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Sigue… Capital Social| A la ciudadanía

Magdalena Briones Navarro

Relaciones de confianza y cooperación cívica son expresiones del “capital social”.

Habríase de estudiar cómo andamos en México en cuanto a capital social y de qué manera se construirá o se reforzará. De entrada existe la impresión de que la confianza es escasa o nula. La cooperación sí existe entre pequeños grupos, muchos de los cuales son informales, fuertes y relativamente permanentes y otros de servicio –asistenciales, ONGs, etc. -, no han sido suficientes todavía para equilibrar la importancia economicista que se le ha dado al “desarrollo”.

Así como los bienes naturales, humanos y de las colectividades han sido no solamente descuidados, sino violentados, perdiendo así tres cuartas partes de la riqueza total, también se han resquebrajado las posibilidades de su reestructuración. Sin bienes naturales, humanos y sociales tan importantes para el sostenimiento entero de la vida, lo que se ha ido logrando es un decaimiento total del sistema, la desconfianza y la desesperanza colectivas.

En otros países de América Latina – señaladamente Perú, Venezuela, Brasil, Chile, Bolivia –se han conseguido triunfos sorprendentes de agrupaciones que pese a sus cuantiosos agremiados han logrado asentamientos prósperos (Perú “Los Arenales”); logros de trabajo cooperativo que abaratan el costo de los productos alimenticios para sectores humildes de la población (Ciudad De Barquisimeto, Venezuela); Experiencia del Presupuesto Municipal Participativo (Porto Alegre, Brasil); en Bolivia, el pueblo consiguió la anulación de un convenio presidencial con tres transnacionales a las que se había otorgado ¡la compra y manejo del agua nacional! En Bangladesh, el Grameen Bank ha apoyado a campesinos pobres, logrando sorprendentes resultados a través de un alto grado de asociatividad, confianza mutua y otras dimensiones del capital social.

En Noruega (1998) se inició una experiencia orientada a promover valores culturales valiosos para la sociedad, a través de una mayor conciencia, discusión y respuestas a todos los niveles, sobre la ética. Otro proyecto está destinado a aumentar el grado de conciencia asociado a la responsabilidad, la solidaridad y la participación.

En Torreón, sé de algunas agrupaciones activas y preocupadas por estos problemas. Creo que el escollo más difícil de sortear es el cambio de lectura del mundo y del hombre. Una vez troquelada una cultura economicista como ejemplaridad, en la que quien no tiene dinero, vale nada, que va de la mano con la sinrazón del objetivo, que es excluyente de las otras riquezas, que disgrega en lugar de aglutinar y compartir éticamente el desarrollo, se han instalado a tal profundidad los roles sociales que parecerían aceptados sin el menor análisis, tanto de las pequeñas capas enriquecidas, como de la inmensa población empobrecida, angustiada en inerme ¿Qué puedo hacer yo sólo?, es la pregunta general no solamente de los más castigados, sino de los estudiantes que van a profesional y de la clase media.

Y mientras las mayorías analizan y aprenden o inventan otras formas de conducta social, las inercias negativas descomponen el sistema entero a mayor profundidad.

Por lo que toca a los bienes naturales ya estamos viendo su destrucción y la alteración climática por ella producida; lo que significa un empobrecimiento colectivo cuya secuela extremará la lucha por los bienes necesarios por la supervivencia.

Se estima que la extensión de zonas áridas y semiáridas en México abarca alrededor de la mitad del territorio. “En estas regiones existe una flora muy variable que comprende más de 2,200 especies, destacando aquellas que presentaran un valor utilitario, que van desde las leñosas, forrajeras, industriales, medicinales, ornamentales y alimentarías “(Maldonado 1985). Estas zonas y las floridas del país están generalmente mal manejadas y sobreexplotadas, desencadenando así procesos autodestructivos como pérdida de suelos por erosión hídrica y eólica y su salinización.

El manejo del agua también es incorrecto. No se hacen estudios de cuenca entera. El intento de manejar los ríos con obras costosas, funcionales o no, según cálculos mejores o peores de quienes ocupan los cargos cumbre de dirección burocrática, son lo usual. Sin tales estudios, parecería que se juega a la lotería, sobre todo en un marco nacional de corrupción, secrecía, ambiciones, muchas veces ignorancia sobre la materia y un olvido total del servicio que deben al pueblo necesitado de producir y ser tomado en cuenta.

La Dra. Julia Caravias (Excélsior 18 de junio de 1996) declaró: “México registra la tasa más alta de deforestación de América Latina; a la desertificación del suelo, igual al 80% del territorio, otras 600 mil hectáreas se agregan cada año y 10 % de las hectáreas de riego de áreas para cultivo se han perdido por la alta acumulación de sales”… “en breve se iniciarán programas especiales de recuperación, aunque en el 80% del territorio afectado por desertificación, apenas el 30% pudiera rescatarse”.

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