Por las formas utilizadas, la despenalización del aborto en el Distrito Federal semeja ser una revancha política de los partidos de Oposición mexicanos en contra del panismo y del presidente Felipe Calderón.
Lejos de realizar un debate de altura y profundidad, los legisladores capitalinos aprobaron esta reforma por 46 votos a favor y 17 en contra, en medio de pugnas partidistas en donde se llevaron entre los pies a una buena parte de la sociedad mexicana.
Algunos estados han despenalizado el aborto en casos de un embarazo por violación o cuando peligra la salud de la mujer, pero ninguno había llegado al extremo de legalizarlo simplemente porque la gestación obstaculiza el proyecto de vida de la futura madre.
La única limitante será que el bebé en formación no pase las doce semanas, obviamente será muy difícil comprobar cuando una mujer aborte en su semana catorce o quince de embarazo.
Los diputados del PRD, PRI y Alternativa Democrática se equivocaron tanto en su aprobación como en el proceso que siguieron para “mayoritear” este controversial proyecto.
En primer lugar no hubo una consulta exhaustiva a los sectores de la sociedad. La propuesta para legalizar el aborto fue presentado por un diputado del PRI hace menos de seis meses y se le dio “luz verde” sin demoras en la asamblea legislativa del Distrito Federal.
Tampoco se llevó a cabo un plebiscito de los que tanto defienden los perredistas en otros debates políticos y sociales, pero en esta ocasión lo pasaron de largo campantemente.
En tercer lugar no se plantearon alternativas viables para evitar llegar al extremo de aprobar el aborto que a todas luces es indeseable por la mujer que podría evitarlo si tuviera más educación sexual e información amplia sobre los daños y secuelas de un embarazo interrumpido por la mano del hombre.
A diferencia de los países desarrollados y algunos gobiernos comunistas como China, en México el aborto ha sido visto como lo que es: una práctica negativa que atenta contra del derecho a la vida de un ser en formación.
Pero además la cultura por la vida es una tradición muy valiosa de los mexicanos que consiste en aceptar a los hijos como una bendición en lugar de una carga o un obstáculo para el bienestar económico de una familia.
En el pasado las familias grandes eran, en la mayoría de los casos, las más prominentes del pueblo porque sus miembros estaban acostumbrados a trabajar en equipo, apoyarse unos a otros y aunque parezca paradójico a ser más ahorrativos.
No recuerdo alguna familia numerosa en México que haya vivido siempre sumida en la pobreza y el atraso social. Muchas de estas familias vivían en medio de grandes penurias, pero terminaban formando ciudadanos y profesionistas de gran valía.
En los debates que se dieron en torno a esta penosa decisión tomada por los diputados capitalinos se focalizaron las posturas y nunca se logró una discusión serena y constructiva. La pasión y el encono se impusieron sobre la razón.
Una las opiniones que más me sacudió fue la de uno de mis hijos, quien sin mucho protocolo me dijo hace unos días:
“Me imagino que en las próximas décadas el aborto será visto como otra de las acciones erróneas cometidas por la humanidad como fue la de permitir la esclavitud durante siglos”.
En muchas ocasiones el hombre y las naciones han errado en sus decisiones, así ocurrió con Adolfo Hitler y su afán expansionista, con Richard Nixon y sus triquiñuelas, amén de José López Portillo cuando quiso salvar a México con la nacionalización bancaria.
En esta ocasión los legisladores capitalinos, bueno al menos 46 de ellos, se equivocaron tajantemente y su decisión pasará a la historia como una de las peores acciones en contra de la cultura por la vida en México.
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