematuro darle la bienvenida a Santiago y hacen una lista de sus estropicios durante el sexenio de Fox. Son tiempos de pragmatismo en los que los juicios se formulan con base en resultados. Con ese criterio es de elemental justicia reconocer las indudables contribuciones que Santiago Creel está dando a una de las nuevas prioridades de la construcción democrática: defendernos del yugo impuesto por los poderes fácticos.
Comentarios: saguayo@colmex.mx