“La especie de mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo”.
Nietzsche
Primero fue un legislador. Lanzó muy ufano: “nada hay que festejar, este país retrocede día a día”. La pregunta del reportero iba dirigida a los festejos del bicentenario y del centenario. Después fue mi iracundo amigo que en la sobremesa espetó sin más: “Se trata de tirar dinero, qué demonios vamos a festejar”. Fue demasiado. Caí en cuenta de la importancia de la conmemoración. Será por los sucesivos traumas de final de sexenio, por la polarizada elección del 2006, por un ánimo de autoflagelación que nos acompaña, por lo que sea pero hemos perdido perspectiva.
Acudí a la Fundación Este País para allegarme información (1810, 1910, 2010, de próxima publicación). Va el recuento. El primer censo de población de la Nueva España data de 1790, se le conoce como Censo de Revillagigedo, que contabilizó una población de 4.6 millones de habitantes. Poco más de un siglo después, el Primer Censo General registraba 12.6 millones; para 1910 éramos ya 15.1. Para 2010 se estima que habrá 108 millones. La población por sí misma no es motivo de orgullo, pero sin duda es uno de los elementos constitutivos de una nación.
En 1790 sólo 8 de cada 100 mexicanos vivían en una zona urbana. Hoy es el 75 por ciento. Las urbes tienen muchos problemas, sobre todo mientras están en formación. Pero es en las ciudades donde se puede propiciar mayor bienestar para la población. Es en las urbes donde se encuentra la mejor educación, las mejores posibilidades de prosperidad; es allí donde se desarrolla la ciudadanía. A principios del siglo XIX la Ciudad de México tenía poco menos de 140 mil habitantes que llegaron a casi medio millón en 1910. Hoy somos casi nueve millones y, con todos sus problemas, la capital del país es la ciudad que presenta los mejores índices de educación y de generación de conocimiento.
¿Nada qué festejar? La viruela es considerada por los historiadores como una de las grandes culpables del despoblamiento de la Nueva España, podríamos estar hablando de millones de seres humanos arrasados por la enfermedad. Francisco Balmis fue el primer responsable de una campaña de vacunación, corre el año de 1803. En 1912 se creó el primer laboratorio para producir una vacuna masiva. El último caso de viruela se registró en 1951, 26 años antes de que la enfermedad se declarara erradicada mundialmente. La misma suerte, erradicación, corrieron la poliomielitis y la difteria. A partir de la creación del Programa Nacional de Vacunación en 1973 la disminución ha sido sensible en tétanos, tosferina, sarampión, rubéola y paperas.
¿Nada qué festejar? El México Independiente nació con 99.4 por ciento de analfabetas. Leyó usted bien. Para 1910 la cifra se había reducido a 72 por ciento. En 2005 nueve de cada diez mexicanos saben leer y escribir. Los niveles de calidad educativa dejan mucho que desear, pero no finjamos demencia, esa brutal frontera, ese terrible grillete que ata a la pobreza y a la marginación está quebrado para la gran mayoría. En 1907 había 74 escuelas de educación superior que atendían a menos de 10 mil alumnos. En 2006 se registraron 3 mil 300 instituciones de educación superior. Ese año egresaron más de 331 mil estudiantes de licenciatura, 40 mil de maestría y casi 2 mil de doctorado. Falta mucho, pero no retrocedemos.
El primer intento por imponer una moneda de circulación legal se le debe a Iturbide que imprimió medio millón de pesos. Fue un fracaso. En el siglo XIX el Gobierno tuvo que recurrir a los bancos privados, el de Londres y el Banco Nacional para solucionar los problemas de intercambio. En 1910 el Banco Nacional emitía casi la mitad del circulante. Con la Revolución llegó un desastre monetario; se calcula que hubo alrededor de 800 diferentes monedas. Desde 1925 el Banco de México tiene la facultad exclusiva de emitir moneda. Ni siquiera nos imaginamos el desastre monetario del que venimos. ¿Retroceso?
Se calcula que en 1800 el ingreso de los habitantes de la Nueva España era equivalente a 73 dólares, la mitad del ingreso de los estadounidenses y una tercera parte del de los ingleses. Para 1910 el ingreso era de 132 dólares, una octava parte del de los estadounidenses y una sexta parte de ingreso de los ingleses. En 2005 el ingreso de los mexicanos ascendió a más de 7 mil 300 dólares una sexta parte del de Estados Unidos y una quinta parte del de Gran Bretaña. Hoy ronda los 8 mil. ¿Para atrás?
Al final del Porfiriato el 97 por ciento de las tierras del país estaban en manos de 830 latifundistas. Muy lentamente la terrible desigualdad original va cediendo. En el año 2000 el 60 por ciento de los hogares más pobres concentraba el 25.3 por ciento del ingreso; seis años después era el 27.6 por ciento. En sentido inverso el 10 por ciento de los hogares más ricos concentraba el 38.6 por ciento que disminuyó a 35.7 por ciento. Es muy lento, desesperante, pero el camino es correcto. En 1879 se instaló la primera planta eléctrica dentro de una fábrica textil. La Ciudad de México fue la primera en tener alumbrado incandescente, la fecha 1890. Más del 95 por ciento de los mexicanos carecía del servicio. En 2005 el 96 por ciento de los hogares tenía servicio eléctrico. En el siglo XIX México no producía cemento. En 1906 se producían 20 mil toneladas. En 1949 la producción alcanzó más de un millón de toneladas. Hoy México exporta cemento a Norteamérica, Sudamérica e incluso Europa. Hechos, no fantasías.
La lista de cambios podría continuar: nutrición, comunicaciones, transportes, manufactureras, exportaciones, etc. etc. No soy dado a los festejos, pero una conmemoración adecuada nos podría servir para recuperar una sana memoria de nuestro pasado. Seamos serios con México.