Armando Ducat es considerado, por padres de niños secuestrados en un camión el martes pasado, el Robin Hood filipino. (El Universal)
Mientras los padres de los niños plagiados en un autobús piden la liberación de Armando Ducat, el Gobierno filipino considera que éste cometió un acto terrorista.
EFE
MANILA, FILIPINAS.- ¿Héroe o terrorista? En Filipinas se ha abierto un encendido debate sobre la persona de Armando Ducat, el empresario que el miércoles secuestró un autobús con unos 30 niños para exigir mejoras educativas en el país.
Quienes no tienen duda de que Ducat es un “Robin Hood filipino” son los padres de los menores, que han rechazado presentar cargos contra Ducat, propietario del Musmo Day Care, el centro de preescolar donde estudian los rehenes, ubicado en el distrito de Tondo, uno de los más pobres de Manila.
Es más, algunos de los niños se manifestaron el jueves en ese barrio junto a sus progenitores portando carteles que pedían a la presidenta, Gloria Macapagal Arroyo, la liberación de Ducat, de 56 años.
Las familias ha anunciado más movilizaciones en apoyo de Ducat, un acomodado ingeniero civil que pagaba de su bolsillo la educación preescolar de 145 niños, incluidos los que sufrieron el secuestro, de entre cinco y siete años de edad.
Para los padres no se trata de una variante del “síndrome de Estocolmo”, sino de un reconocimiento hacia alguien que tomó una medida extrema para exigir matrículas gratuitas para esos alumnos tras finalizar el preescolar.
EN CONTRAPARTE
Al otro lado del debate se sitúa el Gobierno, liderado por el ministro de Justicia, Raúl Gonzales, que reconoce que la actitud de los padres dificultará la acción de la Justicia contra Ducat, sobre quien pesan 27 cargos por detención ilegal y retención de cautivos.
Gonzales expresó su convencimiento de que Ducat cometió un acto terrorista, pero que va a ser difícil acusarle de ese delito ya que la nueva legislación antiterrorista entrará en vigor el 14 de julio.
La calificación de terrorista fue defendida también por el ministro de Interior, Ronaldo Puno, que declaró a la prensa que Ducat y César Carbonell, su socio en el secuestro, son “las heces de la sociedad” y no merecen el tratamiento de héroes.
Puno ha extendido sus iras sobre los tres jefes de Policía encargados de afrontar el secuestro, a los que ha cesado tras acusarles de permitir que público y periodistas invadieran el cordón policial y convirtieran el área en un circo.
Para Puno es además inadmisible que la Policía facilitara a Ducat un equipo de megafonía a través de la cual emitió sus proclamas contra de la política educativa del Gobierno.
OTRAS QUEJAS
Otra de sus quejas se refiere al papel ejercido en la crisis por el senador Ramón Revilla, que actuó como negociador y se entrevistó en el autobús con el secuestrador, cuando según el ministro de Interior esa función correspondía a la Policía.
En relación a esto, los medios locales sugieren que Revilla, un popular actor que compagina sus apariciones en cine y televisión con la política, actuó por motivos electoralistas y de taquilla.
En cualquier caso, a ojos de la masa de filipinos pobres que vivieron el secuestro por televisión, Ducat es un “bida”, como en Filipinas se denomina a los héroes cinematográficos, en oposición al “kontrabida”, el villano de las películas.
La “leyenda” de Ducat comenzó cuando el autobús en el que viajaba el grupo de niños, a los que había prometido una excursión, se detuvo en un parque cerca del Ayuntamiento de Manila.
Fueron diez horas de tensión que tuvieron un feliz desenlace cuando se accedió a que Ducat celebrara una vigilia con velas en la que denunció a placer las injusticias del sistema social y político del país.
Era el último suspiro de este filántropo radical que para propagar sus ideales y reivindicar su tiempo de gloria televisiva no dudó en poner en jaque a la Policía manileña y detener el pulso de la nación armado con dos granadas, una pistola y una ametralladora.