El año nuevecito, los Santos Reyes que vinieron, un presidente recién estrenado y un hombre nuevo frente a la Jefatura de Gobierno de la capital del país, son augurios que permiten despacharse los sueños con cuchara grande. Además, si uno no sueña echadote frente al mar, ya no soñó nunca. Con la buena oxigenación que dan las bocanadas de aire fresco hasta me permito imaginar -desde aquí ¡claro!- que quizá todavía estamos a tiempo de evitar el suicidio colectivo que amenaza a los capitalinos, si Felipe Calderón (asumiendo la alerta roja que encendió hace ya varios años el altísimo nivel de estrés y de improductividad que ha provocado la imposibilidad de circular, la inseguridad, la prevalencia del interés individual sobre el ciudadano y el caos en que vivimos) se atreve por fin a impulsar seriamente el plan de desarrollo integral que requiere el país y que atenuaría sensiblemente el gigantismo que está matando al Distrito Federal.
Recuerdo que hace algunos años existió un magnífico proyecto de Banamex -cuando todavía era un banco mexicano que dirigía por entonces don Rubén Aguilar- de reinstalar inteligencia y corazón de ese banco en Querétaro.
Se impulsó la construcción de un desarrollo habitacional donde se ubicarían oficinas y casas para los empleados a quienes se les asignaron créditos especiales para la compra de terrenos y construcción de sus casas. La idea era salir de la capital y mejorar así la calidad de vida de algunos miles de empleados que podrían llegar a su trabajo caminando y sin estrés.
El proyecto murió con la nacionalización de la banca decretado en el Gobierno de López Portillo, cuyas consecuencias fueron el explicable enriquecimiento de algunos bolseros y banqueros pillos, el Fobaproa y la banca mexicana vendida a extranjeros.
Pero el inicio de un año, no es buen momento para mirar hacia atrás sino de generar nuevos sueños, y siendo así ¿Por qué no el de la descentralización? ¿Por qué no imaginar que el Gobierno Federal y las principales empresas del país tuvieran su sede en las provincias? ¿Acaso la Secretaría de Pesca no estaría mejor en alguna zona pesquera? ¿Y si cada gober se largara a gobernar a su estado con todo y su familia o familias, queridas y colchones?
Y si soñar no cuesta nada ¿Por qué no imaginar que Pemex, con sus líderes y toda su parafernalia se instala por ejemplo en la sonda de Campeche con expresa prohibición de salir de ahí? Siendo nuestro país tan grande, parece inexplicable que todo tenga que suceder en una capital consumida y enferma donde vivir ya no es vida.
Y pues ya llegada a ese punto, quiero soñar también que Marcelo Ebrard deja de ver esta capital como un proyecto político, y se aplica a demostrar que su partido es capaz de desarrollar políticas públicas más eficientes y humanas que sólo obsequiar dinero a los pobres; y que asesorado por los mejores urbanistas que pueda conseguir, desarrolla por fin un proyecto alternativo de ciudad que contemple la construcción de una moderna red de transporte público y algunos kilómetros más de Metro; de manera que en lugar de sufrir nuestras calles, los ciudadanos podamos disfrutarlas como en otras capitales del mundo. Si alguien está pensando que me fui a lo grande, debo aclarar que todo lo que he expresado aquí es sólo una muestrita, apenas poca cosa de lo que sueño para mi país y para mi ciudad.
En cuanto a mí, me niego a hacer buenos propósitos que no cumpliré, y sólo me propongo el buen humor. Me propongo abonar cada uno de mis días con buena voluntad, con alegría, con música, con libros, con amor. Si alguien conoce algo mejor, hágamelo saber.
adelace2@prodigy.net.mx