“No queremos ya ser una provincia distinta de las demás. Queremos ser un país como los otros”.
Pierre Bourgault
Toronto, Canadá.- Cada determinado tiempo el espectro de la separación de Quebec regresa a Canadá. Dos referendos ha vivido la provincia en los cuales se ha preguntado a los residentes si desean o no separarse de la federación. El primer tuvo lugar en 1980 y el segundo en 1995. En este último, el margen de victoria del “no” fue realmente muy pequeño: de 50.58 contra 49.42 por ciento del “sí”, que habría llevado al desmembramiento del país.
Los agravios históricos de la población de habla francesa de Canadá, que se concentra principalmente en Quebec, son muy claros. Si bien los quebequenses fueron los colonos europeos originales de Canadá, Quebec vivió bajo jurisdicción británica desde 1763 y se convirtió con el tiempo en parte de un Canadá de población mayoritaria de lengua inglesa. Durante mucho tiempo los canadienses francófonos fueron discriminados. La única manera que tenían para salir adelante en el mundo de los negocios o de la política era aprender inglés y adaptarse a la cultura dominante.
En las últimas décadas, sin embargo, la situación ha cambiado. De hecho, en Quebec existen hoy restricciones al uso del inglés que serían inaceptables si se aplicaran al francés en las regiones de habla inglesa. La provincia, por ejemplo, limita el uso del inglés en anuncios y prohíbe a los hijos de inmigrantes asistir a escuelas de habla inglesa.
Debido a su mayor bilingüismo, los francocanadienses tienen hoy una mayor representación en el Gobierno y la burocracia federales que los anglocanadienses. Su presencia en el mundo de los negocios, por otra parte, crece a pasos acelerados. Si bien podía argumentarse en el pasado que Quebec aportaba más dinero a la federación de lo que ésta le daba, hoy todo sugiere que Quebec es un miembro privilegiado de la federación canadiense.
En 2003 la Asamblea Nacional de Quebec (es significativo que el nombre incluya el adjetivo “nacional”) declaró que Quebec constituye una nación. Lo interesante del caso es que el Parlamento canadiense, en lugar de oponerse abiertamente a esta declaración, logró un punto de acuerdo el 27 de noviembre de 2006 en el que señalaba que “los quebequenses forman una nación dentro un Canadá unido”.
El Partido Quebequense, que mantiene la propuesta de la separación de la provincia de la federación y que ha prometido que seguirá realizando referendos hasta que la independencia gane, ha perdido en años recientes el control que tenía sobre la Asamblea Nacional quebequense. El Partido Liberal, encabezado por el primer ministro provincial Jean Charest, ha gobernado Québec desde 2003. El tema de la independencia parece obsesionar cada vez menos a los quebequenses que se preocupan más por volverse más competitivos.
Este proceso en Québec contrasta con el de otros países del mundo que han enfrentado movimientos separatistas. Los países de la vieja Yugoslavia se separaron unos de otros después de una serie de sangrientas guerras que se desarrolló en las décadas de 1980 y 1990. Eslovaquia se separó de la República Checa en 1993, pero sin recurrir a un referéndum pues su Gobierno temía que la gente no aceptara la independencia. España ha concedido una amplia serie de libertades y prerrogativas a sus regiones autonómicas, entre ellas al País Vasco, pero se ha negado a considerar la posibilidad de que se lleve a cabo cualquier referéndum que pudiera llevar a la disolución del Reino Español.
La manera en que los canadienses han manejado el tema de la posible separación de Québec ha sido madura desde hace tiempo. El Gobierno canadiense no considera en principio que una provincia, cualquiera que sea, no pueda separarse de la federación, pero mantiene que esta decisión debe tomarse en un referéndum en que se considere la voluntad mayoritaria de la población de la provincia.
Hasta ahora los quebequenses han optado por permanecer en la federación, pero no se sabe realmente lo que pudiera ocurrir en el futuro. Una queja de los quebequenses francófonos es que el margen de victoria del “no” ha sido siempre determinado por los quebequenses de habla inglesa, los cuales han votado de manera decisiva a favor de la unidad canadiense. Si sólo el voto de los francófonos se considerara, el resultado de los referendos habría sido distinto.
No hay ya discriminación contra Quebec en Canadá. Si acaso, los quebequenses reciben hoy un trato privilegiado de la federación. Pero en estos temas, la emotividad pesa tanto o más que la razón. Por eso el tema de la separación no ha desaparecido. Es muy probable, de hecho, que siga regresando cada determinado tiempo, hasta que los independentistas logren su propósito… o hasta que el resto del país se harte y expulse a Quebec de la federación.
LA APUESTA
Marcelo Ebrard está haciendo una apuesta política. Al avanzar por el camino que piensa puede llevarlo a la Presidencia de la República, parece convencido que permitir e incluso promover marchas y plantones en el Distrito Federal le ganará más votos de los que le costará. En parte su confianza proviene del hecho que el PRD ha dominado políticamente al Distrito Federal desde 1997, a pesar de las manifestaciones. Pero cuidado, porque bien puede llegar un momento en que la población capitalina empiece a culpar directamente al Gobierno perredista de las molestias que generan los plantones, convertidos en una realidad cotidiana en la capital.