Aspecto de la exposición Isis y la Serpiente Emplumada. (EFE)
La exposición Isis y la Serpiente Emplumada, una de las más esperadas del Fórum Universal de las Culturas Monterrey 2007 porque reúne por primera vez piezas del Egipto faraónico y del México prehispánico, abrió ayer sus puertas al público en medio de gran expectación.
El montaje se presenta como la entrada a un túnel del tiempo, en el que es posible descubrir las similitudes de dos civilizaciones que no tuvieron contacto pero que coinciden en muchos aspectos.
Se expone en una nave industrial de lo que fue hasta hace dos décadas una fundidora de acero, lo que le da a la exposición un aspecto de película de ciencia ficción.
Flanquean la entrada de este “templo”, de tres mil 300 metros cuadrados, una escultura de Osiris (hermano de Isis) de 3.5 metros y una estela del dios Quetzálcoatl (la serpiente emplumada), casi del mismo tamaño.
En la primera sala hay piezas de ambas civilizaciones que muestran sus analogías, por ejemplo esculturas de una serpiente emplumada mexicana y de la serpiente egipcia de Asclepio, unos jaguares-hombre y los leones-faraones, en algunos casos de la misma antigüedad.
“Nunca se conocieron en el tiempo, nunca hubo contacto”, pero lo que muestra esta exposición es “una misma humanidad bajo un mismo techo”, dijo Miguel Fernández, curador de la exposición que llevó años armarla para exhibirla en el Fórum.
Isis y Quetzálcoatl son “dioses civilizatorios, buenos y sabios; crearon al hombre y forjaron calendarios, controlan el tiempo, y dieron el maíz y el trigo”, agregó Fernández.
“Simbolizan lo mejor de cada civilización”, pues Isis es la divinidad que más va a durar en Egipto y lo mismo sucede con Quetzálcoatl, que trasciende a la Conquista española, apuntó.
Las dos culturas manejan el concepto de inframundo, rinden culto a los astros y también recurren a la escritura; los egipcios a los jeroglíficos y los mexicanos prehispánicos a los glifos.
Para ambas la adoración de las serpientes representa la regeneración de la vida, en México con una de cascabel y en Egipto con la cobra.
“La muerte es el principio de la vida” en esas culturas, dice el experto.
En los dos pueblos se construyeron pirámides y hasta hace poco se pensaba que una de las diferencias era que en la edificaciones mexicanas no había cámaras funerarias pero ahora comienzan a descubrirse, como en el caso de los egipcios.
El recorrido muestra primero las obras egipcias y concluye en la cultura prehispánica, con piezas de distintos materiales como barro, granito, alabastro, bronce, madera, lino y oro.
Algunas tienen un peso de hasta cuatro toneladas y las más antiguas son egipcias, de 4.000 años de antigüedad, pero hay prehispánicas que tienen su origen hace 3.000 años.
Montar este “templo” llevó a sus responsables dos años de negociaciones con instituciones de ambos países en las que trabajaron unas 200 personas, entre diplomáticos, abogados, investigadores, restauradores, curadores, expertos en iluminación y transportistas.
Las piezas llegaron a la nave Lewis de la antigua fundidora hace tres meses y “ha sido el montaje más cuidadoso y tardado en la historia de la museografía”, asegura Fernández al explicar que algunas vitrinas blindadas fueron colocadas con grúas por lo pesado de los vidrios.
“Nunca he visto que haya bajo un mismo techo dos patrimonios arqueológicos inmensos juntos”, afirma el especialista.
La exposición estará en el Fórum hasta el ocho de diciembre, la fecha de conclusión del encuentro internacional, y después se presentará en el Museo Nacional de Antropología de la capital mexicana.