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Septiembre o la pérdida de lo sagrado

Patricio de la Fuente G.K.

Dentro de nuestros símbolos sagrados, el Informe del Ejecutivo Federal y el Grito de Independencia eran quizá -sin pasar por alto la toma de posesión- lo más rimbombante y sintomático del antiguo sistema. “La fiesta del presidente”, así se le solía llamar al primero de septiembre, fecha que en la actualidad se encuentra más que rebasada, de ahí que dos puntos nos deben quedar claros: el modelito anterior “ya dio de sí” y la figura presidencial, como diría ambiguamente Felipe González, “no es lo que era”.

Sin embargo, lector querido, durante años me divertí con la observancia de los símbolos sagrados y al igual que tú, siempre estuve presto a experimentar mi septiembre peligroso. ¿Quién dijo que el relajo se encuentra circunscrito únicamente al Guadalupe Reyes?

Quiero especular con una interrogante: ¿fue en el pasado nuestro sentido patrio más hondo y puro o por lo menos, ante el entusiasmo cívico fácilmente terminábamos sucumbiendo? Te lo pregunto pues por lo menos yo ya desde finales de agosto andaba en la plena compra de banderas, espanta-suegras, ollas para las ordalías de chía y jamaica -ello en homenaje a Luis Echeverría y María Esther Zuno- y todo lo alusivo a las fiestas patrias.

¡Caray¡ nomás aparecen paralelismos que hablan de nuestra identidad. Y es que los mexicanos le encontramos a todo su doble cara: en septiembre relajo versus la solemnidad patriótica y para noviembre aquel añejo miedo a la muerte en esta esquina y en la otra, la proclividad a burlarnos de ella y caracterizarla como una figura amigable. ¿Será que estamos destinados a vivir una eterna dicotomía?

En efecto, pasado el Informe “con el cual el Señor Presidente hizo vibrar al pleno de la Cámara con vigoroso discurso que dejó por sentada la consolidación del actual republicano Gobierno”, todo era preparación frente a un quince de septiembre que, como siempre, sería irrepetible.

Digo, ya fuese zutano o mengano, pero muchísimos organizaban convivios donde la tequila, la euforia y ese hondo placer de sabernos “muy machos, muy mexicanos, muy dispuestos a morir por la nación si Masiosare, el extraño enemigo, súbitamente nos atacase”, se confabulan para hacer de la celebración un evento memorable. ¡Y memorable también el despertar al día siguiente! ¿Qué demonios andábamos haciendo en la Alameda metidos en la fuente?

Pero ojo, no fuera a ser que llegara a nuestro domicilio invitación de Presidencia ¡para ir a Palacio Nacional! Según el sexenio, la elección de la vestimenta: vestido de cocktail de Chanel o mi traje de Yalalteca “al que tanto cariño le tengo”. El ánimo osciló entre los antojitos mexicanos y la alta cocina francesa, pero nada importaba más que la foto en la sala de mi casa saludando al Señor Presidente de la República. Paréntesis: muchos ignoran que para llegar hasta el “preciso” uno se tenía que aventar formado en la cola más tiempo que comprando un boleto del Metro Observatorio, en viernes de quincena a horas pico. En fin, hay que hacerle caso a Don Fidel Velázquez: y estarnos bien quietos, si no…

Para cuando leas estas líneas -extrañamente arropado por una cheve bien fría- todo habrá terminado. El mandatario en turno ni es del PRI, ni dio informe ni tiene la plaza mayor repleta de acarreados. Hoy los espacios del zócalo (como todo lo demás) se los disputan las huestes del “que es” contra el “que quiso ser”. ¿Te lo hubieras imaginado? A mí por lo menos me echaron a perder la fiesta y ojalá que durante la transmisión, Televisa haga puros encuadres “a la gente del PAN con el tipo de Santiago Creel” y no a la “gente del PRD y vayan a creer en el extranjero que así somos todos de salvajes”.

Democracia y polarización: tú y yo somos uno mismo. Finalmente el trasfondo es el de siempre, ricos contra pobres, alienación de la conciencia, uso inconmensurado del vacío histórico, narración de los hechos según nos haya ido en la última pelea. Aunque hoy son otros, finalmente los símbolos y arquetipos ahí están en espera de que alguien diga “esta agua es mía y en la casa de ustedes mis chicharrones truenan”. Lo que pasa es que los mexicanos todavía no tenemos claro quién detenta cuál o qué cosa…

Heme aquí muy divertido viendo unos videos interesantísimos, francas piezas de museo. Desde “el odio no me… hasta el no permitiré que la patria se nos deshaga entre las manos”; también acabo de echarme ése donde Muñoz Ledo rompe con el silencio ancestral y se la refresca a De La Madrid… Me cae que son momentos que ni con Master Card se pueden comprar.

¿Y qué harás tú? Aunque “me cueste, aunque no pueda, aunque reviente, aunque no quiera” yo sí me asomaré desde el balcón de Palacio Nacional. Nuestro México, al igual que el zócalo capitalino, sigue fragmentado, hoy el 15 de septiembre es sintomático de lo que muchas veces no queremos ver, de todo a lo que le rehuimos: somos diferentes y en lugar de aceptarlo, sencillamente pareciera que estamos imposibilitados a vivir con ello.

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