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Segunda vuelta| Jaque mate

Sergio Sarmiento

“No pueden ustedes curar el cáncer con una mayoría de votos. Precisan un remedio”.

Winston Churchill

Este domingo 22 de abril Francia llevó a cabo la primera vuelta de su elección presidencial. La votación sirvió para hacer una selección de dos entre los 12 candidatos a la Presidencia de la República. Estos dos finalistas se enfrentarán en la segunda vuelta el 6 de mayo.

Muchos políticos han expresado su opinión de que México debería adoptar el sistema electoral francés de dos vueltas. Se dice que éste habría eliminado los dimes y diretes, las dudas de los comicios que vivimos el 2 de julio de 2006. Incluso el ex presidente Vicente Fox sugirió en una entrevista para el diario francés Le Figaro, publicada el 29 de junio de 2006, a unos días de la elección, que una segunda vuelta le daría “más legitimidad al ganador”.

Las segundas vueltas, sin embargo, no son un mecanismo infalible para evitar dudas y disputas. Su ventaja mayor es que un presidente llega a ocupar su función con una verdadera mayoría, ya que el sistema, al confrontar al final a los dos contendientes más populares, garantiza la elección de un presidente con un respaldo superior al 50 por ciento de los votos emitidos. Claro que si el abstencionismo es alto en la segunda vuelta, el respaldo del mandatario puede ser de todas maneras inferior a la mitad de los ciudadanos. De cualquier manera, no hay en el sistema de dos vueltas presidentes de 35 por ciento, como el que tenemos actualmente en México, y eso es positivo.

La segunda vuelta presidencial, empero, no ayudará a construir una mayor gobernabilidad, lo cual ha sido uno de los principales problemas del sistema político en nuestro país en los últimos años. En el sistema de representación proporcional legislativa que tenemos en México, no resolvería los problemas generados por la fragmentación del Congreso. Lo único que nos daría es un mandato más claro para el presidente.

El sistema electoral francés es caro y obliga a los electores a acudir constantemente a las urnas. La doble vuelta puede duplicar por sí sola los costos de la votación presidencial, si bien al estar restringida la publicidad en los medios de comunicación los comicios franceses resultan más baratos que los mexicanos.

El problema con el sistema francés es que no sólo tiene doble vuelta en la elección presidencial sino también en la legislativa, la cual tiene además fechas distintas a la votación presidencial. Así, este año los comicios legislativos se llevarán a cabo el diez de junio, para la primera vuelta, y el 17 para la segunda. En otras palabras, los ciudadanos franceses habrán tenido que presentarse cuatro veces en dos meses a votar en elecciones nacionales. No sorprende que los electores se saturen.

La segunda vuelta, pese a lo que se cree, no resuelve el problema de una elección muy cerrada cuyo resultado no sea reconocido por el perdedor. Los resultados de una segunda vuelta pueden ser tan cerrados como los de cualquier otra elección. En 1974, por ejemplo, Valéry Giscard D’Estaing fue electo presidente en la segunda vuelta con apenas el 50.8 por ciento de los sufragios. Si el candidato perdedor no tiene la voluntad de reconocer su derrota, la segunda vuelta no ayuda en nada.

Una segunda vuelta no habría resuelto la disputa en torno al resultado de la elección presidencial mexicana del 2 de julio. El candidato perdedor seguramente habría cuestionado también la limpieza y legalidad de la segunda ronda. El problema de la elección mexicana es la falta de disposición de los políticos mexicanos a aceptar derrotas en las urnas.

El sistema electoral francés ha sido muy citado en México como ejemplo de lo que deberíamos hacer nosotros. Y hay elementos en él que son claramente positivos. Otros, sin embargo, parecen cuestionables.

Si bien no se les da en Francia a los partidos políticos el monopolio que tienen en nuestro sistema, todo candidato debe ser avalado por 500 firmas de personas que ocupen un cargo de representación popular. Esto significa que los candidatos deben contar cuando menos con el apoyo de una parte de la clase política para que se les permita siquiera competir. Hay también en la legislación francesa una condición de idoneidad para ocupar el cargo de presidente que no es definida con precisión, lo cual crea un peligro de discrecionalidad de la autoridad electoral.

Una vez considerados los puntos positivos y los negativos, ¿vale la pena adoptar en el país el sistema de doble vuelta en las elecciones presidenciales? Si bien tiene aspectos positivos, no parece que sea una solución a los problemas de fondo del sistema electoral mexicano. Primero tendríamos que reformar las precampañas y definir reglas para los apoyos de gobiernos establecidos a los candidatos de sus partidos. Más urgente también es buscar un sistema electoral que no resulte tan caro como el que tenemos en la actualidad. Pero lo principal es tener políticos que sepan aceptar una derrota.

YELTSIN

Boris Yeltsin fue determinante en el fin de la dictadura soviética y en la creación de un sistema democrático y de economía de mercado en Rusia. Por otra parte, fue un pésimo presidente de su país. Esto nos demuestra una vez más que los revolucionarios no son necesariamente los mejores gobernantes. Si Boris Yeltsin hubiera muerto después del desplome de la Unión Soviética en 1991, seguramente sería recordado como uno de los grandes héroes del siglo XX. En lugar de eso su imagen está marcada por sus bandazos como presidente y por su apego a la bebida.

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