EL SIGLO DE TORREÓN
Cada encuentro de Santos Laguna en el Corona se ha convertido para la afición, en una experiencia amarga, llena de angustia y desesperación, al grado que al final los rostros que llegaron con la esperanza de regresar a casa contentos, dejan el estadio en una procesión de Viernes de Dolores, en silencio y con un desagradable sabor de boca.
Desde el principio Santos Laguna tuvo algunas oportunidades de abrir el marcador, pero la moda es mandar el balón hacia el cielo, esperando tumbar a alguna estrella.
La defensa albiverde fue ganando confianza, en parte por el pobre accionar del Querétaro, pero también por la sincronía que estaban desarrollando Oswaldo en la portería, De Anda y Zapata en la central y Estrada con Figueroa en las laterales.
Pero el problema se tiene en la delantera por la falta del último toque en la portería, al grado que entre los aficionados pocos son los que piden su acostumbrada cerveza. El grito de gol se ahoga una y otra vez, el corazón late pero minuto a minuto se va cayendo en la tristeza.
Ludueña no se cansa en buscar la posibilidad de dar una alegría, mientras que el ?Toro? Vuoso embiste a Margarito. Durante el primer tiempo poco fue el espectáculo, y sólo el duelo entre dos aficionados-gladiadores de buen peso durante el medio tiempo, tuvo más calidad y emoción que lo mostrado en la cancha por los 22 jugadores.
El guerrero enfermo está en terapia intensiva y cualquier error puede ponerlo al borde del abismo. Para la segunda parte la gente no encuentra mucho, empieza la desesperación, al grado que un aficionado sin querer tira su vaso con el elixir espirituoso dominical en dos ocasiones sin darse cuenta.
Va a la cancha Marcón, pero Hugo León despide a De Anda, cambia la estrategia, Elgabry al campo para darle más fluidez. El árbitro compensa, pinta de rojo a Edgar Solís. Y de pronto Camargo, el juez de línea de triste memorias cuando le dieron la responsabilidad del silbato, marca el penal de la esperanza.
Todo está servido para explotar el júbilo guardado desde hace varias fechas, el ?Lorito? Jiménez besa el balón y mira al cielo, Vuoso lo toma, hay total confianza.
Pero el ?Toro? indulta a los Gallos, falla su tiro y todo parece indicar que el equipo necesita una ?limpia? de pirul, porque la llegada más peligrosa fue un balón retrasado de la defensa de Querétaro a su portero Miguel Becerra, el héroe de mil batallas para este equipo.
Al final una ?cena de negros?, todos le gritan a Matías Vuoso, Daniel Guzmán, Walter Jiménez y al destino que de nueva cuenta le juega una mala pasada al equipo albiverde.
La herida sigue abierta y no va a cicatrizar hasta en tanto Santos Laguna deje la piel en cada partido, no como una final sino como el último juego de su vida, sin más.
